Un súper mide el ritmo de la zona casi mejor que la gente que te cruzas por las aceras. Una debería tenerlo en cuenta si quiere cambiar de piso
31 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando uno es fan de las inmobiliarias, descubre descripciones a veces poéticas, otras directamente de ciencia ficción, en ocasiones demasiado frías o demasiado cálidas. Me gustan las que me venden la moto y dicen cosas como «situada en una zona que experimentará notables mejoras urbanísticas». Que lo mismo quiere decir que la alcaldesa acaba de anunciar un proyecto para esa calle o que en realidad, la zona está hecha un asco y solo puede ir a mejor.
También te dicen que tienes todos los servicios a tu alcance: tiendas, colegios, supermercados, alguna estación. Lo del súper es un elemento clave. No porque esté cerca de casa, que también, sino por lo que vende. Y es que tres mudanzas, tres pisos y cuatro súper después, nada supera al primero. No solo era el más grande, sino que tenías la sospecha de que si algo no estaba en sus estantes es que no se fabricaba. Paso a veces por delante y me tienta entrar a ver si allí venden el tahini que no encuentro en el mío. Ni en el que tenía antes más a mano. El cuarto, que era maravilloso, se convirtió en un bazar inmenso y nos dejó sin sus suculentas ofertas, para trasladarse a otro barrio que debe ser más dinámico (esto también es un latiguillo inmobiliario), y en el que les cabía un aparcamiento.
Un súper mide el ritmo de la zona casi mejor que la gente que te cruzas por las aceras. Una debería tenerlo en cuenta si quiere cambiar de piso, y cuando salga de la visita de rigor con la inmobiliaria, buscar el más cercano para ver cómo respira. No es que una lechuga más o menos, o una carnicería más apañada, vayan a ayudarte a decidir si esa casa vale la pena: con el mercado inmobiliario actual, a menos que el súper venda sangre de dragón en conserva, no hay remedio.