Atar y desatar a una orquesta

Hugo Álvarez Domínguez

A CORUÑA CIUDAD

Roberto González Monjas dirigiendo a la OSG en un concierto en octubre.
Roberto González Monjas dirigiendo a la OSG en un concierto en octubre. EDUARDO PEREZ

10 jun 2024 . Actualizado a las 10:24 h.

La Orquesta Sinfónica de Galicia trajo de vuelta el viernes al Palacio de la Ópera de A Coruña a Roberto González-Monjas con dos de las obras más interpretadas del repertorio sinfónico junto a otra menos frecuente de gran calado. Hubo poderío en una noche en la que el titular ató a la orquesta en la primera parte y la desató, en el mejor sentido, en la segunda.

De Pavana para una infanta difunta, González-Monjas dio una versión ágil, rica en dinámicas y matices, con gesto expresivo, resaltando detalles de clase en metales y maderas. Después, una lectura descafeinada del Concierto para violonchelo, de Elgar, con Pablo Ferrández. Aunque nada estuvo fuera de sitio, faltaron vuelo, tensión y emoción desde los primeros compases. No se niega ni el bello y amplio sonido de Ferrández (se recrea) ni su destreza técnica (paseó sin problemas por la compleja escritura de los movimientos segundo y cuarto, y el tercero sonó hermoso) pero faltó sentimiento: el primer movimiento estuvo caído de tensión. González-Monjas, potenciando la presencia del solista, ató a la orquesta en corto y el resultado fue una versión tímida: bien tocada, pero lenta y justa de aliento romántico, emoción y fuerza. Ferrández revalidó su buen sonido regalando Bach.

En la segunda parte, espléndido Concierto para orquesta, de Lutoslawski. González-Monjas y la OSG lo dieron todo. En una obra de descomunal exigencia, el maestro buscó sonido rotundo; al tiempo que calibró balances y detalles, organizando las progresiones con inteligencia. Para el recuerdo el final del primer movimiento (clima mágico), el trabajo de cuerdas, metal y percusión en el segundo o todo el tercero: de ese inicio íntimo que permite lucirse a la cuerda al explosivo final; en una lectura contrastada y sin miedo a excesos meditados que desató ovaciones. La orquesta estuvo portentosa (ahora sí, desatada) y el titular brilla en las obras con las que conecta, con confianza en el conjunto.

Parecía difícil reponerse de un Elgar al que no se le terminó de encontrar el punto; pero la noche acabó con una de las interpretaciones más redondas de la temporada. De estar orgullosos.