«Dejemos de quejarnos de las temperaturas, nosotros tenemos aire acondicionado»

A CORUÑA CIUDAD

Rafa Alcaide | EFE

12 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Condiciones extremas

El pasado 10 de agosto salió una noticia de cabecera en tres telediarios: un autobús con 40 jóvenes, que volvían de un festival de música, se quedó sin aire acondicionado y sin ventilación a 40 grados. Las personas dentro del vehículo sufrieron los efectos de las elevadas temperaturas, ya que todos los pasajeros empezaron a sudar de manera excesiva, a marearse e incluso hubo algún desmayo.

Esta situación extrema también la sufren todos los días muchos trabajadores que tienen que trabajar a más de 40 grados. Es el caso de los jornaleros dedicados a la agricultura, la ganadería y la pesca. Algo muy alejado de la norma de la temperatura ideal del Estatuto de los Trabajadores y la reciente del Parlamento Europeo y del Gobierno español. Se debería también hablar en los medios de la labor que realizan, porque sin ellos no tendríamos nuestros alimentos en la nevera todos los días.

Los bomberos y los policías también son personas a las que aplaudir por su tarea diaria, puesto que también tienen que soportar temperaturas extremas, sin aire acondicionado. Debemos destacar a estas personas, sin las cuales no podríamos sobrellevar nuestro día a día. Dejemos de quejarnos de las temperaturas, no seamos tan egoístas. Manolo Díaz Culleredo. A Coruña.

  No está todo perdido

¿Tú qué harías si te encontraras una cartera con 400 euros en ella? Seguro que la devolverías sin tocar absolutamente nada y cumplirías con tu deber ciudadano. Pero hay gente que no haría lo mismo.

Hace días, en una sucursal bancaria situada en una céntrica calle de A Coruña, un matrimonio amigo mío, María Jesús y Roberto, utilizaron el cajero de dicha entidad para retirar dinero. Tras realizar la operación se les olvidó la cartera en la que habían guardado la cantidad solicitada. Tranquilos y gozando de la bondad del día, se desplazaron unos 800 metros para tomar su café diario. Allí se dieron cuenta de que no tenían la cartera y haciendo memoria recordaron que no era un robo, sino que la habían olvidado en la filial.

Roberto volvió a la sucursal y al llegar se encontró con la sorpresa de que una de las empleadas del banco le comunicó la buena noticia: la cartera había sido encontrada y devuelta sin abrir y con el contenido intacto por un joven que ni siquiera se identificó.

Este hecho, que debería ser considerado como normal, desgraciadamente es noticia por no ser habitual. Ese joven seguro que es poseedor de unos valores morales y éticos que le habrán inculcado desde niño. Los buenos gestos siempre son aplaudidos y desde aquí queremos agradecer este comportamiento y nos gustaría poder contactar con ese joven que refleja que no todo está perdido, y que los valores morales todavía se conservan en buena parte de la juventud. Juan José Lojo Fandiño. A Coruña

  La espada de Bolívar 

La crítica arrojada desde la extrema izquierda contra la actitud de Felipe VI ante la exhibición de la espada de Bolívar nos ha recordado dos cosas: saber quién fue verdaderamente el «libertador» Simón Bolívar; y el odio a España que alimenta nuestra ultraizquierda.

Simón Bolívar fue un traidor que se alzó en armas contra España, decretando la muerte contra los españoles y poniéndose al servicio de los intereses del Imperio Británico. Respecto a nuestra extrema izquierda, no acepta España ni a su historia, y aspira a acabar con ellas tal como las conocemos. Esto explica su aversión a los símbolos de nuestro país y su apoyo a cualquier separatismo, como es, en este caso, exigir reverencia ante la espada de un traidor.

E igual de sorprendente resulta que existan en suelo español estatuas homenajeando a Bolívar. Impensable encontrar ambas situaciones en cualquier otra nación. Miguel Ángel Loma Pérez.

 Medicamentos prohibitivos

La investigación requiere talento y dinero. Es comprensible que quienes obtienen resultados positivos comercialicen su hallazgo para cubrir gastos y lograr beneficios. Lo que no entiendo es que un fármaco que salva la vida a niños afectados de una rara enfermedad mortal se venda a 2,5 millones de euros la dosis, pretendiendo rentabilizar el producto en la primera venta. No quieren, independientemente del dolor que ocasionen, tener el retorno de la inversión en tan solo tres años. ¿Cuán grande será la desesperación de los padres al no poder adquirirlo? Es obsceno.

La codicia de estas compañías imposibilita la reducción de muertes, así como la conquista de una sanidad universal. Su código ético se abandonó hace décadas. Existen multitud de ejemplos de medicamentos con precios inmorales. El que comento ha roto el anterior récord por poco. Miguel Fernández-Palacios Gordon.