«Parece que antes de la Movida no había nada, se olvida a los pioneros»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

El músico Jaime Zelada, miembro de Los Brincos
El músico Jaime Zelada, miembro de Los Brincos

El músico coruñés actúa este sábado en Santa Margarita con Los Brincos

27 mar 2023 . Actualizado a las 08:13 h.

El parque de Santa Margarita de A Coruña acoge este sábado la Fiesta de la Primavera, un evento organizado por el Ayuntamiento en el que durante toda la jornada habrá actividades que culminarán con el concierto de toda una leyenda del pop español: Los Brincos. En las filas de la banda que inmortalizó clásicos como Mejor o Lola milita está desde hace unos diez años el coruñés Jaime Zelada (A Coruña, 1978), aunque su relación viene de mucho más atrás.

—Habla de Los Brincos como si fueran su familia.

—Es que mi padre y mis tíos fueron compañeros de colegio de los hermanos Morales, Junior, Ricky y Miguel. Tuvieron grupos juntos, antes de los Brincos. Son como parte de mi familia. El hecho de que mi padre estuviese en el principio de todo con los que luego serían Los Brincos y que ahora, tantos años después, esté yo actuando con ellos, cierra el círculo de alguna manera. De los originales, de aquella época, solo queda el cantante, Miguel Morales. Y está también Félix Arribas en la batería, que tocaba con los Pekenikes.

—¿Cómo entró en el grupo?

—En mi familia lo de tocar música es como ver la tele. Tocaba con mi padre en el salón de casa y, cuando venía Miguel Morales, se unía. Por eso cuando retomaron el grupo me llamaron para que me ocupase de los teclados y los arreglos. Imagínate la ilusión que me hizo.

—Como arreglista, ¿cómo se enfrenta uno a un repertorio que es parte del acervo cultural de todos los españoles?

—Con un respeto monumental. Pero al mismo tiempo es inevitable que le ponga algo de sal y pimienta a la cosa. Es lo que esperan de mi, así que hacemos algunos arreglos más actuales. Tampoco es que metamos reguetón, pero en directo metemos algún solo para refrescar la cosa. Eso sí, siempre desde el respeto más absoluto a las canciones.

—¿Algún tema al que le tenga especial cariño?

—Curiosamente la canción que más me emociona no es de Los Brincos, sino de Juan y Junior, a los que hacemos un homenaje. Son fundadores del grupo, al fin y al cabo. Con Anduriña se me ponen los pelos de punta, no lo puedo evitar. Y, por supuesto, cuando caen los temas más míticos —Flamenco, Mejor, Un sorbito de champán...—, ver la reacción del público es increíble. Por muchas veces que hayas tocado estas canciones no deja de impactar ver a gente de todas las edades totalmente emocionada, hasta llorando. Así es.

—De alguna manera queda una deuda pendiente con los pioneros del pop en España.

—Quedan en activo Miguel Ríos, Raphael y poco más. Pero es algo que comentamos muy a menudo. Da la impresión de que todo empezó en los ochenta con la Movida, que antes no hubo nada en España. A los pioneros se les tiene olvidados y se merecen mucho más reconocimiento. Todos los festivales que se hacen jugando un poco con la nostalgia, y que se llenan, van a los ochenta. No sé si es que se asocia con una época políticamente oscura, pero es una pena porque hay ahí unos músicos y unos compositores increíbles.

—Y lo suyo con la música, ¿de dónde viene?

—Nací tocando el piano, como quien dice. Mi padre no era músico profesional, pero era buenísimo y sentía la música de un modo muy especial. Y en casa teníamos un pequeño estudio de música que terminó siendo mi habitación. Iba sacando los cursos, pero claro, con el piano, la batería, la mesa de mezclas... Todos esos juguetes al lado de la mesa de estudio... La tentación era muy fuerte para un niño. Así que la música estuvo siempre ahí. De hecho, de pequeño en el colegio le preguntaba a los niños qué instrumento tocaban, como quien pregunta de qué equipo de fútbol eres, porque me parecía lo normal que la gente hiciese música. Con el tiempo me di cuenta de que podía ser una profesión. Estudié en Presto Vivace, en el Conservatorio de A Coruña, en la escuela L’Aula de Barcelona y en la Escuela de Música Creativa de Madrid. Pero mis padres siempre me lo dejaron claro, que tenía que tener una titulación aparte, por si acaso. Así que terminé haciendo Comunicación Audiovisual, y me convertí en el músico de todos los cortos y piezas que se hacían en la universidad.

«Cuando tocaba en cruceros y bajaba a puerto, miraba al barco y sentía que esa era mi casa»

Jaime Zelada sabe bien que la vida de músico no siempre es girar por grandes escenarios con bandas legendarias: «Para vivir de la música tienes que estar a varios frentes. He hecho y hago de todo», asegura

—Ha tocado no solo en tierra, sino también en alta mar.

—Cuando empezó la crisis del 2008 no salía nada de trabajo como músico. La cultura fue lo primero en caer. Así que con una compañera cantante nos presentamos a un cásting que buscaba músicos para cruceros y nos cogieron. Al final estuve hasta el 2016. Me recorrí el Mediterráneo, Asia, Rusia... Una gozada, pero es un trabajo duro. Eres tripulación, y estás todo el rato metido en el barco, menos un par de horas que bajas a la ciudad que toque. Me sentía como el protagonista de Novecento, de Baricco: cuando bajaba a puerto miraba hacia atrás y sentía que el barco era mi casa. He hecho un sinfín de trabajos en hoteles, restaurantes, bodas... Es la mejor formación que hay. Claro, lo que cuentas es que estás con Los Brincos o girando por España con Tennessee, con los que llevo años tocando.

—Incluso ha hecho teatro.

—Justo el 5 de marzo del 2020 estrené en el Fernán Gómez una obra titulada Cantar las cuarenta, con Manuel Ramos. Era un monólogo en el que repasaba sus cuarenta años de vida y lo hacía a través de canciones que le fueron marcando. Y yo estaba ahí tocándolas y dándole la réplica con el texto. Pero claro, en unos días nos confinaron. Así que tuvimos que esperar a septiembre del 2020 para reestrenarla. Fue algo vital para mi. Los músicos no teníamos nada, ni salas ni giras. Pero al menos, todos los viernes y sábados tenía esta función. Me mantuvo vivo y me ayudó a recordar lo que soy, un músico.