El pasado domingo fallecía Pilar Diéguez, una de las vecinas más longevas y queridas de la Ciudad Vieja. Sus amigos del barrio se movilizaron para que el Concello le pusiese un banco enfrente de casa
03 oct 2023 . Actualizado a las 17:20 h.David puede sentirse orgulloso. Estuvo prácticamente hasta el final con su abuela Pilar, en esa casa de la calle Cortaduría donde esta mujer de 91 años pasó más de medio siglo tejiendo historias, recuerdos y lazos de amistad. El domingo la dejó a las 13.30 horas, tranquilo, sabiendo que los residentes de la zona se encargaban de ayudarla cuando la familia no estaba presente. Así fue, de hecho, como uno de los vecinos se la encontró al final de la tarde ya sin vida. Pilar murió a causa de un ictus, dejando al barrio desolado, y un banco de luto.
«Estamos muy afectados, era muy mayor pero de cabeza estaba muy lúcida, por eso nos sorprendió tanto el fallecimiento. Me va a costar mucho ir por esa calle, pasar por delante del banco en el que siempre estaba sentada y que ahora no esté». David siente un profundo agradecimiento a la generosidad que en todo momento mostraron los vecinos de Pilar, que el pasado año iniciaron una campaña en redes sociales para que el Concello le pusiese un asiento a Pilar delante de casa, y así pudiese tomar el aire y charlar con los viandantes, ya que los fuertes dolores que sufría en las piernas le impedían ya dar paseos. Pilar fue parte activa de esta misión, y dirigiéndose directamente al concejal de Urbanismo, Vivenda, Infraestruturas e Mobilidade, Francisco Díaz Gallego, pedía «un banquito bueno». Recogió el guante: «Las actuaciones que llevamos a cabo desde la concejalía tienen como objetivo mejorar la calidad de vida de las personas y, a veces, con pequeñas cosas como poner un banco, se consiguen esos objetivos», explicó.
El barrio se siente en deuda con Pilar, bastión de esa generación de coruñeses que pese a las dificultades echó raíces en una zona que no es precisamente una nube de algodón para los ancianos. Esta mujer asistió a los vaivenes que moldearon la Ciudad Vieja en los últimos cincuenta años; un barrio histórico que pasó sin pena ni gloria en las listas de deseos municipales, al menos hasta que la gentrificación tocó la puerta de la ciudad herculina. Posiblemente Pilar no se tomó nunca un vermú en Caldito ni se asomó al tardeo de la plaza de Azcárraga, pero formó parte de esa otra cara del barrio, la que le otorga su verdadera identidad. Por eso ocurría en Cortaduría lo que sería impensable en otras zonas, donde saludar al vecino en el ascensor es un gesto de amabilidad insospechada. Pilar tenía pescado fresco gracias a sus vecinos. También charlas que le permitían combatir la soledad y tener la mente ágil, y la colaboración de todos cuando la salud se resentía, que a su edad no eran pocas veces.
Se le devolvió un cariño en vida que continuará tras su muerte. Como indicaban desde la Asociación de Veciños da Cidade Vella, el viernes en el pregón de las Festas do Rosario habrá un recuerdo especial para ella.