«La droga más usada para la sumisión es el alcohol que tú misma consumes»

R. Domínguez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Icía Lista Pombo, bióloga molecular, y Raquel Pérez Guevara, química, este miércoles en el Centro de Investigaciones Científicas Avanzadas (CICA) de la Universidade da Coruña.
Icía Lista Pombo, bióloga molecular, y Raquel Pérez Guevara, química, este miércoles en el Centro de Investigaciones Científicas Avanzadas (CICA) de la Universidade da Coruña. CÉSAR QUIAN

Ni burundanga ni éxtasis líquido, el mayor peligro está en el agresor oportunista. Una bióloga y una química, miembros de UDCiencia, imparten en A Coruña un taller para prevenir robos y abusos sexuales bajo sumisión química en el ocio juvenil. «En ningún caso es culpa tuya», insisten a las víctimas

27 oct 2022 . Actualizado a las 11:29 h.

Ambas son jóvenes, tienen 26 años, y son doctorandas. Saben de lo que hablan cuando se refieren a la sumisión química. «En verano  fuimos a un curso de biología y química forense muy interesante, nos pareció que había mucha desinformación y como pertenecemos al grupo UDCiencia de divulgación, nos decidimos», explica Raquel Pérez Guevara. Ella es química e Icía Lista Pombo, bióloga molecular y genetista. El próximo lunes (19 horas, biblioteca del Fórum Metropolitano de A Coruña) serán las invitadas de la asociación de vecinos Oza-Gaiteira-Os Castros para un taller en el que informarán y debatirán sobre una forma delictiva al alza. Confían en que el auditorio se llene de quienes más se pueden beneficiar de conocer qué drogas, sus efectos, qué hacer para intentar evitarlo y, sobre todo, cómo actuar si te sucede a ti. «Le puede pasar a cualquiera, no depende de ti, sino de lo que otro quiere hacerte; y no hay que avergonzarse, en ningún caso eres tú la culpable», insiste Raquel para quienes ya hayan pasado por el trago de ver anulada su voluntad, sufrir un ataque y despertarse con un lapsus de tiempo en blanco, sin recuerdos.

«Hubo mucha alarma social con lo de los pinchazos, pero no es solo eso, esto es todo un mundo». Ketamina, éxtasis líquido, benzodiacepinas… «No solo es que te pinchen o te metan una pastilla en la bebida», advierte Icía. Este verano, ella estaba en los conciertos de la fiesta del Albariño cuando saltó uno de los episodios más mediáticos, aunque ambas opinan que no es el más usuall: «Si te pinchan, es más fácil notarlo y avisar a alguien», valora su compañera de taller divulgativo.  Más complejo es eludir otras artimañas. 

Les preocupa, en especial, la sumisión oportunista que se produce cuando «se aprovechan de que tú estás bebida o has consumido otra sustancia». «Soy bióloga, no policía científica ni médico forense, no puedo decir que no se usa burundanga, pero yo creo que no existe una droga de los violadores como tal, son varias». «Además, es más difícil de conseguir que otras», apostilla la química pensando en el acceso a las benzodiacepinas _no es tan difícil conocer a alguien que las esté tomando por prescripción médica_ o la marihuana. «La burundanga no es legal, el alcohol sí», dicen. Y ahí coinciden ambas en un ingrediente frecuente en estos ataques a la sombra de la inconsciencia y blanqueado por la permisividad social:  «La droga más empleada para la sumisión es el alcohol que tú misma consumes, se aprovechan de la situación», recalcan las dos.  Más, apuntan, si lo etílico se mezcla con otros aditivos. «Fumarte un porro puede parecerte lo más inocuo, pero si  lo mezclas con alcohol, puedes tener cierta lucidez o parecerte que estás bien, pero también puedes acabar perdiendo la noción de tu persona, te mantienes en pie, te pueden suceder mil cosas y al día siguiente… un borrón», describe Icía. Beber, a veces «no siempre es algo tan voluntario, hay una presión social…», valora Raquel, y, en cualquier caso «no debería pasarte nunca nada, independientemente de lo que tú consumas. Yo creo que el  principal mensaje es que no hay que avergonzarse si te pasa, hay que ir al médico cuanto antes y denunciar. En ningún caso, es por tu culpa», recalca. 

 Según el Instituto Nacional de Toxicología, no son casos tan aislados. Se estima que hasta en el 17 % de las violaciones media el empleo de alguna sustancia. El propio Ministerio de Justicia considera que en los últimos cinco años una de cada tres agresiones sexuales podría haberse producido con la víctima sin plena voluntad, bajo los efectos de drogas y alcohol y hasta en el 70 % de los casos el agresor no es un desconocido con el que una, o uno, se cruza una mala noche. Chicas generalmente jóvenes, aunque también chicos, suelen ser los que pasan por una vivencia traumática, de la que no pocos se despiertan en un lugar al que ni siquiera saben cómo han llegado. Algunos sin prácticamente nada encima, ya que el robo era el objetivo, y a otros con la sospecha, cuando no la certeza, de que han sufrido un ataque sexual.  

Desde el punto de vista de la actuación, Icía Lista considera que hay que poner cierta cabeza. «No se trata de huir despavorido de las grandes multitudes, pero sí de tener cuidado», resume. En la populosa fiesta de Cambados «se actuó como se tenía que hacer, en el momento en que las niñas lo dijeron, lo primero que hicieron fue llevarlas al médico». Porque la rapidez es una de las claves.  «Son drogas inodoras, incoloras, que no saben a nada, pero siempre actúan rápido y desaparecen al poco tiempo, son de rápida absorción, en cuestión de minutos te han hecho efecto y en cuestión de horas no queda ni rastro», apunta Raquel Pérez Guevara. La franja de tiempo es reducida y la cantidad de droga utilizada no es tampoco definitiva. A veces «basta con una sola copa, aunque no hayas bebido nada más».

Sustancias de efecto rápido y rastro fugaz

De igual forma, su huella en el organismo desaparece con celeridad. «Hay sustancias que en solo 12 horas ya no son detectables por ningún medio», explica la química. De ahí que, al margen de las pruebas necesarias en caso de que se sospeche una agresión sexual, es importante practicar análisis de orina y sangre. «Puede constituir una prueba», advierte Icía. 

«Hay que ir a urgencias incluso antes de denunciar, porque allí el personal sanitario ya avisa a la policía», subraya la bióloga. Y hay que hacerlo ante la misma sospecha: «Cualquier persona que tenga cierta sensación de bloqueo, que duda de si ha mantenido relaciones sexuales y no sabe en qué momento dijo que sí, o que se despierta en un sitio y no sabe cómo ha llegado hasta allí». 

 Saben ambas que la inseguridad e incluso la vergüenza de las víctimas, y el hecho de que a menudo el agresor es un conocido también retrae las denuncias. Esperan que todo eso se vaya diluyendo. «Esto se escapa a tu control, puedes ser la persona más precavida del mundo, pero es que depende de lo que otro te va a hacer y es un visto no visto, en diez minutos, ya no estás, ya no eres tú», advierte Icía.

 Para intentar «curarte en salud», la bióloga no se cansa de repetir algunas  claves: «Ser muy consciente de lo que bebes, no separarte de tu copa, intentar no quedarte sola, sobre todo si ves una situación un poco extraña, de alguno que se pone pesado y quiere invitarte a algo… y tener cuidado unos de los otros: tú  igual no eres consciente de lo que te está pasando, pero tus amigos sí». El mismo mensaje repite Raquel, que anima a que «en cuanto se encuentren un poco mal, avisen a alguien de confianza que las acompañe; no pasa nada por perder una noche, hay muchas noches más». Y mejores. Seguro.