El empresario, que fue jefe de recursos humanos de La Voz de Galicia y gerente de Sestico, falleció a los 64 años
07 sep 2024 . Actualizado a las 14:58 h.El pasado miércoles nos dejaba Wifredo Meléndrez Sancosmed ( A Coruña, 1960), un hombre esencialmente bueno.
Más allá de sus logros profesionales como jefe de recursos humanos de La Voz de Galicia, gerente de Sestico o director de Ges Consultores, entre otras de las muchas actividades que desarrolló en sus intensos 64 años, su persona deja en nosotros otras huellas más indelebles.
Mi querido Wifi, días después de ya no poder disfrutar de tu compañía, entre tantos buenos recuerdos se me viene a la mente un momento que pude compartir contigo en Sada. Por esa época me parecía lo más irme con mi padrino de vida a tomar algo al Chiringuito: dos mostos y dos tapas de croquetas. Bueno, en realidad me lo sigue pareciendo.
Él siempre me decía una frase que, para mí, a día de hoy ha calado en mi mente y ha forjado mi personalidad. La recuerdo ahora como algo así: «Al final, lo que de verdad importa es cómo te recuerde la gente que ha tratado contigo». Como siempre, tenía razón.
La realidad es la que es y para mí Wifredo es uno de los mejores hombres que he conocido. Era severo, pero a la vez cariñoso; duro, pero a la vez amable; firme, pero también tierno, y una infinidad de calificativos que hoy, con la pena encogiéndonos, se me escapan. Imposible resumir la grandeza de su persona y de un alma siempre generosa en afectos que volcó entre sus amigos y familiares y, de forma especial, con su hijo Wifre y el amor de su vida, Rocío.
Al final, lo importante no son los años de vida, sino la vida que compartes en esos años, y yo doy gracias porque los compartiésemos juntos, con tu gran hijo y tu querida mujer, seres de luz que, aun sin tu faro, siguen iluminándonos.
Lo que he podido compartir de mi corta vida contigo, querido Wifredo, han sido minutos, horas y días que ahora aprecio con la ilusión de un niño en la mañana de Reyes. Impaciente por poder recordar cada instante y con ganas de que ese día nunca acabe. Es por ello que solo puedo darte las gracias por todo lo que nos diste y lo que nos hiciste vivir en este tiempo. Solo quiero cerrar estas palabras con el mayor cumplido que me enseñaste que se le podía hacer a un ser humano: has sido, eres y siempre serás una buena persona.