El efecto llamada de A Coruña: el boca a boca extiende la fama de la «ciudad con corazón»

Mila Méndez Otero
m. méndez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

La Voz de Galicia

La consistencia de su red asistencial traspasa fronteras: «Se habla de nosotros en grupos de WhatsApp»

17 oct 2022 . Actualizado a las 12:37 h.

Vivimos en una esquina del Atlántico, pero eso no impide que las decisiones que se toman a nivel global afecten al ajetreo del economato de Cáritas o a la red de viviendas para solicitantes de asilo de la Cruz Roja como las que se acuerdan a nivel local, en una oficina donde se rescinde un contrato o se pone fin a una prestación pública.

El mundo es global y acelerado. «Los dos últimos años nos han puesto a prueba», reconoce Mercedes Casanova, la directora provincial de la Cruz Roja. Cuando comenzaban a superar la pandemia, eclosionó el volcán de La Palma, los precios de la energía comenzaron a dispararse, Rusia invadió Ucrania provocando un éxodo de sus habitantes y la inflación no cesa, ahogando cada vez a más familias.

«Es verdad que en el 2021 hubo un pequeño respiro pero, desde enero, la demanda asistencial está aumentando», añade Casanova. «Hay una tendencia creciente que parece que se va a mantener», coincide con ella Pablo Sánchez, el trabajador social de la Cocina Económica de A Coruña.

«Las pernoctas y las personas que atendemos en el comedor han crecido un 20 % desde comienzos del año», confirma Mónica Rioboo, directora del Centro Integrado de Atención Social Padre Rubinos.

La presión asistencial también se nota en Cáritas, «donde arrastramos las consecuencias de la crisis del 2008 y desde febrero se duplicaron los migrantes que vienen a la ciudad», precisa Pilar Farjas, la responsable de Cáritas en A Coruña, donde este año aumentaron en cuatro las viviendas destinadas para familias de Ucrania y Rusia y, de las 160 personas que se dieron de alta en su programa centro hogar entre enero y septiembre, un 40 % (68 personas) están en situación irregular

Son cuatro de las entidades sociales con más arraigo. Cohabitan con iniciativas que van desde el Banco de Alimentos Rías Altas, Renacer o las oenegés centradas en el soporte a colectivos concretos, como los migrantes.

«Nos afectan las decisiones que se toman en el mundo». Pablo Sánchez, de la Cocina Económica; Pilar Farjas, de Cáritas; Mónica Rioboo, de Padre Rubinos, y Mercedes Casanova, de la Cruz Roja, participaron en un foro en La Voz sobre la situación de las entidades sociales
«Nos afectan las decisiones que se toman en el mundo». Pablo Sánchez, de la Cocina Económica; Pilar Farjas, de Cáritas; Mónica Rioboo, de Padre Rubinos, y Mercedes Casanova, de la Cruz Roja, participaron en un foro en La Voz sobre la situación de las entidades sociales ANGEL MANSO

Premios europeos

Sus actuaciones, muchas veces coordinadas con el Concello, han situado a A Coruña en el mapa. El municipio opta por segundo año consecutivo a los Premios Europeos de Servicios Sociales. Ahora, por la Oficina Municipal de Apoyo al Pueblo Ucraniano.

¿Esta profusión de iniciativas son el reflejo de una población solidaria o la respuesta a un ecosistema especialmente injusto? «La tasa de pobreza en A Coruña está entre el 9 y el 11 % de la población. Pero nosotros no solo atendemos a vecinos. Esta es una ciudad receptora de personas y familias en riesgo de exclusión social», asegura Pablo Sánchez.

Esta cifra coincide con la que arroja el Fondo de Garantía Social (Fogasa) sobre las personas en situación de carencia material y social severa, el 8,3 %. Si ampliamos el foco, en riesgo de pobreza o exclusión social el porcentaje es mayor, del 27,8 %.

En foros y WhatsApp

Pablo Sánchez cita un «efecto llamada» que no ha parado de crecer. Lleva siendo así desde la eclosión de la burbuja del ladrillo. «A Coruña tiene una red asistencial consistente y definida, con mayor capacidad de atención que la de Vigo, por ejemplo, que tiene más habitantes. Se habla de nosotros en foros, en grupos de WhastApp, en diferentes países. Cualquier familia que llegue a la ciudad sabe que va a ser atendida por esta red», dice el trabajador social.

El trabajador social de la Cocina Económica aporta un dato. «En el 2022, y hasta la fecha, hemos atendido 524 personas o unidades familiares nuevas, es decir, que son personas o familias que han contactado con la Cocina Económica por primera vez. Este dato marca una clara tendencia creciente en relación con años anteriores, puesto que, a falta de dos meses y medio para terminar el año, probablemente sea el dato más elevado desde el 2011», destaca Sánchez. Entonces, atendieron a 412 usuarios nuevos. Hasta ahora, la cifra más alta era la del 2019, con 575 usuarios nuevos. 

A Mónica Rioboo no le gusta hablar del «efecto llamada cuando nos referimos a personas en extrema vulnerabilidad», pero sí admite un «efecto Padre Rubinos, sin parangón nacional en sus prestaciones», defiende. «Hay una red cohesionada, con profesionales estabilizados que no competimos, colaboramos, y esto amplía las posibilidades de las personas», alega Rioboo. A Padre Rubinos llegan usuarios que se recorren la Península, desde Murcia por ejemplo, para tener cobijo.

Instalados ya en la recta final del año, el otoño se perfila complicado. «Llevamos más de una década en un do sostenido, con un máximo de actividad creciente en nuestro histórico y con la incógnita de hasta dónde vamos a llegar», reconoce Pablo Sánchez, de la Cocina Económica, donde sirven platos calientes y también hacen reparto de alimentos.

Pablo Sánchez, Cocina Económica de A Coruña: «Atendemos a personas que se quedaron descolgadas desde el 2008. No hay que inventar nada, 
el acceso al empleo es el paso definitivo, y un techo de hormigón»
Pablo Sánchez, Cocina Económica de A Coruña: «Atendemos a personas que se quedaron descolgadas desde el 2008. No hay que inventar nada, el acceso al empleo es el paso definitivo, y un techo de hormigón» ANGEL MANSO

¿Más solidaria o más injusta?

Que A Coruña destaque es un síntoma para ellos de que las cosas se están haciendo bien a la hora de responder, pero, ¿es igual de efectiva la capacidad de anticipación?

«Si es o no una ciudad justa no lo marca la situación de bonanza de los que viven bien, sino las garantías que ofrecemos a los que no viven tan bien», sostiene. Más de 400 voluntarios hacen posible el trabajo de Cáritas, donde uno de cada dos euros que entran proceden de particulares.

En el caso de la Cruz Roja, la malla de sus voluntarios alcanza las 1.300 personas activas. «Cada vez que hacemos un llamamiento, la ciudadanía responde. La ciudad tiene pulso, tiene corazón», recalca la directora provincial de Cruz Roja, Mercedes Casanova.

Pero, la sensación de vivir en el límite aprieta. «Tenemos la sensación de que esto es una carrera de obstáculos», dice Mercedes. «La tensión en las entidades aumenta cuando no puedes atender a los usuarios como se debería», advierte la responsable de Padre Rubinos. Contar con más medios es otra de sus peticiones constantes.

Mercedes Casanova, de la Cruz Roja: «La ayuda también es acompañar y escuchar, tenemos mucha necesidad de ser escuchados, la pandemia demostró que todos somos vulnerables»
Mercedes Casanova, de la Cruz Roja: «La ayuda también es acompañar y escuchar, tenemos mucha necesidad de ser escuchados, la pandemia demostró que todos somos vulnerables» ANGEL MANSO

La exclusión social, la soledad que no solo afecta a los pobres, se combate con medios económicos y tiempo

Solemos asociar la exclusión social con la pobreza, pero ambos conceptos no siempre tienen que ir juntos. «La exclusión social es más compleja. Afecta al empleo, a la vivienda, al funcionamiento personal», opina Pablo Sánchez.

En centros como la Cocina Económica o Padre Rubinos llegan los casos de exclusión más extremos, ciudadanos que no tienen un hogar donde hacer de comer, lavarse o dormir. «La salud mental debe ser una prioridad. Los que llegan a nosotros quedaron descolgados de los servicios sanitarios públicos», argumenta Mónica Rioboo.

Felicitar un cumpleaños

Mercedes Casanova, de la Cruz Roja, apunta más situaciones de exclusión, como la que se deriva de la soledad no elegida. «Con la pandemia nos dimos cuenta de que todos somos vulnerables. A la enfermedad, a la incertidumbre. Los que estaban solos se vieron más solos, el aislamiento se multiplicó. Recuperar nuestra actividad de acompañamiento a las personas mayores ha sido un desahogo para ellas. Muchos nos dicen que somos los primeros en felicitarlos por su cumpleaños cuando los llamamos», cuenta.

«La ayuda también es acompañar y escuchar. Tenemos mucha necesidad de contar cosas y ser escuchados», continúa la responsable provincial de Cruz Roja. Uno de sus últimos programas es la inmersión digital de los mayores. Una necesidad apremiante ante el cierre de sucursales bancarias. «En estos casos no tenemos por qué hablar de pobreza, pero sí de exclusión», continúa Pilar Farjas, de Cáritas.

La meta debe ser diseñar itinerarios a medida. «Es un trabajo con instantes gratificantes. Cuando sabes que por un plan de empleo un usuario encontró trabajo. O que has alegrado a una persona que vive sola, los voluntarios llegan sonriendo y piensas que esto nos puede hacer mejores personas», desliza Casanova.

Pilar Farjas, directora de Cáritas en A Coruña: «En Galicia, y más en A Coruña, el mayor problema asociado a la exclusión social es el acceso a la vivienda. Alquileres y condiciones abusivas, es gravísimo»
Pilar Farjas, directora de Cáritas en A Coruña: «En Galicia, y más en A Coruña, el mayor problema asociado a la exclusión social es el acceso a la vivienda. Alquileres y condiciones abusivas, es gravísimo» ANGEL MANSO

«No competimos, al revés, reforzamos los servicios de otras entidades»

Son unas veteranas en la ciudad. La Cruz Roja llegó a A Coruña en 1864, la Cocina Económica abrió sus puertas en 1886, Padre Rubinos en 1918 y Cáritas cumple ahora 75 años. Las situaciones a las que se enfrentan son difíciles y diversas. Desde las más extremas, como aportar un lugar donde dormir, a financiar recibos u ofrecer cursos de formación.

«Que nadie piense que cruzar la puerta es fácil. Supone reconocer que necesitas ayuda», dice Mercedes Casanova, la presidenta provincial de la Cruz Roja en A Coruña. La cuestión es, ¿qué caminos tomar? Y, en última instancia, ¿es posible salir de aquí?

De la misma forma que la pobreza se hereda, la exclusión se cronifica. «Para salir de ella necesitas funcionar en la sociedad de la que formas parte y, para eso, tienes que acceder a una vivienda y disponer de recursos económicos, por una prestación social o un empleo», defiende Pablo Sánchez, de la Cocina Económica.

Sin fórmulas mágicas

«Las condiciones de vida normalizadas pasan por obtener un empleo. No es necesario inventar nada», continúa tajante Pablo Sánchez, que habla de un «techo de hormigón». Tener un trabajo, «con un sueldo y un contratos dignos, es la forma de alcanzar la integración», conviene Pilar Farjas. Por eso, «nuestra pata más importante es la formativa», añade la directora de Cáritas, que recuerda el trabajo que realizan en el centro Violetas. «Nuestros cursos tienen una inserción del 50 %. Algunos, del 90 %», precisa.

La solidaridad va más allá de hacer un donativo. Sin la implicación de los actores políticos y económicos, aspirar a una sociedad más justa es una utopía. «La justicia social pasa por la garantía que ofrezcamos a cada individuo de tener su propio espacio», define la directora de Cáritas.

En esta ciudad, continúa, hay una dificultad añadida. «El mayor problema asociado a la exclusión social es el acceso a la vivienda. Alquileres y requisitos abusivos, malas condiciones de confortabilidad cuando son casas en propiedad... Es gravísimo, por eso hacemos un llamamiento a la necesidad de más viviendas públicas», dice Farjas. La ayuda en el pago de recibos o las viviendas sociales son algunos de los servicios que prestan.

Hasta el albergue o los pisos tutelados de Padre Rubinos llegan casos extremos. «La pobreza es hoy más transversal y compleja. Afecta al estado de ánimo y, cuando hablamos de salud mental, no llega con pagar un recibo. Necesitan una atención médica regular», insiste Mónica Rioboo.

«Creo que se puede salir con dignidad de la exclusión. Las personas que acuden a nosotros quieren dar un paso adelante en su autonomía», asegura Mercedes Casanova. Sin voluntad, reconoce, los esfuerzos resultan en vano.

También sin coordinación entre las distintas entidades. «No competimos entre nosotras, al contrario, reforzamos los servicios», subraya Pilar Farjas.

Ese «me cambió la vida»

«En nuestras viviendas se vive una media de entre cuatro y seis meses. Puedo constatar que de la exclusión social se sale porque las personas que atendemos las abandonan cuando consiguen una renta regularizada», destaca Farjas, médica de formación.

Para concluir, la que fue conselleira de Sanidade cuenta una anécdota. «Hace poco entré en una cafetería y la camarera me dijo: “Usted es de Cáritas, ¿verdad? Yo pasé por ahí y me cambió la vida”. Ese “me cambió la vida” me demostró que el trabajo social es importante y que damos posibilidades de construir futuro».

Mónica Rioboo Bonome, Centro Integrado de Atención Social Padre Rubinos: «La pobreza es más transversal y compleja. Hay una mayor incidencia de situaciones de salud mental. En casos así, no es suficiente que los apoyes con un recibo»
Mónica Rioboo Bonome, Centro Integrado de Atención Social Padre Rubinos: «La pobreza es más transversal y compleja. Hay una mayor incidencia de situaciones de salud mental. En casos así, no es suficiente que los apoyes con un recibo» ANGEL MANSO

 El «deber terrible» con los menores y la pobreza que se hereda

Una de las cuestiones inevitables cuando se pregunta por la situación de las entidades de ayuda social es el perfil de sus usuarios. ¿Ha cambiado el patrón? Mónica Rioboo, de Padre Rubinos, responde tajante. «Las problemáticas relacionadas con la salud mental han aumentado. Las situaciones a las que nos enfrentamos son más complejas y, como sociedad, tenemos un deber terrible con los menores tutelados. Algo no estamos haciendo bien», sostiene Rioboo.

Estos bebés, niños y adolescentes que carecen de lo imprescindible se enfrentan solos al reto de la integración y su soledad sigue siendo igual de dura cuando cumplen los 18 y se cortan buena parte de las líneas de ayuda.

«¿Se hereda la pobreza? Los servicios de menores de la Xunta son testigos de ello, de cómo las problemáticas van pasando de generación en generación», apunta también Pablo Sánchez, trabajador social de la Cocina Económica.

En esta entidad centenaria que este año presta ayuda a más de 1.500 ciudadanos o unidades familiares, recuerda Sánchez, «atendemos a personas que se quedaron descolgadas desde el 2008 y que no han conseguido remontar para mantener unas condiciones mínimas de vida. No han conseguido acceder al mercado laboral». Viven, continúa Pablo, en un «bucle» que atrapa a sus descendientes.

Familias, no usuarios

A las personas que se ven excluidas de la red sanitaria de salud mental y a los menores, Mónica Rioboo añade un tercer colectivo que guarda muchas relación con estos perfiles: «Han aumentado el número de mujeres que acuden a nuestras instalaciones».

La pobreza atrapa y afecta a toda la esfera personal del individuo. Una realidad que han constatado en Cáritas. «No atendemos a personas, sino a familias», describe Pilar Farjas, que explica este matiz. «El perfil ha cambiado, son familias jóvenes con niños y, en un porcentaje importante, monoparentales y con una mujer al frente», completa.

«Arrastramos la exclusión. No superamos los índices previos a la crisis económica. A esto añadimos familias jóvenes que quedaron en una situación precaria con la pandemia y no han podido enganchar con la normalidad. La curva de demanda es creciente», advierte la responsable de Cáritas en A Coruña, que cierra el círculo de estos nuevos perfiles poniendo el acento sobre «los migrantes», otro de los colectivos más indefensos.