
Una cena en solitario, confinado a causa del virus
07 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Hay Navidades que uno no olvidará fácilmente. Como esta. Coruña, día 24, cuatro de la tarde: «Vamos, chicos. Aunque estamos de maravilla, libres de virus y demás patuleas, tenemos invitados a cenar y por precaución será mejor que nos hagamos un test. Van a dar negativo, sí, pero es mejor prevenir...». Bueno, pues dieron todos negativo, menos el mío. El veredicto: covid-19, y con una marca de un rojo Caperucita que disipaba cualquier duda. Ni fiebre, ni dolor, ni una mísera tos... Asintomático, pero positivo.
Los primeros pensamientos, frustración e indignación: un año, un año entero soñando con una Nochebuena sin restricciones, con deliciosos manjares de la plaza de Lugo..., y todo al garete en un instante. Adiós, cena de Nochebuena en familia (y comida de Navidad); hola, confinamiento forzoso en una habitación. «¡Por qué no me habré puesto la mascarilla unos días antes!», maldije.
Después de la frustración, la esperanza: «Bueno, a ver si dentro de lo malo estoy saliendo ya del proceso y consigo salvar al menos la cena de Nochevieja. Sí, seguro que en pocos días el test ya saldrá negativo».
Y tras la esperanza, la resignación. Día 31 de diciembre, doce menos cuarto de la noche: solo en la habitación, preparo la copa con covid para brindar conmigo mismo por un 2023 que no será difícil que mejore a su antecesor.
No sé hasta qué punto tienen los chinos la culpa de todo esto, pero lo cierto es que mi empatía con ese pueblo pasa hoy por horas muy bajas. Puedo dar fe de que en Coruña hay covid, y bastante, con asintomáticos que van sembrando el virus sin enterarse, así que, si aceptan una recomendación, háganse un test si tienen estos días banquetes con invitados, aun a riesgo de comerse a solas el pollo en pepitoria. Salud.