Dónde guardar esos momentos en los que la música marca el paso y la ciudad se convierte en refugio e inspiración al mismo tiempo
17 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Les pasa a veces que van por la calle y al levantar la vista, un edificio, un pedazo de cielo, los estorninos en formación, se convierten un momento perfecto. Un fotograma de una película, la frase perfecta del imperfecto guion de los días. A menudo hace falta algo de espacio personal para que esto ocurra. Porque al ritmo que vamos, siempre corriendo para llegar siempre tarde, es difícil fijarse en nada que no sea la cadena de deberes del día.
Hace semanas que detecto que los momentos perfectos son más. Dado que no ha pasado nada, que la vida es la misma, sospecho que todo el cambio viene de otro lugar. Uno en el que consigues caminar más, con la música tan alta que los ruidos de la ciudad desaparecen. La banda sonora cambia, suena Welcome to New York a un volumen poco recomendable, al fondo de Linares Rivas la ciudad parece una explosión de cristales, hormigón, semáforos, palmeras, tráfico, gaviotas. Pero no suenan los coches, no sabes nada de las conversaciones de quienes se cruzan contigo, ni siquiera te escuchas a ti misma. En nada se parece el perfil modernista de Torres y Sáez al de Manhattan, y sin embargo, la luz es igual de brillante que en la canción, te sientes igual de bienvenida por estas calles que cuando aterrizaste en ellas, como si realmente te hubieran estado esperando. Giras la cabeza y ahí está: un pedazo de cielo azul en medio de las nubes plomizas sobre el puerto. Perfecto, efímero, íntimo. Luce ahí para todos pero al mismo tiempo es solo tuyo. Dónde guardar esos momentos en los que la música marca el paso y la ciudad se convierte en refugio e inspiración al mismo tiempo. Catorce años hace que A Coruña abrió sus brazos de mar para acogerme. Y sigue congelando momentos así, solo para mí.