No hay peine para este viento

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

En A Coruña no hay quien dome al aire, que tira a transeúntes, rompe paraguas y enloquece árboles

28 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No falla: si hay temporal o amenaza de lluvia, la peor parte cae en el momento en el que se abre la puerta del colegio. En medio de un día de borrasca, cuando parece que amaina y hay una breve tregua, el aguacero de turno decide caer cuando las criaturas salen de clase, protegidas (es un decir) por las capuchas. Corren por ese empedrado convertido en una pista de patinaje, mientras los padres nos agolpamos para recibirlos antes de que se estampen contra el suelo. Nos agolpamos, literalmente, y entre la lluvia, los paraguas y la falta de gafas resulta tremendamente difícil localizar a tu cativo. Menos mal que a los seis años ellos ven y oyen como la mujer biónica, y te reconocen incluso si pareces la novia cadáver porque has dormido poco, trabajado mucho, corrido para coger un bus hasta la bandera y atravesado un paso de peatones azotado por el viento. Porque esa es otra. El viento. El viento en esta ciudad no tiene peine, como en San Sebastián, porque no hay quien lo dome. Es una maraña de aire que se cuela desde Riazor, atraviesa Rubine después de tirar al suelo a unos cuantos transeúntes, y se lanza contra la plaza de Pontevedra con otro mechón desatado que ataca por Modesta Goucoiría y atraviesa la plaza de Pontevedra rompiendo paraguas, enloqueciendo a los árboles del parque y empujando hacia la calle Orzán el chaparrón que caiga en ese momento, a los padres que intentan llegar a la puerta del colegio y a quien se tercie. Lo peor es que una vez que has cogido al retaco, tienes que atravesar la plaza otra vez, y cruzar por Rubine y ese paso de peatones en el que el aire quiere tragarte como un agujero negro, hacia otra dimensión desconocida en la que, seguro, es imposible que sople más fuerte.