El misterio de por qué A Coruña tiene una peluquería en cada esquina

Laura G. del Valle

A CORUÑA CIUDAD

Hermen Porteiro, propietaria de la peluquería Kobres
Hermen Porteiro, propietaria de la peluquería Kobres CESAR QUIAN

La ciudad herculina cuenta con un centro de belleza por cada 252 personas. Este dato se dispara respecto a la media española, que ya es de por sí mucho más elevada que la europea

04 dic 2022 . Actualizado a las 13:01 h.

A punto de cumplir los treinta años de vida, Matogrande goza de una salud de hierro. Es una de las zonas predilectas de los jóvenes coruñeses para iniciar su independencia, se ha convertido en un área de negocios de referencia y el mercado local aún resiste estoico. Hay escuelas de idiomas, vinotecas, espacios de coworking y pizzerías. Pero, sobre todo, hay peluquerías. Abundan, más bien. Entre Richard's Barbers y la peluquería La más guapa hay 104 metros de distancia, y entre este local y la peluquera Monse González la distancia apenas rebasa los 20 metros. A 140 metros tiene Rommel Beauty Care. El mundo de la estética tiene en A Coruña un caladero perfecto e insospechado que, en enclaves tan jóvenes como este barrio periférico, se ha convertido en una auténtica plaga. 

Podría ser una curiosa casualidad, pero basta con dar una vuelta por la ciudad para apreciar el fenómeno. En Os Mallos, que a diferencia de Matogrande es un barrio que peina canas, la situación es similar en su parte alta. Entre las peluquerías Tina Fernández, D&C, Susana Vázquez y Mahía distan 75 metros entre las más alejadas, y todas están a pleno rendimiento. Se trata de un suma y sigue al que la Cámara de Comercio pone datos: 972 salones de peluquería y belleza censados en la ciudad. Un montante revelador si se tiene en cuenta que la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética publicó un informe que revela que en nuestro país hay 50.000 locales entre la suma de salones de peluquería y centros de belleza. Es decir, la ciudad herculina tiene un local de belleza por cada 252 habitantes y, el conjunto nacional, una por cada 900. Y eso que España ya duplica el número de negocios de este tipo que hay en el resto de Europa.

Se lo advirtieron esta misma semana a La Voz los socios de la inmobiliaria VipKel: en los barrios, prácticamente, se están alquilando solo bajos para centros de estética. Pero ¿cómo es posible que resulte este negocio tan rentable en tiempos de inflación y crisis energética? ¿Puede asumir A Coruña una peluquería en cada esquina?

Hermen Porteiro cumple treinta años este mes al frente de su local, Kobres, en la ronda de Outeiro. Y tiene claro la razón por la que en esta ciudad salen salones de belleza de debajo de las piedras. «En la mayoría de sectores no hay trabajo, así que la gente abre peluquerías y bares para ver qué tal, si funcionan, y lo cierto es que a los coruñeses es lo que nos gusta hacer: salir a tomar algo e ir a ponernos guapos». Añade esta experta que «aunque los alquileres están muy caros, las peluquerías que se montan son de una o dos personas, así que la mayoría consiguen ir tirando sin grandes pretensiones».

Ángela Mahía, al frente de la peluquería Mahía, en Os Mallos, añade que las empleadas de este sector (normalmente son mujeres) están muy mal pagadas, por lo que muchas acaban optando por abrir un negocio por su cuenta. Esto es precisamente lo que le ocurrió a la representante de las peluqueras en A Coruña, Asun Catorla, que cuando una de sus trabajadoras se marchó de su negocio, Aquarell (Novo Mesoiro), abrió un local a tres portales. «Esto se debe a que necesitan estar cerca de las clientas del local anterior para no perderlas», indica. Pero el éxito no siempre está garantizado y, de hecho, comenta que conoce a más de un autónomo que cobra 400 euros siendo propietario de una peluquería.

La subida del iva

Hermen habla del 2012 como el primer gran punto de inflexión que ha vivido el ámbito de la estética en los últimos años. La «gran puñalada», como define la subida del IVA del 8 % al 21 % del Gobierno de Mariano Rajoy a peluquerías, cine, teatro y floristerías, obligó al sector a a mimar a los clientes de tal forma que entendieran ir a la peluquería como una forma de cuidarse, también, por dentro. Esto llegó al clímax después de la pandemia: «Salimos de esa situación cabizbajos, con mucho estrés; en cierto modo las peluqueras hacemos una labor social porque subimos la autoestima de la gente; por eso siempre estamos en el alambre con los precios: tenemos que subirlos lo justo para que el cliente quiera volver».

Esta situación se podría haber acentuado con la llegada de las franquicias de bajo coste, aunque ni Ángela ni Hermen ven aquí un enemigo a batir. «En ciudades pequeñas como A Coruña buscamos una trato cercano, quizás en lugares grandes funciones estos negocios, pero aquí no creo», comenta la dueña de Kobres. La propietaria de Mahía, por su parte, piensa que «quien busca un trabajo personalizado, y está acostumbrado a que le dediquen tiempo, no quiere otra cosa».

El covid-19, también modificó algunos de los hábitos que más ayudaban a sanear las cuentas de las peluqueras. Los meses encerrados hicieron que muchas personas acostumbradas a atusarse el pelo fuera de casa tuvieran que apañárselas dentro. Alterando esa afición de tantas señoras españolas de visitar la peluquería una vez a la semana. Las tres consultadas coinciden en que esos tiempos no volverán, y que ahora las clientas suelen pasarse una vez al mes o cada mes y medio.