Dani Bembibre: «En las pruebas de larga distancia pesa más la cabeza que las piernas»
A CORUÑA CIUDAD
Ha batido el récord del Camiño dos Faros, rebajándolo en más de tres horas
30 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Lo suyo, al menos a nivel profesional, no es el deporte, sino el diseño. De hecho es uno de los socios fundadores de una de las agencias más pujantes de la ciudad, Costa. Y se ve que lo de la costa le tira, porque Dani Bembibre (A Coruña, 1976) ha batido el récord de los 200 kilómetros del Camiño dos Faros y ha bajado el tiempo en tres horas. Una proeza que sorprendió a mucha gente, empezando por el propio protagonista: «Salí a las 0.00 horas del sábado, 31 de agosto, del puerto de Malpica y llegué al faro de Fisterra el domingo a las 11.40. ¡Y ni siquiera estaba seguro de que fuera a acabar la ruta!», asegura el corredor.
—¿Por qué el Camiño dos Faros?
—Porque es precioso. Es otra manera de ver nuestra costa, y creo que hay que reivindicarlo. Ya en el 2014 había hecho esta ruta un grupo de corredores para dar visibilidad a las enfermedades raras de la mano de Fegerec. Y el año pasado Maite Rojo batió el récord, dejándolo en 38 horas y 45 minutos. Fue ella precisamente la que me entrenó en el grupo de larga distancia que tenemos en el Club Atletismo Sada. Así que me animé a intentarlo y salió bien, porque hice un nuevo récord: 35 horas con 40 minutos.
—A ver si he entendido bien: se metió 200 kilómetros del tirón.
—Bueno, a mí me salieron 208, porque me perdí y me metí unos cuantos kilómetros de postre.
—¿Cómo se prepara uno para un desafío como este?
—Yo lo máximo que había hecho eran unos 110 kilómetros, nunca había hecho una prueba tan larga. Fue un salto un poco grande, pero me veía preparado. Desde que decidí hacer la ruta hasta la carrera pasó casi un año de entrenamiento y de pensar en la estrategia.
—Una preparación no solo física.
—Claro. En estas pruebas de larga distancia pesa más la cabeza que las piernas. Te da tiempo a pensar de todo, pero no te desesperas. Al menos, como lo hice yo. No salí pensando en que me faltaban 200 kilómetros, sino que fui pensando en hacer veinte, y luego otros veinte, y veinte más... Así la magnitud de la historia se te hace más manejable. Es que si no, se te puede caer el mundo encima. Y cuando vas acompañado hablas, charlas un rato. Aún así, viene el aburrimiento, la fatiga y el agobio. Es una lucha constante.
—Dice que tuvo compañía.
—Correr, corres tú, pero hay un montón de gente apoyando. Desde la familia hasta una furgoneta que va dándote comida, agua... Maite y otros corredores me fueron acompañando en diferentes tramos, sobre todo de noche. Y los Trasnos de la Asociación Camiño dos Faros, que son los que te van marcando el camino.
—¿Tuvo algún momento de flaqueza en que pensase dejarlo?
—La verdad es que no, salió todo mucho mejor de lo que pensaba. Hubo momentos duros, sí. Sobre todo por la noche. Vas con la linterna del frontal, que se ve poco, no encuentras el camino, te metes por la maleza... Ahí el cabreo y la frustración se te echan encima. Pero luego encuentras de nuevo el camino y se te pasa. Es una montaña rusa de emociones.
—Correr a oscuras por el monte. No sé si parece buena idea.
—En estas pruebas largas por montañas hay tramos en los que caminas, más que corres. Porque no merece la pena, gastas demasiada energía. Y de noche fui más lento no solo por la oscuridad, sino porque además, de las ocho etapas, me tocaron las más difíciles —la segunda y la séptima— de noche.
—¿Y por qué no salió antes, o más tarde, para evitar esa coincidencia?
—Es que cogí el plan que había utilizado Maite, adaptándolo un poco a mí. Partiendo de ahí las dos últimas etapas me tocaban de día, pero como lo hice más rápido de lo que pensaba, la penúltima me tocó antes de amanecer.
—Va camino de los cincuenta años. ¿Es buena edad para meterse semejante paliza?
—Es algo curioso, pero en la ultradistancia, las carreras superiores al maratón, la media de edad es muy elevada. Si entrenas, con los años el cuerpo soporta mejor los esfuerzos menos intensos y más sostenidos. Y después está la parte mental, claro. Pienso en mí con 20 años y te aseguro que en 35 horas en un fin de semana se me pasarían mil cosas por la cabeza, pero ninguna de ellas sería correr [ríe].
«Fue mitad carrera y mitad romería, porque no paré de comer en todo el recorrido»
El tiempo acompañó a Dani Bembibre en la carrera, no llovió, no hizo excesivo calor, aunque la humedad de esos días sí que fue muy alta: «Hidratarse mucho es fundamental. Agua y electrolitos todo el rato. Y también tomé mucho café y Coca-Cola, para aguantar las noches», cuenta Dani.
—¿Y qué comió durante la ruta?
—Bocadillos, galletas... Sin empacharme, pero me puse tibio. Fue mitad carrera y mitad romería, porque no paré de beber y comer en todo el recorrido [ríe]. Es muy habitual que este tipo de carreras te ataquen al estómago. Te pones a vomitar y te deshidratas muy rápido. Lo primero es conocerte, saber lo que te gusta y, sobre todo, lo que te sienta bien. Por ejemplo, no comí nada caliente, pasta o arroz, cosa que hacen muchos corredores. Lo llevaba, pero no me entraba.
—¿Y cómo terminó la carrera? ¿Muchas agujetas?
—Como llegué antes de lo previsto aún tuve que esperar a que llegasen mis amigos y la familia [ríe]. Nos fuimos inmediatamente a celebrarlo por Fisterra. Pero al cabo de un rato sí que empezó a atacarme un poco el sueño y empecé a sentirme entumecido, cosa que todavía me duró hasta el día siguiente, lunes. Pero el martes ya estaba entrenando.
—¿No hubo ninguna incidencia durante el camino?
—Me caí un par de veces, pero nada grave. Tropezones, sin más. Lo que más noté fueron los pies. Suelo cuidármelos mucho, así que cambié cinco veces de calcetines y zapatillas en el recorrido, y fui echándoles crema y demás. Al final, alguna uña negra, que es normal, y poco más.
—¿Y el próximo reto?
—Tengo alguna cosa en mente que me gustaría hacer, pero tampoco tengo prisa por ahora.