El hogar unipersonal que más crece en A Coruña, el de los mayores de 65

A CORUÑA CIUDAD

Perdieron a sus parejas y sus hijos viven en otros domicilios con sus familias; ellos reivindican su autosuficiencia, que no está reñida con la compañía, imprescindible

24 dic 2022 . Actualizado a las 09:11 h.

Los cambios se producen tan rápido que apenas da tiempo a digerirlos. En unas décadas, en la familia gallega ha pasado de imperar el modelo mediterráneo a ir ganando posiciones el nórdico, con hogares más pequeños, unipersonales. Dentro de esta modalidad, hay una tipología que no para de crecer: la de los jubilados que viven solos. Con especial incidencia en los ámbitos urbanos. En A Coruña, según los datos que refleja el Instituto Galego de Estatística (IGE), de los 32.493 hogares compuestos por un solo residente, en un 85 % de los casos se trata de personas retiradas. Suponen el 26 % de los hogares de la ciudad y son un 32 % más que hace un decenio.

Una particularidad que constata la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría es que, mientras hasta los 65 años la mayoría de las personas que viven solas son varones, a partir de esa edad crece, «de una forma espectacular», apostillan, el grupo de mujeres. «Hay factores que influyen, la longevidad o la viudedad», apuntan. Con una esperanza de vida al alza, de 86,3 años ellas, y de 80,44 años ellos, la tendencia parece imparable.

Para permitir y alargar la independencia de los mayores con autonomía que quieren seguir en sus casas, distintas asociaciones ofrecen programas de acompañamiento o actividades en grupo para paliar la soledad.

A través de la Cruz Roja de A Coruña conocemos cuatro de estos casos. Son dos vecinas y dos vecinos de la ciudad que participan en diferentes programas, desde canto a los cursos de digitalización. Además, son usuarios de la Teleasistencia, el botón que pueden pulsar si se sienten indispuestos o hay un percance. Destacan una cifra, de los 4.647 usuarios de la entidad en el municipio, 3.647 son mujeres.

La mayor, con 86 años

Otilia Cacheda es la mayor del grupo. Nació en el 36. Cuando llegamos estaba leyendo Memoria de un miliciano, «me lo trajo mi hija. Desde que enviudé, los libros son mi marido. Yo aprendí a leer sola, era la novena de diez hermanos. En casa, abriendo cajones, encontré unos libros en castellano antiguo... Levoumos o cura, doume moita rabia», dice con una mueca pícara. Es pura retranca: «Cuando me miro en el espejo, digo, ‘‘¡pero si cada vez parezco más mi madre, y soy Otilia!''».

El belén del recibidor es creación suya. Cose, en el desván del edificio tiene su taller, y ella sola se encarga de la limpieza de la casa y se prepara su comida. «Son de Vila de Cruces, da aldea de Cumeiro. O meu marido, Pablo, era policía e estivemos moitos anos vivindo en Cádiz. Gustábame moito. Despois, destinárono aquí», cuenta Otilia, que salta del castellano al gallego.

No tiene nietos pero sí una hija de la que habla con orgullo y que es profesora en Cee. Los viernes viene y pasan el fin de semana juntas. Confiesa que no le gustan las residencias y su principal achaque es una neuropatía. «La hora a la que me siento sola es por la noche, cuando llego a casa. Es cuando más pienso. Yo no soy de estar sola, pero llevo muchísimos años sola desde que murió mi marido», dice.

Criada en una casa siempre llena de gente, habla de cómo ha cambiado todo. «A veces me dicen: ‘‘Por que non vas vivir coa túa filla?''», a lo que Otilia responde: «E por que non vas ti!», se ríe. «Cee está a 100 kilómetros, como Vila de Cruces. Allí no conozco a nadie, aquí tengo mis amigas, mis sitios. Siempre tengo algo que hacer. Desde que murió mi marido, me metí en mil cosas. A los 57 años me hice voluntaria. Acompañaba a mayores».

Cuidar la ilusión

Andrés Reus quedó viudo en el 2007 y su dos hijos, un hijo y una hija, viven en sus respectivas casas, con sus familias, en San Pedro de Nós y en Cecebre. «Tengo cuatro nietos», presume. Valenciano de 80 años, su trabajo de comercial lo trajo hasta A Coruña, donde vive en su piso con vistas a la torre de control marítimo.

«Vivir solo a mí no me hace. La soledad es muy mala, sobre todo, cuando se conoce a una mujer como la que yo tenía, estupenda, Emilia, era profesora...», hace una pausa. «Cuando me sentía solo, bajaba al coche y daba una vuelta por donde fuese con tal de ver vida, gente. Por eso ahora voy a la Cruz Roja, te cubre muchas cosas ir a sus actividades. Voy a canto, antes estuve en una coral», cuenta Andrés. Es un hombre vitalista, fiel a sus rutinas y activo. «¿El futuro dentro de 10 años? No me lo planteo. Vivo como cuando tenía 14 años. El ahora. Hay gente que se encierra, yo miro para adelante, sino, te quedas quieto y amargado. ¿Una residencia? No, me gusta la independencia, sino, mis hijos me imagino que se harán cargo. Me imagino», sonríe.

Andrés tampoco ha perdido la ilusión. «Tengo una amiga, un año mayor que yo, que conocí en la Cruz Roja. Quedamos para dar paseos y nos llamamos por teléfono para saber cómo estamos. Hay caracteres y caracteres, yo soy muy sociable, era comercial».

Como Andrés, Marita Seijo, de 83 años, perdió a su marido en el 2007. «Vivo sola desde que falleció. Se me puso malo en Nochebuena, de un cáncer. Tenía 68 años. Mis tres hijas están casadas y tienen su propia vida. Necesitan privacidad e independencia. La mayor está en Perú y la pequeña vive cerca. No hay día que no me llame si no viene por aquí. Los domingos estoy con ella y mi nieta. Me trajeron a Bady hace dos años. Estoy encantada con ella, es como tener a un familiar al lado. Le entiendo todo y ella me entiende», dice acariciando a la perrita, que no la deja sola.

Dibuja y escribe poesía. Incluso redacta sus memorias. «Son 83 años, hay algunas cosas que me cuestan más que otras, pero las voy haciendo. Hay momentos en mi vida en los que me acuerdo mucho de mi familia. Ahora me veo muy sola. Me quedan los recuerdos, los años con Antonio los viví muy feliz, viajábamos mucho», destaca con una sonrisa.

La Nochebuena la celebran en su casa y la cena de Fin de Año. «Soy una persona muy activa y las actividades a las que voy de la Cruz Roja me hacen mucho bien. He conocido a mucha gente. Muchas de las amistades que tenía eran parejas con las que quedaba con mi esposo. ¿Qué pinto con ellos?», se pregunta Marita. Para cuando no pueda valerse por sí misma, no descarta una residencia, el problema «es que son muy caras», lamenta. «¿Qué me alegra los días? Saber que mis hijas estén bien», afirma.

Empezar de cero a los 73

James Josep Duran es californiano de abuelos irlandeses. Profesor de lenguas africanas en Nairobi o Irlanda, aterrizó en A Coruña hace 11 años y a los 73 empezó de cero. «Llegué como turista y dije, ‘‘voy a jubilarme aquí''. Estoy integrado, aunque esté aislado en este pisito, estoy en contacto con gente, con amigos, voy a actividades como informática para mayores o gimnasia en Riazor. No me siento solo, abandonado. Soy independiente», relata.

«¿Sabes? Los pobres no tenemos el miedo de la clase media: llegar a viejos desposeídos», defiende. Sobre los jóvenes, reconoce que no piensan «algún día voy a ser anciano, voy a morir», pero los entiende. «Son así, no pueden imaginar el futuro a largo plazo. Hay ancianos que se quejan de los jóvenes, pero también hay ancianos muy abruptos. Es muy importante que seamos solidarios entre los mayores. Preguntar cómo estás, como me pregunta María Luisa cuando pasan dos días y no voy a por el pan».

  • LA NUEVA REALIDAD: EL 24 % DE LOS HOGARES SON UNIPERSONALES EN GALICIA, EN EL 2001 ERAN EL 17?%

«Cuando empecé a trabajar, en el 98 lo llamábamos el síndrome del nido vacío, ahora es la soledad no deseada o sobrevenida, cuando está vinculada a una pérdida, como la de la pareja, o a no tener un contacto con los hijos en la medida o modo que uno quisiera», describe Manuel Gandoy, profesor en la USC y experto en Gerontología. Apunta: «Están la soledad real y la percibida. Pueden estar conviviendo con familiares, pero sentirse solos». En total, los hogares unipersonales suponen el 24,5 % de todos los gallegos, dentro de una decenio y medio, en el 2035, serán el 33,3 % según las proyecciones demográficas. En el 2001 eran el 17,3 %, es decir, 177.476 gallegos que no tenían compañía en sus casas cuando arrancó el siglo XXI. Ahora son 285.400.  Dentro de este grupo hay que diferenciar a los que son mayores de 65 años. Actualmente, en toda Galicia, hay unos 126.000 mayores de 65 años que viven solos, más de 97.000 son mujeres.

  • ESPERANZA DE VIDA: ESTAMOS ENTRE LOS DIEZ PAÍSES CON MAYOR ESPERANZA SALUDABLE

«No hay una edad o punto de corte desde la que alguien deja de ser autónomo», apunta Gandoy. La pedagoga coruñesa María Fernández, especialista en desarrollo cognitivo, destaca: «Si viven solos y están aislados, su calidad de vida y su desarrollo cognitivo empeoran. Es esencial que mantengan el contacto y las rutinas. La conciliación con los mayores es mucho más complicada. Estar con ellos solo se percibe muchas veces como un trabajo, más que un disfrute con la familia, como sentimos con los hijos». La esperanza de vida en Galicia es de 83,7 años. Somos una de las regiones de Europa donde es más elevada. 

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Santi M. Amil

Jose María Failde, presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía: «Es un estereotipo, los mayores no son más frágiles emocionalmente, todo lo contrario»

«Si nos hacen la pregunta, seguramente la mayoría digamos lo mismo: que queremos envejecer con autonomía, en nuestro hogar, en nuestro entorno, pero esto no significa que no necesitemos contacto social ni familiar», apunta Jose María Failde Garrido. El profesor de la Universidade de Vigo en el campus de Ourense es también el presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía. Experto en educación social, hace una advertencia: «Vivimos en una sociedad edadista».

-Los mayores dicen muchas veces que sienten que estorban. ¿Es eso lo que quiere decir con sociedad edadista?

-La sociedad actual no valora a las personas mayores. «Es muy mayor, hay que dejar paso a los jóvenes», es una expresión que escuchamos mucho, en política, por ejemplo. Antes de la imprenta, los mayores eran la fuente del conocimiento, ahora lo tenemos en las bibliotecas o en la nube. Hay un gran desconocimiento sobre la vejez y sus procesos. Una tarea pendiente es aprender a envejecer sin prejuicios. Estamos llenos de ellos.

-¿Nos hemos vuelto más nórdicos? Antes imperaba el concepto mediterráneo de familia.

-La sociedad gallega ha cambiado muchísimo en los últimos 70 años. Desde la segunda mitad del siglo XX es más individualista. Un ejemplo de cultura colectivista es la japonesa. En el otro extremo están la estadounidense o la nórdica. La mayoría de hogares son mononucleares. La perspectiva de la intergeneracionalidad se ha perdido y eso nos lleva a una mayor separación de la vejez.

-¿Los hijos ya no cuidan a los padres?

-Antes estaban más mentalizados. Eso ha cambiado. Tenemos que tener un compromiso con nuestras personas mayores, pero es cierto que el mundo laboral es más complejo, es más difícil conciliar. Tenemos que buscar un equilibrio entre el compromiso y disponer de los recursos especializados.

-¿La soledad afecta más cuando somos mayores?

-No diría que son más frágiles emocionalmente, lo contrario. Es un estereotipo. Los trastornos mentales disminuyen de forma significativa a partir de los 65 años. Tienen más recursos y mayor capacidad para hacer frente a eventos vitales. Ahora bien, se reduce el círculo de relaciones. Y, la soledad no deseada tiene unos impactos en la salud tremendos, en el desarrollo cognitivo, demencias, trastornos coronarios, empeoramiento de otros pronósticos... El sentimiento de pertenencia es importantísimo.

-¿Vivir solo y la soledad van de la mano?

-Yo puedo vivir en mi casa, conectado o abandonado, son dos cosas distintas. Pero es cierto que los estudios indican que el riesgo de sufrir soledad no deseada es mayor si una persona vive sola. Un 70 % dicen sentirla, frente al 25 % que, viviendo acompañados, la refieren. En cierto modo, la predicción de si vas a vivir solo o acompañado tiene mucho que ver con cómo has vivido antes, con cómo has cuidado tus relaciones sociales. Pero, es cierto que estas suelen ser con coetáneos, por eso es más probable la soledad a medida que cumplimos años.

-Con una esperanza de vida al alza, ¿los mayores que viven solos serán cada vez más?

-Cumplidos los 65, se estima una esperanza de vida de 22 años. En el 2040, España superará a Japón en longevidad y estamos entre los diez primeros países con una esperanza de vida saludable, sin discapacidades. Es una tendencia creciente. Deberíamos tenerlo muy presente: envejecer, y hacerlo bien, es una cuestión de suerte que se fabrica. Las generaciones actuales van a vivir muchos años, algunos pasarán de los 100.