Nadia Nikitina: «Como bailarina rusa he visto mucho mundo, pero me enamoré de A Coruña»

Loreto Silvoso
loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

La bailarina rusa Nadia Nikitina es instructora en el estudio Pilates y Danza de la calle Real de A Coruña.
La bailarina rusa Nadia Nikitina es instructora en el estudio Pilates y Danza de la calle Real de A Coruña. MIGUEL MIRAMONTES

Hasta llegar aquí actuó como primera bailarina de la Compañía de los Cosacos de Krasnodar por toda Europa y Estados Unidos

26 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando la bailarina rusa Nadia Nikitina conoció el paseo marítimo de A Coruña, decidió quedarse a vivir en esta ciudad para siempre. Han pasado veintiún años de eso y se siente como en casa. «Aquí soy feliz», dice, mientras prepara la siguiente clase de pilates en el estudio de Bárbara Aradas en la calle Real.

—¿Qué hace en A Coruña la que fue primera bailarina del Ballet Cosaco de Krasnodar?

—Creo que fue el destino. Tenía claro que quería vivir fuera, probar esta vida era como un sueño.

—¿Le daba igual el lugar?

—No, España siempre fue algo que deseé. Me atraían su cultura, el baile flamenco, los toros...

—Fue una alumna brillante.

—Toda mi vida ha estado unida a la danza. Estudié en Krasnodar y muy pronto entré en una compañía de estudiantes con la que empecé a viajar por Europa y Estados Unidos. Luego fiché por el Ballet Cosaco de Krasnodar con el que estuve como primera bailarina hasta los 28 años.

—¿Qué recuerda de aquello?

—Actuamos en Nueva York, Texas, Las Vegas [muestra recortes de periódico de la época] y en muchos otros países hasta que decidí venirme a España. He visto mucho mundo, pero me enamoré de A Coruña y aquí está mi hogar [vive en Monte Alto].

—¿Se vino sola?

—Vine con mi pareja de entonces. Era trompetista y tuvo una oferta para trabajar en orquestas.

—¿Se acuerda del primer día?

—Sí. Cuando llegué me sentí como en casa. Todavía no sabía si tenía alguna posibilidad de quedarme aquí, pero iba por el paseo marítimo y en mi cabeza pensaba que los coruñeses son unos auténticos privilegiados. Esta ciudad es preciosa. Además, tuve suerte y encontré a una gente excepcional, como mi amiga Mar.

—¿Le costó encontrar trabajo?

—Aparqué la danza de mi vida y empecé a trabajar de camarera y cuidando niños en A Coruña. Pasaron unos ocho años y un día me llamó la pintora María Fernanda Candal para proponerme que fuera su entrenadora personal. Me dijo que quería ganar resistencia, que el deporte entrase en su vida. Empezamos en el parque de Oza y hasta hoy.

—Regresó a su origen laboral.

—Me formé como instructora de pilates, fitness, quiromasaje, reflexología podal, nutrición... Y mi sueño es seguir estudiando.

—¿Qué tal le va?

—Muy bien, aquí soy feliz. Gracias al boca a boca, ahora tengo bastantes alumnos. ¡Tengo hasta lista de espera para las clases individuales! Después encontré este estudio, Pilates y Danza. Necesitaban una persona que les cubriera las clases de pilates y ballet y aquí estoy desde el 2016. Impartimos el ballet barré con el propio método que patentó Bárbara. Es muy bonito porque tenemos alumnas de todas las edades en nuestras clases de ballet clásico para adultos. Vienen chicas de 20, 30 y de 50 años, que no tuvieron oportunidad de empezar a bailar de pequeñas y ahora están haciendo realidad su sueño. También entré a trabajar en los centros cívicos de A Coruña y ahora estoy en el de Monelos.

—¿Qué pasó con el trompetista?

—Se fue en el 2011. Hace seis años conocí en A Coruña a una persona de la que estoy profundamente enamorada. De hecho, esta semana hemos ido al Registro porque nos vamos a casar.

—¡Enhorabuena!

—Se llama Javier y ya es mi familia. Me pidió que nos casáramos con una fiesta sorpresa con motivo de mi cincuenta cumpleaños. Fue precioso. ¡Hasta vinieron mis alumnos de aquí!

Todo por la danza: La vida de Nadia Nikitina no se entiende sin la danza. Desde bien pequeña empezó a demostrar sus dotes para el baile. Estudió coreografía en la Academia Estatal de Arte de Krasnodar (Rusia) y hasta los 28 años viajó por todo el mundo como bailarina de la Compañía de Cosacos.

«Echo de menos a mi madre, pero no hay vuelos directos a Rusia ni visados para países europeos»

Mide sus palabras con la precisión de un demi-plié. Se cumple un año de la guerra de Ucrania y la preocupación por su familia invade los pensamientos de Nadia Nikitina, bailarina rusa pero casi tan coruñesa como la calle Real, donde trabaja ahora.

—Un año de guerra sin un final cercano. ¿Cómo lo lleva?

—Con incertidumbre, ansiedad y mucha tristeza por la gente que está muriendo. Yo no entiendo las guerras.

—¿Echa de menos su país?

—Echo de menos a mi familia, a mi madre, pero no hay vuelos directos a Rusia ni visados para países europeos.

—¿Cómo llevan sus familiares y amigos que están en Rusia las consecuencias de las sanciones?

—Están en una crisis permanente. Siempre falta algo. Ya veníamos de pasar una pandemia y es duro. No puedes enviarles ayuda porque no hay vías abiertas para entregarles el dinero. La situación es muy trágica, dramática y difícil. De la incredulidad pasamos a la impotencia.

—¿Cuáles son las principales diferencias culturales con su país?

—Sí veo que los españoles viven fuera y los rusos dentro. A los rusos nos gusta mucho ir a casa del otro y siempre vamos con algo, unos bombones o una tarta para tomar el té.

—¿Lo del vodka es un tópico?

—Es un tópico, sí. Lo que más tomamos los rusos es té.

—A pesar de la guerra, terminemos esta charla con una sonrisa.

—Cuando empecé a trabajar aquí de camarera, mi vocabulario era muy escaso. Le llevé una caña a un señor y me pidió La Voz de Galicia. Se la doy y me dice: «¿Y cortezas?». Y le contesté que teníamos La Voz de Galicia y el Marca pero cortezas, no. No sabía ni que existían y pensé que me pedía otro periódico más [risas].