El joven de A Coruña al que nunca besaron ni acariciaron de niño tiene ocho ofertas de empleo sobre la mesa

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

El relato de este joven usuario de Padre Rubinos con una vida llena de desgracias conmovió a numerosos empresarios

18 may 2023 . Actualizado a las 10:31 h.

Antonio, el chico que se crio solo, por fin se ríe. Le llegó tarde una alegría. Ya le puede decir a su hija que «papá tiene un trabajo» y que pronto podrá darle todo lo que a él no le dieron. Un beso junto a un columpio, una ranita de chocolate en la confitería, ver juntos La Sirenita... Creció sin compañía este joven de 23 años y usuario de la institución benéfica Padre Rubinos. Hace una semana le contaba a La Voz lo dura que había sido su vida. Bajo el titular «Me crie solo. Nunca me dieron un beso ni una caricia. Ni un regalo de cumpleaños», se relataba una infancia sin padres ni cariño por ningún lado. Una sufrida adolescencia con una familia de acogida a la que «lo único que le interesaba era el dinero que le daba la Administración por acogerme». Cuando se hizo mayor ya era un hombre. Llevaba trabajando desde los 14, la pandemia lo envió al paro y no tenía formación. Llamó a la puerta de Padre Rubinos y ahí se enamoraron de él. Se encontraron «con un chaval educado y formidable, trabajador y obsesionado con aprender», según cuenta Mónica Rioboo, directora del Centro Integrado de Atención Social. Y ahí está, realizando cursos de formación.

Nada más salir publicada su biografía, empresarios de toda Galicia y hasta de Zamora, conmovidos por su relato, llamaron al periódico y a la entidad benéfica donde reside ofreciéndole un puesto de trabajo. Se interesaron en él responsables de una empresa textil de Boiro, la fundación Ingada le ofreció una valoración y acompañamiento de su inclusión, una empresa de fontanería de Santiago, una firma que lo veía como un buen técnico para ayudar a menores, un negocio de hostelería en Zamora, una tienda de sofás en A Coruña y hasta una empresa de trabajo temporal, que se comprometió a encajarlo en un trabajo.

«Ahora soy un hombre muy feliz», dice. Aconsejado por los orientadores de Padre Rubinos, ha decidido terminar la formación que ahora comenzó y compaginarla con un trabajo. «Ya podré ayudar a mi hija y estar con ella, darle todo lo que necesita, pues es lo que más quiero en este mundo», dice Antonio.

Hace una semana contaba que nació en Portugal. «Mi madre era una mujer maltratada y mi padre un alcohólico. No supe nunca lo que es tener una familia. Porque ya a los dos años me ingresaron en un centro de menores», recuerda. Estuvo hasta los siete, cuando lo enviaron, junto a su hermano, a Ourense. Allí estuvo en otra entidad benéfica. «Quisieron adoptarme. Pero solo a mí, no a mi hermano, que tenía problemas de hiperactividad. No quise. Les dije que o los dos o ninguno. Y salió ninguno». Continuó hasta que fueron dados en acogida. «Si ya antes mi vida era triste, aquello fue de mis peores recuerdos. A aquella familia solo le interesaba el dinero que le daban por tenernos», cuenta. Y si en casa estaba mal, en el colegio fue mucho peor, pues sufrió acoso escolar por parte de algunos compañeros. Comenzó a trabajar a los 14. Tenía que entregar el sueldo en casa.