En el juicio por el crimen de Samuel Luiz: «La madre está destrozada, no quiere ser tratada porque se ve con la necesidad de sufrir, es un suicidio pasivo»

A CORUÑA CIUDAD

Ángel Manso

Los peritos psiquiatras desvelan ante los cinco acusados el estado emocional en el que quedaron los padres del joven tras ser asesinado a golpes

06 nov 2024 . Actualizado a las 18:30 h.

Difícilmente algún día los padres de Samuel Luiz podrán hacer una vida medio normal. Están destrozados y por lo que declararon esta mañana los cuatro psiquiatras y psicólogos que los trataron en distintos momentos desde que les arrancaron a su único hijo no parece que puedan quitarse la tristeza de encima. Desde aquel maldito día, lo único que no les cambió fue la huella de sus dedos.

Es ahora un matrimonio que respira con el aire de un paseo. Caminan una hora diaria porque Maxsoud Luiz, el padre, se propuso tirar del carro de su esposa porque ella no puede. Y, lo que es peor, no quiere. Contaron todos los doctores que la trataron que «se niega a recibir ayuna, tanto clínica como farmacológica» ella.

Dolores Muñiz, según otro de los psiquiatras que la atendió «optó por un suicidio pasivo, es como si se dejara ir». «Yo le aconsejé incluso que ingresara en un centro. Su pronóstico es muy malo. Tiene una depresión grave», apuntaron este miércoles. Coinciden los doctores en que «su sentimiento de culpa y desesperanza es absoluto y no acepta un tratamiento. La desgracia la vive como un castigo y se cree que solo ella debe superarlo. Llega a tener ideas delirantes y un trastorno depresivo con signos psicóticos».

Declaró un perito que Dolores «no reconoce la enfermedad que padece, no quiere asistir a los consultas porque se siente en la necesidad de sufrir. Es la propia enfermedad la que la condiciona a vivir esta situación».

Maxsoud Luiz, en cambio, no rechaza la almohada de las pastillas y nunca falta a las citas médicas. Aunque «padece una fuerte depresión», no le quedó otra que tirar del carro en una casa inundada en lágrimas. Cuando mataron a su hijo, su empresa —Inditex— puso a su disposición un psiquiatra, tanto para él como para su esposa. Nunca fue capaz de regresar al trabajo. Le han dado la incapacidad permanente porque su grado depresivo es incompatible con cualquier actividad. Además, según relató uno de los peritos, en la factoría también está empleado el familiar de uno de los acusados «y él tenía miedo al contacto con él pues no sabe como reaccionaría».

Otro perito emitió un informe sobre su estado en el que hizo constar «una tristeza profunda, con pérdida de capacidad par experimentar sensaciones de placer. Tiene muchísimo sufrimiento emocional y rabia contenida. Ese cuadro fue enquistándose y fue a más».

El primer especialista que los atendió a los pocos días de sufrir la pérdida de su hijo aquel julio del 2021 recordó así cómo fueron esos momentos: «No me puedo imaginar cómo fue ese hogar las primeras noches. Se las pasaron sin dormir, con continuos lamentos. No querían ni comer. Prácticamente dejaron de tener relaciones sociales. Vivían de manera aislada. Es lógico pensar que su vida dio un vuelco. Es una situación de desesperanza absoluta». Añadió además el especialista que «el proceso mediático que tuvo la muerte de su único hijo le agravó la depresión. Y este proceso judicial lo sumió todavía más en una profunda tristeza.

El impacto de las adicciones de Yumba

En la sesión de este miércoles también declaró un psiquiatra que trató a Alejandro Freire, Yumba, el acusado que supuestamente derribó a Samuel Luiz con un mataleón. Para él, este procesado sufre un «trastorno adictivo múltiple» y un «trastorno por déficit de atención e hiperactividad» vinculado al consumo de «elevadas cantidades de alcohol y cocaína» con una «personalidad presicótica con rasgos esquizoides». Dijo que se caracteriza por su «impulsividad e inestabilidad emocional» y lo vincula a la pérdida de su madre a los dos años, su posterior mala relación con su madrastra y la búsqueda de «puntos de referencia en sus dos pandillas», la de la escuela, que lo fue a visitar a prisión, y la del barrio, que «acabó por desestructurar» su vida al introducirlo en las drogas.