Una mujer cumple un año viviendo en una isleta de Cuatro Caminos, en A Coruña
A CORUÑA CIUDAD
El Ayuntamiento quiso ayudarla decenas de veces y ella rechaza toda asistencia
29 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hace ahora un año, de un día para otro, una mujer hizo un pequeño nido en una isleta de Cuatro Caminos, en A Coruña, bajo el viaducto de Alfonso Molina y frente a la iglesia de San Pedro de Mezonzo. Al principio solo tenía un colchón, una manta y un plástico para protegerse de esa lluvia que en A Coruña, a veces, cae de lado. Apenas se la veía. Pero pronto fue ganando espacio y decorando prácticamente toda esa rotonda con lo que encontraba por ahí o le llegaba soplado por el viento. Su espacio está lleno de cachivaches, lo que llama la atención a los miles de conductores o viandantes que a diario circulan por una de las zonas más concurridas de la ciudad.
También pinta. Tiene una caja de colores infantil que utiliza para dibujar dromedarios, corazones, cochecitos y calaveras piratas. Y por las noches se pone una barba postiza. Se supone que duerme así para hacerse pasar por hombre y sentirse más segura. Eso se supone porque ella no quiere hablar con nadie. Se intentó muchas veces y siempre rechazó contar su vida. Ni su nombre quiere dar.
Ni siquiera, a los técnicos de Servicios Sociales, que no han dejado de preocuparse por ella en este año, de ofrecerle todo tipo de ayuda y una alternativa habitacional. La mujer nunca quiso ser asistida. Mucho menos, irse de donde está. Ni albergues, ni habitaciones en pensiones. De ahí no se quiere mover. El día lo pasa entre la isleta que ha convertido en su hogar y la calle Alcalde Marchesi.
No es el primer caso
Su caso es idéntico al de aquella mujer llamada Mercedes que estuvo en una situación parecida. Tenía 63 años. Mal llevados. Los coruñeses la conocieron en el 2017, cuando de la noche al día apareció en el jardín situado junto al colegio de las Esclavas con unos cartones y poco a poco fue obrando su hogar con plásticos y decenas de paraguas de colores abiertos que milagrosamente resistían temporales y no dejaban entrar ni una gota. Decoró el entorno con plantas, cuadros rescatados de la basura, espejos o cualquier objeto que a ella le gustase, y todo el mundo la observaba.
Durante el tiempo que estuvo allí, los medios de comunicación iban contando su día a día y los que paseaban por la zona paraban a verla. Se intentó mil veces convencerla de que aquel no era lugar para ella, ofreciéndole varias instituciones benéficas. Pero Mercedes, en su terquedad, insistía en que allí estaba perfectamente. No había forma de hacerla cambiar de opinión. Hasta que en febrero del 2018, los responsables de los Servicios Sociales de entonces consiguieron lo imposible, que se mudara al Hogar de Sor Eusebia. Aunque más tarde se iría de manera voluntaria.
Con la mujer de Cuatro Caminos está ocurriendo lo mismo. Técnicos de Servicios Sociales acuden todas las semanas con la esperanza de que un día les haga caso y acepte irse a un albergue o residencia. Por la fuerza no se puede llevar. No es un delito dormir en la calle y a nadie se le puede impedir. Cuando, como es el caso, la indigente tienen problemas psiquiátricos, solo un juez puede ordenar su desalojo. Pero para eso la tendría que inhabilitar, un proceso largo y complicado.