Ana Iglesias: «Después de su muerte conecté con él a un nivel mucho más profundo»
A CORUÑA CIUDAD
Trabaja para que el legado artístico de su padre, el pintor coruñés José Ramón, no desaparezca
25 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Ana Iglesias es la mayor de los cinco hijos que tuvo José Ramón, reconocido pintor coruñés. La obra de su padre está expuesta por toda la ciudad: en el hotel NH Finisterre, en el edificio de la ONCE, en el restaurante Yéboles, en Clínica Visión, en el Ayuntamiento... Ana se niega a que este legado artístico, que ahora asume ella con el beneplácito de sus hermanos, caiga en el olvido.
—¿A qué se dedica?
—Realmente me dedico al sector del turismo. Mi trabajo no tiene nada que ver con el arte, por así decirlo. Pero lo que realmente me llena es dedicarme a la obra de mi padre.
—¿De dónde saca el tiempo para dedicarse a la obra de su padre?
—En temporada alta, saco el tiempo en mis pequeños momentos de descanso. Porque es un tema que me apasiona, lo llevo dentro. Y para mí es una responsabilidad muy grande, y me gusta sacar ideas. Soy una persona muy creativa, aunque no heredé de él, desafortunadamente, el poder pintar. Aún así, tengo un montón de ideas, y cuando la mente está tranquila, mucho más. Por ejemplo, me gusta ir a la playa, y en un momento de relax me brota una idea y digo: «hombre, pues a lo mejor esto estaría bien». Pero claro, el desarrollar los proyectos es cuando ya tengo más tiempo, a partir de diciembre, en febrero y en marzo.
—¿Qué hace exactamente para continuar con el legado de José Ramón?
—Tenemos una web, que es joseramonpintorgallego.com, y ahí ponemos sus obras más significativas. Además, algunas de sus obras también están expuestas en la galería coruñesa Artbys, en la calle San Andrés. Ahora tenemos en mente proyectos, que les tengo que dar forma: uno de ellos es que estoy gestionando con el Ayuntamiento la posibilidad de hacer una exposición de los dibujos de la historia de A Coruña que hizo mi padre. En el Ayuntamiento, en el Salón de Plenos, están las tallas de madera con la historia de la ciudad. Mi padre diseñó esos dibujos. Eso es algo muy importante, porque forma parte de nuestro patrimonio e historia. Igual que el diseño del Libro de Oro, que hizo él, con el escudo de Coruña, retratos de alcaldes de la ciudad, en la galería de retratos del Ayuntamiento… Ese es uno de los proyectos que tengo ahora.
—¿Cómo consiguió hacer esas obras para el Ayuntamiento?
—En la época del alcalde Liaño, él (el alcalde) estaba con la idea de decorar el Salón de Plenos, entonces buscó al mejor dibujante de Coruña, que era mi padre. Y lo digo así, con palabras mayores, porque tenía que ser alguien con mucho criterio. Mi padre se tuvo que documentar muchísimo, con el cronista oficial de la ciudad. Todos esos dibujos van desde la época de fundación de la ciudad, de Hércules y Gerión, hasta ya incluso la época de Franco y de Liaño. Son 24 dibujos hechos a lápiz, a tinta. Cada vez que hacía un dibujo, se presentaba al Ayuntamiento, se hacía una rueda de prensa… Él y el ebanista. Mi padre conoció a Ladislao Stern, tenía muy buena química con él, y pensó que era la persona más apropiada para plasmar los dibujos en las tallas de madera. Entonces era un trabajo conjunto de mucho tiempo. Cada talla tardaba meses en salir a la luz.
—¿Cómo fueron sus inicios?
—Mi padre ya nació con el don de la pintura. Su madre decía: «José Ramón, en vez de escribir las letras, las dibuja». Y ya con 11 añitos vio que su mundo era la pintura. Entonces, ingresó de oyente en la Escuela de Artes y Oficios. Porque su abuela trabajaba en la casa de Seijo Rubio, que era un pintor muy conocido de Coruña, director del Museo de Bellas Artes. Se lo comentó, y le dijo: «bueno, pues que entre de oyente». En su familia nunca hubo tradición de pintura ni nada. Pintaba a veces en su casa sobre una tablilla de madera, sobre una caja de zapatos… A veces dice la gente: «yo tengo un cuadro de tu padre con 15 años, porque venía por aquí y decía “José Ramón, qué bonito, ¿me lo das? ¡Te pago!”». Y con este dinero se iba a comprar pinturas. Siempre, siempre así. Pintaba a veces en su casa sobre una tablilla de madera, sobre una caja de zapatos… Ya después, llegó a tener un taller en la Ciudad Vieja.Ya después, llegó a tener un taller en la Ciudad Vieja. Otra cosa importante es que cerca de casa de mi padre, en Puerta de Aires, estaba el taller de Lolita Díaz Valiño, que era la tía de Isaac Díaz Pardo, de Sargadelos. Sus primeros pasos en la acuarela los aprendió de ella.
—¿Cuál fue la técnica por la que se inició?
—Él empezó por el dibujo, que como dice él es la base de todo. Decía: «si no hay un dibujo, no se sostiene». La primera época es el dibujo. Es la base de todo, por muy abstracto que sea el cuadro. Conoció a mi madre en los años 60, que ella había estudiado Comercio, como Empresariales, entonces tenía visión comercial. Fue mi madre la que dijo que podían coger un bajo en la Ciudad Vieja. Lo cogieron, y ese fue su estudio donde él enseñó sus obras durante 50 años, la galería de arte más antigua de Coruña, estaba ahí. Está subiendo la calle Santiago. Ahora está allí una decoradora, Belén Sueiro.
«Sus ratos libres eran pintura. Su vida sin el arte no hubiera nunca existido»
Tras casi 30 años de dedicación al dibujo, evolucionó hasta la acuarela y el óleo. Su fuente de inspiración principal era A Coruña, y su musa, su mujer.
—¿Qué dibujaba?
¿Qué dibujaba? Todo lo que veía. Y lo que veía eran barcos, mar, Ciudad Vieja… Era diferente a lo de ahora, con Internet, que puedes tener de todo. Su fuente de inspiración principal era A Coruña, y Galicia en general. De hecho, cuando era niño, bajaba muchas veces a los varaderos, y los marineros decían: «¡aquí viene el niño que pinta!». Tiene un mural espectacular en el Yéboles, que mide 10 metros y son todo las labores del puerto. Iba a la Lonja, tomaba apuntes… Mucha gente lo conocía como “el pintor de la Ciudad Vieja”. Vivir solo de la pintura es muy complicado, y más con una familia que sacar adelante. Muchas veces le ofrecieron dar clases de pintura, pero no quiso. No se quería atar a nada. Con mi madre hizo un buen tándem. Mi padre empezó a dibujar toda Galicia, yo me acuerdo que, de pequeña, iba con él. Combarro, Pontevedra, Ourense… Creó la colección de Galicia artística y monumental. Es toda Galicia de cabo a rabo, todos los pueblos, cruceiros, hórreos… Allariz, Monforte… Todo, todo, todo. Son esos dibujos que están en Santiago. Mi padre tenía una frase, siempre decía: «un pintor tiene que saber hacer de la A a la Z»: dibujo, composición, acuarela, óleo. Y después, la musa de mi padre fue mi madre. De hecho, en muchos de sus cuadros puedes ver por ahí que está escrito TT, que era ella. Ella se llama Teresa.
—¿Nunca sintió el oficio como una obligación?
—No, porque era su pasión. Sus ratos libres eran pintura, era ya algo de él. Su vida sin el arte no hubiera existido.
—¿Cómo fueron sus últimos años?
A la obra de sus últimos 20 años le llamaba La alegría del color. Es una combinación de composición, color y dibujo. En las caras se nota mucho su evolución: antiguamente tenían todo tipo de detalles, pero ya las últimas no tienen nada, son rostros planos. ¿Por qué? Porque ya demostró que lo sabía hacer. Los últimos 20 años evolucionó totalmente. Tuvo también la época de los paraguas, que decía: «¿por qué Galicia tiene que ser todo paraguas en blanco y negro, todo tan gris?». Y pintó cuadros con paraguas muy coloridos, en una mezcla de luz y color. Si un cuadro no tuviera firma, se sabría igual que era de él. Es decir: los primeros 30 años los dedicó al dibujo, después se pasó a la acuarela, y ya por último al óleo. La pintura de mi padre es, fundamentalmente, figurativa. Utiliza diferentes planos: con figuras, sombras, luces… Como si fueran figuras geométricas. Y el fondo de esos cuadros tiene una influencia abstracta y cubista. Sus pintores favoritos eran Léger, los del arte ruso, como Kandinski… Su último cuadro hubiera sido un homenaje a Picasso, pero ya no le dio tiempo. Y el último último fue el del pelotón de ciclistas. Ese cuadro le llevó un año, y una semana antes de morir le puso la firma.
—Fuera de la pintura, ¿cómo era su parte más humana?
Mi padre era una persona altruista, generosa, equilibrada, ordenada y culta. Aún después de que falleciera, no me encontré una persona que dijera una palabra mala de él, todo eran palabras buenas. Él, cuando fue niño, vivió necesidad con la posguerra, y le tenía mucho aprecio a la Cocina Económica. Pasó una niñez bastante complicada, y llegó a hacer en su día una exposición a beneficio de la Cocina Económica. A él no le importaba el dinero; evidentemente sabía que sus obras tenían un valor, pero le ganaba en otras cosas. En sus cuadros se ve que era un pintor súper limpio, incluso su estudio. Entrabas en cualquier momento, y era el orden. Para mí él era un referente. La familia era lo más importante de todo para él. Mi padre era un gran psicólogo, además. Yo a veces llegaba a su estudio, y solo por mi tono de voz, sabía que algo me pasaba. Y siempre me decía: «Ana, busca tu tiempo». Después de su muerte, y de meterme más en su obra, conecté con él a un nivel mucho más profundo.
—¿Qué proyectos está llevando a cabo actualmente?
—Sacamos una colección de bolsos, en colaboración con el artesano Ricardo Rey. Son tote bags con los dibujos de mi padre. El material es lino, y es serigrafía artística. Están muy bien, porque son lavables, y las hizo Bran Serigrafic, la misma empresa que trabaja para los principales museos nacionales e internacionales. De momento, sacamos seis modelos, todos con dibujos de José Ramón: uno que se llama Gente, otro que sale el Ayuntamiento, uno de sombrillas en la playa, otro de las galerías de la Marina, uno de la Torre de Hércules, y otro de mariscadoras. Son todas en blanco y negro, pero tenemos pensado sacar más modelos más adelante, incluso de cuadros en color, que los tiene preciosos. Además, actualmente, a raíz de las tiendas de los museos, te puedes comprar de todo con la obra del pintor que te guste. Pues esto es igual, es otra forma de llevar al artista contigo. Yo creo que va a tener mucho éxito, porque combina todos los elementos para triunfar. Esto es atemporal, y están muy bien hechas.