Souleymane Diémé: «No es fácil dejar toda tu familia y venir a otro país»
A CORUÑA CIUDAD
Historias como las de Souley, Zang o François arrojan luz sobre los motivos que impulsan a la juventud africana a migrar a A Coruña y la acogida que reciben
21 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Souleymane, Zang y François son tres jóvenes procedentes del oeste de África, que migraron a A Coruña cuando todavía eran menores. Pese a venir en momentos distintos, la ciudad quiso que unos fueran los pilares de los otros. Hoy, años después de su llegada y finalizado su proceso de integración, los une una amistad más allá de fronteras o religiones.
El Dakar de Souley
«Hola, buenas. Soy Souley. Llevo cinco años aquí y vine en avión porque me trajo mi padre». Souleymane Diémé es un senegalés de 20 años, que inició su periplo desde Dakar hasta A Coruña con tan solo 15. «Costó muchísimo». Pese a que su padre ya estaba asentado aquí, dejó a toda su familia atrás. Solo supo con una semana de antelación que la ciudad que conocía se deshacía de él. Tuvo siete días para intentar memorizar las calles de su barrio, las habitaciones de su casa, los detalles de las caras de su gente. El olor de su familia, la risa de sus amigos. Al enterarse de su marcha, se sintió «en realidad feliz pero, en cierto modo, también triste. Triste porque no es fácil dejar toda tu familia en otra parte y luego venir a otro país a buscarte una vida nueva. No es fácil, pero sabíamos que es lo que hay». Con todo, relata que su acogida en la ciudad fue muy buena. Al poco tiempo de su llegada, la suerte quiso que conociera a otro chico en su misma situación.
La sonrisa de África
«Hola, me llamo Zang, Zang Sambou. Soy de Gambia y llevo aquí seis años. Y soy negro». Zang, a diferencia de Souley, vino a A Coruña acompañado de su hermana. Aquí los esperaban sus padres y dos de sus hermanos. Allá, sin embargo, dejaban al resto de su familia. Zang es originario del país más pequeño del África continental: Gambia. Casi de forma poética, Gambia está inscrita en Senegal. Si miramos el mapa, comprobaremos que semejan dos regiones hermanas, abrazadas, portadoras de la misma lengua. Del mismo modo, Zang abrió sus brazos para acoger a Souley. El gambiano luce en su rostro una sonrisa sempiterna, quizás para recordarnos (o recordarse) que su Gambia natal se conoce como «la sonrisa de África» por su forma alargada, la misma que la boca de Zang traza en el mapa de su cara. Es precisamente con esa sonrisa con la que combate los esporádicos comentarios racistas. Para él, lo que más le ayudó a integrarse en la ciudad fue la sociedad: «En el sentido de que pude hablar con todo el mundo. O sea, las personas. Las personas en sí». Personas como la que él mismo fue para Souley. Personas como Fransu fue para él.
Fransu y el fútbol de Guediawaye
François Preira, igual que Souley, viene de Dakar. Pero dentro de esta capital viva y polifacética, Fransu encontraba su infancia en el barrio de Guediawaye. En los balones inquietos chutados en el campo de fútbol de Ndiarème Limamoulaye se halla su esencia. Él es el más veterano de los tres en A Coruña: «Tengo 23 años, trabajo como cocinero y soy de Senegal. Llevo aquí viviendo ocho años y unos cuantos meses. Llegué a España en el 2016». Igual que Zang con Souley, Fransu fue un refugio para Zang cuando este llegó. Hoy en día, y tras años de bagaje, son ya familia. A diferencia de Souley, supo que vendría aquí con años de antelación: «Lo sabía mucho antes. Me lo tomé bien, pero también me sentí un poco triste. No sé, porque tenía ganas, tenía curiosidad de saber cómo era la vida aquí. Pero tampoco quería perder a mis amigos. Entonces es como, quiero y a la vez no. Pero quería vivir eso, quería vivir esa experiencia». Según comenta, la situación en Senegal es muy dispar, dependiendo de cada familia: «Algunos lo pasan muy, muy, muy mal y es la única salida que tienen. Pero otros están muy acomodados, en ningún momento se les pasa por la cabeza marcharse del país. Depende de la situación de cada uno. Pero nadie quiere salir de su propio país, porque al fin y al cabo es donde más cómodos nos sentimos». Igual que Souley y Zang, al llegar a la ciudad se vio acogido por asociaciones y oenegés. Estas tienen como principal objetivo ayudarles con su inserción y adaptación, focalizando su labor en el ámbito idiomático.
«Damos atención y acompañamiento a las personas migrantes », dice Yosehanna Ledesma, técnica de Accem
Yosi es técnica dentro del programa de Atención y Mediación Intercultural de Accem. Esta organización sin ánimo de lucro, situada en la plaza José Toubes Pego, trabaja para mejorar las condiciones de vida de las personas en situación de vulnerabilidad. Basada en el principio de la interculturalidad defienden, tal y como indican en su página web, «la igualdad de derechos, deberes y oportunidades para todas las personas, con independencia de su género, origen nacional o étnico, orientación e identidad sexual, religión, opinión o grupo social». Se encargan, por ende, de detectar qué necesidades tienen las personas migrantes que se instalan en A Coruña. «Nosotros lo que hacemos es dar atención y acompañamiento a las personas migrantes que vienen a vivir a la ciudad», apunta Yosi. «Lo primero es la adquisición del idioma, para que se puedan escolarizar». Ella es una de las profesionales que ayudaron a Zang, y a tantas otras personas como él, a integrarse en nuestra comunidad. «En el caso de Zang, en concreto, la familia es una familia que, además, son nuestros vecinos», recuerda con cariño. «Es un chico con muchas habilidades sociales, muy simpático, muy cercano. Entonces, con el apoyo que nosotros le pudimos dar en el aprendizaje del idioma, junto con su personalidad, pues ya está. O sea, son personas que se adaptaron muy rápido», comenta. Sin embargo, puntualiza que la experiencia de Zang fue «muy amable». Gracias a tener a parte de la familia aquí, ya muy arraigada al barrio de Os Mallos, y su carácter abierto y alegre, pudo vivir una adaptación «más amable». Esa, añade, «es la diferencia entre un caso como el de él y otro: esa red de apoyo que se crea en tejidos sociales comunitarios. No es solamente el trabajo que hicimos desde aquí, desde Accem. No, es el trabajo también que hicieron los vecinos, que hicieron sus padres».
Quizá historias como las de Souley, Zang o Fransu ayuden a paliar la ceguera occidental. Quizá, su integración en nuestra sociedad abra puertas, ventanas y mentes. Quizá cree nuevos lazos que, igual que Accem y el trabajo de Yosi, fomenten la interculturalidad y nuestra humanidad. «A mucha gente le hablas de África y dice: wow, pobreza, hambruna. Y se engañan, pero no es culpa suya, porque la publicidad de aquí solo muestra lo que les interesa. Y África no es solo eso, tiene muchísimas zonas, cada país tiene lugares muy bonitos, que obviamente no se pueden comparar. No digo que esté al nivel de Europa, pero no está tan, tan, tan mal como la gente piensa», concluye François.