Rosa Zas, trabajadora que vivió el nacimiento del Chuac: «El hospital fue un esfuerzo colectivo»

R. Domínguez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Rosa Zas, auxiliar administrativa del Chuac que vivió, en 1972, la inauguración del Hospital A Coruña
Rosa Zas, auxiliar administrativa del Chuac que vivió, en 1972, la inauguración del Hospital A Coruña CÉSAR QUIAN

En el 50 aniversario de la primera residencia médica de Galicia, recuerda los inicios y reivindica el orgullo ciudadano por los avances sanitarios

28 ago 2022 . Actualizado a las 22:22 h.

Desde la entonces playa de Lazareto, Rosa Mª Zas Pita (A Coruña, 1950) vio cómo se levantaba el Chuac. No sospechaba que sería su segunda casa. «Crecí con el hospital», recalca ahora, cuando se cumplen 50 años de su inauguración. Ella estaba allí.

—¿Qué recuerda de aquello?

—Entré en el entonces Juan Canalejo por una oposición. Cuando fui a informarme de las plazas para secretaria me dijeron que no había. Eran para auxiliares de asistencia. Yo no lo sabía, pero preguntando me presenté y aprobé. Tomé posesión el 16 de agosto de 1972. Cuando entré, me llamó la atención lo grande que era, ¡no había nada tan grande en Coruña! Pero estaba desangelado. Se abrió con todas las especialidades y servicios, pero estructurados y adaptados a las necesidades de aquel momento, luego fueron creciendo hasta lo que son hoy.

—Aun no había sido inaugurado.

—No, no. Franco vino el 21. Nos dijeron que no nos dejásemos ver, no teníamos ni uniformes.

—¿Cómo fueron los inicios?

—Los que abrimos el hospital no teníamos conciencia de lo que iba a ser aquello, ni de lo que iba a suponer. Fuimos haciendo las cosas a medida que surgían las necesidades. Allí arrimó el hombro todo el mundo. Las cosas van creciendo cuando se suman las individualidades. Y allí todo el mundo echó una mano. No había ni primeras ni segundas espadas, todos remamos en una dirección, y el que no sabía, aprendía. No soy médico, ni enfermera, pero todos me aceptaron. Fui la primera presidenta de junta de personal con el voto del sindicato médico y de enfermería (Cesm-Satse) y de la CIG, que era el mío. Ningún problema. Lo hablábamos todo. El hospital fue un esfuerzo colectivo, de trabajo, reivindicación y lucha, a veces entendida y a veces no tanto. Cada sector tiraba de lo suyo, claro, pero sumando todo salió adelante el conjunto del hospital.

—¿Por qué pelearon?

—Partíamos casi de cero y había que ir resolviendo. Que en la cocina se resbalaba mucho, pues a mirar calzado antideslizante…. Se reclamó la apertura del materno, y se abrió en el 85, y cuando nombraron a Romay conselleiro, le pedimos que recuperasen Oza, el Hospital Militar y el Ventorrillo. Ahí están los tres funcionando. Y todo eso con ayuda de la gente de A Coruña, que se movilizó. Fue muy gratificante. Todo lo que se consiguió fue con el esfuerzo de los trabajadores y de la población, apoyándose sin importar las ideas ni los colores.

—Trabajó en consultas, en el área social, fue sindicalista...

—Hice un poco de todo, sí. Uno de los primeros con los que trabajé fue con el doctor Vázquez Iglesias, el gran promotor de la Torre como patrimonio de la humanidad. Quiero decir con esto que el hospital es valiosísimo no solo por el tema sanitario. Es tan grande, hay tanta gente que aporta tanto… De arriba a abajo es una aportación constante. Creo que el Canalejo es un aglutinador. La sanidad lo implica todo: las relaciones laborales, sociales, personales… Y el Chuac fue siempre un hospital muy vivo e impulsor de actividades. Sigo muy vinculada y mi mayor ilusión sería que a corto plazo se constituyese la asociación de jubilados, que se paró por el covid.

—Fue testigo de su evolución.

—¡Y tanto! Todo ha mejorado muchísimo. Se hicieron muchísimas cosas y veías en la gente el orgullo por cada avance. Hoy te avisan por SMS de las citas, hace años llegamos a enviar telegramas. ¿Y la digitalización del archivo? Aquello fue una revolución. Venía el celador con el carrito, las historias se traspapelaban… Ahora es dificilísimo que se pierda nada. Y a nivel médico, no digamos. Todas las especialidades, todas, mejoraron un montón. Y luego la cantidad de gente joven que se incorporó. En los últimos seis años se jubilaron todos los que abrimos el hospital. Hay que reconocer que el hospital tiene y siempre tuvo unos profesionales estupendos. Y la tecnología evolucionó muchísimo. Desde la dirección hasta la última categoría hace un trabajo muy importante y conjunto. Como no se funcione en equipo, no hay nada que hacer. Y es muy reconocido por ahí fuera. Cuando viajo y digo que soy de A Coruña enseguida me dicen “¡qué hospital tiene usted allí!”.

—¿Se ha perdido algo por el camino?

—El hospital cambió como cambió la sociedad. Hoy hay muchísima más formación, pero más individualismo. Nosotros para cualquier cosa pedíamos opinión y confrontábamos. Hoy opinar como entonces sería impensable, no es políticamente correcto. Sin embargo, creo que opinar sin faltar al respeto no significa dinamitar. Creo que de la controversia salen cosas buenas. Y que si el hospital mejoró fue porque todos aportamos, los sindicatos consensuamos y eso era bueno para la dirección también. Desde el punto de vista de la población, me duele muchísimo que gente que es capaz de estar 24 horas esperando por entrar a un concierto se queje por esperar en el hospital. Si ves que el personal está parado sin hacer nada, lo entiendo, pero si resulta que los trabajadores están a mil porque hay mucha gente… A veces, somos terriblemente injustos.

—¿Cree que no se valora lo suficiente?

—La ciudad puede estar muy orgullosa, y en general creo que lo está. Hombre, en un sitio con 8.000 trabajadores tiene que haber de todo, pero eso te pasa hasta en la familia. Claro que todo es mejorable, pero podemos estar contentos con el Chuac. Mejoró muchísimo y siempre ha luchado para lograr conquistas para los trabajadores y para aquellos a quienes se dirige: los enfermos que entran por la puerta. Eso siempre lo tuvimos muy claro. Hay gente que no se imagina el lujo que es la sanidad en España. Lo ves cuando sales fuera. Cuesta mucho y creo que habría que enseñar el valor que tiene y que cada uno debe aportar en la medida que pueda. Hace falta todo y también es necesario hacer un uso razonable.

43 años. Rosa Zas empezó a trabajar en el Chuac cinco días antes de su inauguración, en agosto de 1972. Se jubiló en el 2015.

«No había nada tan grande en Coruña». Del primer día, recuerda el asombro que le produjo el tamaño del hospital, entonces residencia sanitaria Juan Canalejo.