Gustavo Santaolalla, ganador de dos Óscar: «Valoro la experiencia, pero los frutos de la inexperiencia son buenísimos»
A CORUÑA CIUDAD
El músico y compositor argentino, ganador de dos Óscar por las bandas sonoras de «Babel» y «Brokeback Mountain», dos Grammys y 16 Grammys Latinos, actúa el domingo 29 en A Coruña
28 sep 2024 . Actualizado a las 12:22 h.En sus años de juventud evolucionó el rock argentino fusionándolo con ritmos e instrumentos del folklore. Su afán innovador lo llevó a producir discos legendarios de artistas como Molotov, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Bersuit, Julieta Venegas, Juanes o Jorge Drexler. En 1996, ya como solista, publicó Ronroco, el disco que le abrió las puertas de Hollywood, cuyas canciones figuran en películas como The Insider (Michael Mann), Amores Perros (González Iñárritu) o Diario de una motocicleta (Walter Salles). A partir de ahí, Gustavo Santaolalla centró su carrera en la creación de bandas sonoras originales para el cine, series de televisión e incluso para videojuegos, como The last of us, lo que le ha reportado infinidad de reconocimientos, entre ellos dos Óscar.
El músico argentino ofrecerá el domingo en el Palacio de la Ópera de A Coruña el único concierto en España de la gira con la que está conmemorando los 25 años de la publicación de Ronroco. «Será un concierto realmente novedoso para mí», cuenta desde su estudio en Los Angeles. «Una de las características que tienen mis conciertos es el eclecticismo del repertorio y los cambios de energía que se van sucediendo. Hay momentos más lúdicos, otros más calmados, más íntimos... Y esta es la primera vez que voy a hacer un concierto en homenaje a un álbum y a todo lo que me ha aportado un instrumento, el ronroco».
—Imagino que recibe cada día infinidad de propuestas. ¿Qué tiene que tener un proyecto para que se le encienda la mirada y diga «ahí quiero participar»?
—Hay una parte para la que podría darte una explicación, que es la originalidad y el peso, en el contenido y en la forma, de lo que me están proponiendo. Pero también hay algo que no te puedo explicar, y es si me vibra o no me vibra. El discurso artístico tiene que reverberar conmigo. Si no, no lo hago. Parte de los logros que he alcanzado, yo se lo adjudicó al hecho de ser selectivo con lo que hago. Aunque hago muchísimas cosas, todas son cosas con las que me siento identificado y que me movilizan. Siempre busco proyectos en los que siento que puedo aprender algo nuevo, que me van a poner en una situación en donde voy a poder probar cosas e ideas que vengo guardando.
—¿De quién aprende?
—De los jóvenes. No me interesa trabajar con artistas que sean, como dicen acá, yes people, que van a decir «sí Gustavo, como usted diga». No, no quiero eso. Si ves los álbumes que he producido, desde Kronos Quartet a Molotov, Café Tacuva, Julieta Venegas o los grandes maestros del tango, son todo gente con opiniones muy fuertes. Con ellos tienes realmente que ganarte el espacio para poder llevar a cabo el trabajo que quieres hacer. A estas alturas de mi vida valoro mucho la experiencia, pero los frutos de la inexperiencia son buenísimos, porque te llevan a tomar caminos que nunca tomarías.
—Hoy son muchos los artistas que están actualizando las músicas de raíz de Latinoamérica y conectándolas con la gente más joven. Usted, que fue un pionero en eso, ¿cómo valora este movimiento?
—Efectivamente, aun a riesgo de sonar muy autorreferencial, yo comencé con eso en 1969. Y no sabes lo criticado que fui por la inteligencia del rock argentino. Me decían: «¿Cómo vas a tocar un ritmo de chacarera con guitarra eléctrica?» o «¿Cómo vas a utilizar un charango o una quena en un tema de rock?» Eso no es rock». Pero mis grandes maestros, los Beatles, demostraron que se podía mezclar de todo: música hindú, contemporánea, clásica, medieval..., sin perder la identidad ni dejar de ser quien eres. Esa filosofía la he llevado siempre conmigo y el tiempo ha validado mi visión.
—No solo está en contacto con las nuevas voces del rock o del folklore. También ha grabado y ha colaborado con artistas urbanos como WOS o Duki. ¿Qué le aportan esos chavales que hacen algo radicalmente opuesto a lo que usted propone?
—Con ellos disfruto de la inexperiencia y de nuevas experiencias. Yo empecé a hacer discos profesionalmente, como artista y productor, con 17 años. Pero después en Argentina se cayó en algo que tiene que ver con la gerontocracia. Las bandas de rock para convertirse en grandes tenían que ser de tipos de 30 años y tenían que llevar mucho tiempo tocando. Cuando yo produje a Divididos o a Bersuit y llegamos al disco de oro, ellos ya tenían 30 años y yo pasaba de los 40. Lo que me maravilla del movimiento del trap y de esta nueva camada de chicos es que de pronto aparece un tipo como Duki y con 20 años llena dos Luna Park. Y eso me encanta, porque es un pibe de una generación haciendo música reconocida por la gente de su misma edad. Y siempre he dicho que la música se divide solo en dos categorías: buena o mala. No hay géneros musicales malos. Por ejemplo, cuando te dicen «es que el reguetón no es música». Perdón, hay mal reguetón pero también hay buen reguetón. Y eso mismo pasa en la música alternativa, en la clásica, en el jazz..., en todos los géneros. Por supuesto que también hay música desechable, como un plato de picnic o un vaso que se usa y se tira. Pero incluso esa música no tiene nada de malo. No es la que a mí me gusta, pero cumple una función también y es respetable.
—Se dice muchas veces de que la música es un viaje. En su caso, sus creaciones tienen una profunda conexión con el territorio y con el paisaje. ¿Hasta qué punto el lugar donde compone o en el que sitúa a la hora de crear es importante o influye en su música?
—El territorio ocupa un lugar muy importante. Yo soy de la provincia de Buenos Aires, no soy de la ciudad, no soy capitalino. No crecí en el cemento. Cuando yo era niño, a la casa de mis padres, todavía no había llegado el pavimento y crecí entre campos, pájaros, insectos, árboles... Entonces, para mí la parte del contacto con lo natural siempre ha sido reimportante. Entendiendo lo paisajístico no solo como lo que tiene que ver con los paisajes exteriores sino también con los interiores.
—¿Cómo va a ser el concierto de A Coruña?
—Va a ser un concierto muy introspectivo y con una energía muy particular. Será, efectivamente, como un viaje en un paisaje que hay que buscarlo más hacia adentro. El álbum Ronroco lo han utilizado en partos, en velatorios, para meditar, para escribir, ha sido una especie de refugio para gente enferma... Es increíble lo que pasó con ese disco. Entonces, lo que ahora quiero hacer es honrar a todo eso y a lo que me trajo ese instrumento, en un concierto.
- A CORUÑA. PALACIO DE LA ÓPERA. SÁBADO 28. 19.30 H. DESDE 27 EUROS