La historia de las hermanas Freiesleben, las danesas atraídas por las orcas a A Coruña

m. CARNEIRO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Llegaron en septiembre con la idea de cruzar al Caribe y el temor a un ataque las redimió con un «afortunado» invierno en la  dársena histórica a bordo de su velero Aloysius

08 ene 2023 . Actualizado a las 23:19 h.

Alma, Flora y Elvira tienen el vocabulario en castellano de un niño de 3 o 4 años, y pocos de los curiosos que las miran sentadas en una mesa al lado de la ventana del Dársena mejoran esa competencia lingüística en inglés. Una hace ganchillo, otra lee una novela y la tercera maneja un ordenador portátil. Al otro lado del cristal, las drizas de los barcos del Náutico de A Coruña repiquetean contra los palos en su tradicional concierto navideño, pero desde donde se encuentran las tres hermanas la visión se concentra en uno de los veleros aplomado por un mástil que sobresale a lo lejos por encima del resto. Es el Aloysius, un 46 pies que flota amarrado en la dársena histórica a la espera de que sus dueñas decidan volver a casa.

«El nombre debe de venir de los alisios», dice alguien sobre los vientos planetarios que los anglosajones denominan «del comercio» por su contribución a las rutas de transporte marítimo surcadas por veleros hasta entrado el siglo XX. Soplan de este a oeste, entre el anticiclón de las Azores y el Ecuador, lejos del rumbo que siguieron las tres mujeres desde Copenhague hasta A Coruña. En realidad el nombre del barco, elegido por Flora, la del medio, tiene que ver con un personaje de una serie de televisión, aunque no se descarta la relación con el oso de peluche de uno de los protagonistas de Retorno a Brideshead.

Las hermanas Freiesleben tienen 26, 23 y 20 años. Llevan el apellido materno, como es costumbre en Dinamarca, y ninguna de las tres puede explicar por qué su madre, danesa con apellido alemán, decidió bautizar a sus hijas con nombres latinos. Falleció hace 13 años pero de alguna manera alienta el viaje. En los peores meses del coronavirus las chicas se reunieron en la casa de verano de su padre en Rorvig, un pueblo pesquero de mil habitantes a una hora de la capital, y entre paseos en barco, ganchillo y lecturas recuperaron la felicidad de estar juntas. «En nuestro país a los 18 o 20 años nos vamos de casa y empezamos a trabajar para pagarnos los estudios», explica Flora, que estudia Psicología y trabaja en la Ópera de Copenhague. Elvira, que esta semana tuvo que volar a su país aunque volverá, ingresará este año en la universidad, y Alma es ingeniera de datos. Cada una vive por su cuenta. Poco se ven. «Teníamos unos ahorros y pensamos pasar un año en el barco para estar juntas y conocernos mejor», cuenta la mayor, experta navegante por herencia paterna, al contrario que sus hermanas, que literalmente «odiaban» el mar y acabaron embarcadas en una aventura que «al principio sonaba a broma».

En julio del 2022 el Aloysius cruzó el canal navegable de Kiel y puso rumbo a A Coruña. Tenían un año por delante para cruzar el Atlántico, llegar al Caribe y regresar. Dejaron atrás Harlingen, Ámsterdam, Cherbourg, Treguier, Soreham y la isla de Guernsey, en el Canal de la Mancha, y en el Cantábrico empezaron a oír hablar de orcas. La navegación a vela, exigente y agotadora, no hizo mella en el amor fraternal. «¡No! Nos llevamos muy bien, no discutimos, nos ayudamos en todo», dice Flora.

A mediados de septiembre vislumbraron el faro de Hércules y encendieron el motor para iniciar la maniobra de entrada en el puerto coruñés, estratégico para los navegantes del siglo XIV y del XXI. En los pantalanes la palabra «orca» sonaba en una batería de idiomas. Decidieron quedarse.

«Nos sentimos muy afortunadas por estar aquí, la ciudad es muy hospitalaria, adoramos A Coruña», celebra Flora. En cuatro meses se aficionaron a las zamburiñas, las navajas, el pulpo y la tortilla; descubrieron los senderos de la Torre para sus exploraciones diarias y se hicieron voluntarias del comedor social del Ejército de Salvación, una organización protestante con oficina en Santa Margarita. Alma trabaja en línea como traductora simultánea, y con algunos propietarios acordaron atender los barcos, revisar los cabos y que todo esté en orden a cambio de un pequeño estipendio. En abril volverán al Norte. ¿Qué recordarán? «A las personas —responde Flora—, a Pablo [un amigo que les ayuda a trazar la ruta de regreso y hace de traductor] y a Yohnno [un joven navegante holandés que también pasa unos meses en A Coruña]». Les queda algo por hacer. «Una queimada», balbucea. En el Aloysius o donde las inviten.

«Todo el mundo habla de A Coruña»

«Todo el mundo allí habla de A Coruña», cuenta Alma Freiesleben de la familiaridad con que los navegantes del norte de Europa citan a la ciudad, punto logístico de primer orden en las rutas hacia el Mediterráneo, África y América. Con esa confianza se encontraron las tres hermanas con tripulaciones de toda Europa en su entrada en la Dársena a mediados de septiembre. Diez barcos de la pandilla que formaron en los pantalanes decidieron continuar el viaje juntos. Cinco sufrieron ataques de orcas y tuvieron que regresar al puerto. Las tres hermanas, que querían cruzar al Caribe, decidieron pasar el invierno en Galicia.