Samantha Hudson: «El ser humano no es estanco, la vida es una metamorfosis y la identidad y la expresión van cambiando»

Nuria Guillermo
Nuria Guillermo A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Samantha Hudson llega a A Coruña con el espectáculo de su álbum «Liquidación total».
Samantha Hudson llega a A Coruña con el espectáculo de su álbum «Liquidación total». Cedida

La artista actuará este sábado en A Coruña como parte de la programación del Atlantic Pride

08 jul 2022 . Actualizado a las 10:47 h.

Samantha Hudson (León, 1999) actuará este sábado en los jardines de Méndez Núñez de A Coruña (23.00 horas) como parte del programa del Atlantic Pride. La artista, conocida, además de por su carrera en el mundo del espectáculo, por su claridad a la hora de explicar su posicionamiento político respecto a cuestiones sociales, llega a A Coruña con la gira de su último álbum, Liquidación total, con la que asegura que su público se divertirá.

—¿Qué pueden esperarse las personas que vayan el sábado a ver su espectáculo?

—No va a dejar a nadie indiferente. Las personas que estén a favor de mi propuesta y que se crean que van a ver a toda una profesional en realidad lo que verán es a un monstruo con máscara de pestañas, y la gente que se piense que va a ver a un esperpento en realidad verá a toda una profesional. Dependiendo mucho de la perspectiva, quedarás satisfecha u horrorizada, pero todo el mundo va a disfrutar muchísimo, seguro. Es un espectáculo que mezcla juegos de luces con unas coreografías estrepitosas por mi parte, no por la de las dos bailarinas que me acompañan; un vestuario que grita «"show" de los Cantajuegos» y un repaso por todo mi repertorio musical con un poco de stand up comedy entre canción y canción. Ese es el resumen genérico.

—En la promoción de su último álbum dice que en él se puede encontrar «una sandalia de la 37, un botín de la 42 y una chaqueta de borrego». ¿Diría que es la filosofía de su trabajo artístico?

—Diría que es la filosofía de mi trabajo artístico, y me atrevería a decir que la de los tiempos que corren. En los años 90 ya había muchos estilos y muchos géneros musicales, pero me da la sensación de que, a día de hoy, se han roto las tribus urbanas y todo está muy mezclado, como en las rebajas de enero. Los límites están muy desdibujados y las fronteras prácticamente ya no existen en el sentido estético y en la expresión. Samantha Hudson es eso, porque a mí me gusta presumir de que soy una chica muy contemporánea y que protagoniza la década que le ha tocado vivir. Creo que esta década y mi generación somos puro sincretismo.

—La Samantha Hudson que se conoce a día de hoy nació a raíz de un trabajo del instituto. ¿Cómo fue ese proceso?

—En la asignatura de Cultura Audiovisual, me pidieron que realizara un videoclip de temática libre y compuse la canción Maricón. Me grabé paseando con un look infausto por todo Mallorca y, en concreto, también por la catedral de Palma. Me aprobaron con un sobresaliente. El profesor de Religión intentó hacer algo quejándose en la junta de profesores y, como no obtuvo respuesta, fue al obispo de Palma. Este movilizó a los Abogados Cristianos, a Hazte Oír, al PP, a Ciudadanos, al defensor del menor… Recogieron 27.000 firmas para expedientarnos a mi profesora y a mí, y me excomulgaron de la Iglesia católica. Creo que no se han movilizado tanto en la vida.

—La que se armó por un trabajo de clase.

—Pero estoy muy agradecida de haberlo hecho y, viéndolo desde el lado positivo, me hicieron una campaña de márketing muy buena.

—¿Y esta pasión artística de dónde surge?

—La verdad, no sé si es pasión artística. En realidad es más hedonismo. Soy una chica muy disfrutona y resulta que, con esto, me lo paso muy bien. Pero haciendo música llevo desde los 13 años porque mi hermano siempre me ponía Putilatex y grupos del electroclash de la España de los 2000 y, de alguna manera, supongo que me influenció. Me hizo comprender que tampoco necesitas un rango vocal extensísimo o unas capacidades musicales soberbias para poder emprender tu pequeño camino en el mundo de la música. Y, desde ahí, hasta hoy.

—Ganó hace poco el Premio Ídolo a Creadora Digital del Año, categoría en la que competía con Ibai, María Pombo y TheGrefg, y es considerada un icono de la generación Z. ¿Cómo lleva tener influencia social, sobre todo entre los más jóvenes?

—Yo no creo que tenga influencia. Creo que la gente tiene una corriente de pensamiento y quizá comulgo con sus ideales. Supongo que también les hará ilusión ver que alguien que está en el foco mediático dice cosas con las que se sienten identificados. Pero es un trabajo colectivo y grupal, al fin y al cabo. Supongo que la gente aprenderá y se lo pasará muy bien conmigo, pero yo también aprendo y me lo paso bien con ellos. Rectifico muchísimo a raíz de comentarios que me escriben. No sé si es influencia social, creo que más bien he creado un movimiento sectario [se ríe].

—También suele utilizar las redes sociales y su acceso a los medios de comunicación como un altavoz para posicionarse sobre temas sociales y políticos. ¿Cree que es importante que las personas famosas lo hagan?

—Creo que es importante que la gente esté informada o trate de estarlo, y que intente ofrecer siempre el punto de vista más crítico que le sea posible. Nadie nace aprendido y todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Hemos dicho muchas tonterías en nombre de la verdad, y digo «hemos» porque yo he sido la primera que ha pecado de soberbia. Creo que es necesario que, por lo menos, tengan una opinión o se esfuercen por tenerla, pero hay personas a las que les es imposible porque involucrarse en según qué cosas, desgraciadamente, te cierra ofertas laborales. Dependiendo de en qué sector trabajes, si no quieres posicionarte políticamente, estás en tu derecho. También creo que se ve a la legua, te haces una idea de por dónde van los tiros con según qué personas, pero los personajes públicos tienen derecho simplemente a trabajar en sus disciplinas y no dar más explicaciones. Primero, porque no tienen por qué hacerlo, y segundo porque, a lo mejor, si lo hacen se quedan sin trabajo. Pero echo en falta que haya más gente que aborde las cuestiones sociales desde estos medios y con un punto de vista interesante. Al final, todo lo que yo digo lo aprendo de mis amigos, pero ellas no salen en la televisión.

—El Ministerio de Igualdad le otorgó hace unos días uno de sus Premios Arcoíris, junto a otras personalidades destacadas como Pedro Almodóvar, Nerea Pérez de las Heras, Irantzu Varela o Carolina Iglesias. ¿Qué tal lo está haciendo el Gobierno en sus acciones respecto al colectivo LGTBI?

—Creo que, por lo menos, se están preocupando e intentando que las cosas no sigan como siempre. También es verdad que tengo conflictos, porque hay situaciones que a las instituciones se les escapan. Pero están, al menos, tratando de dar solución o hacerle saber a la gente del colectivo que conocen nuestras problemáticas, que nos escuchan y que van a intentar ponerles remedio. Las leyes están ahí, pero todos los trámites burocráticos y jurídicos que efectúan los fiscales, los cuerpos de seguridad del Estado, etcétera, no sé cuán efectivas son. Siendo honesta, yo no confío mucho en la ley por experiencias personales y de todo mi entorno, pero supongo que habrá que tener esperanza y ver el vaso medio lleno. Es algo histórico y sin precedentes, y también se agradece y es un alivio ver que alguien desde las instituciones te está haciendo un poco de caso. Luego ya si sirve de algo o no… Las cosas son complicadas.

—Fue escogida como una de las representantes de la nueva generación de Vogue Runway, una de las protagonistas de su número del pasado diciembre y ha creado contenido con ellos en redes sociales. Parece que, poco a poco, se van conquistando ciertos espacios.

—Supongo que sí. Hay una demanda de cierto tipo de contenido, de paridad, diversidad e inclusión de determinados personajes o determinadas personalidades, y supongo que los medios de comunicación intentan suplir esa demanda. Creo que mi caso particular es muy privilegiado y afortunado. Yo ocupo espacios y a mí me dan un altavoz en los medios, pero no es la norma general. Estoy segura de que mucha gente con un discurso mucho más elaborado que el mío y con cosas mucho más importantes que decir todavía no tiene su altavoz, porque da la sensación de que basta con un referente. Pero sí, las cosas están cambiando. 

—¿Cómo lleva las críticas?

—Las críticas bien. Lo que no llevo tan bien son las contradicciones, las críticas fundamentadas y cuando me hacen ver un punto de vista y sé que tienen razón. Cuando vas siendo partícipe de estos circuitos tan mainstream, es más evidente el conflicto, las disyuntivas, las contradicciones, los distintos posicionamientos y ese choque de diferentes perspectivas. Eso quizá sea lo que llevo peor, pero que cuatro pedorras me pinten un pene en un cartel o me digan cualquier barbaridad por Twitter me da igual. A palabras necias, oídos sordos.

—Como persona perteneciente al colectivo, ¿percibe en su día a día que está aumentando la violencia elegetebeifóbica?

—Creo que la gente denuncia más porque supongo que, gracias a toda esta atención que nos prestan las instituciones, sentimos que tenemos más recursos legales. Por lo menos hay alguna manera de recurrir a las instituciones y a la legalidad para paliar estos síntomas tan evidentes de un auge del discurso de odio. Este se legitima desde las propias instituciones viendo cómo partidos de ultraderecha ocupan cargos importantes de poder y van teniendo su representación en el Congreso de los Diputados. 

—¿Qué papel juega la extrema derecha en todo esto?

—Yo creo que tiene una relación directa. Siempre ha habido mucha violencia, pero ahora parece que se le está haciendo caso. No manejo cifras, por lo que no sé cuán eficaz es la ejecución de estas leyes, porque la burocracia es lenta y un trámite muy complicado. También hay que ver cuáles son los fiscales, los jueces y todas las personas que están en el tribunal. Un juicio es algo muy tedioso, doloroso y cansado para las víctimas. Supongo que hay que tener esperanza y confiar, pero también da miedo. Cuando la ultraderecha ve que se está haciendo algún avance, siempre va a haber una respuesta por su parte con esos argumentos tan demagogos hablando de lobbies LGTBI, de adoctrinamiento, de teorías del género, etcétera.

—¿Qué consejo le daría a una persona que esté en el proceso de encontrar su identidad?

—Le diría que Roma no se hizo en un día ni Zamora en una hora. Y que no hay un camino equivocado. Que se sientan libres de experimentar, de dar dos pasos, de volver hacia atrás, de deshacerlo todo, de empezar de nuevo, de volver al punto de partida, de avanzar tres pasos más… El ser humano no es estanco, la vida es una metamorfosis y la identidad y la expresión van cambiando. Sobre todo, que se escuchen a ellas mismas y que, si sienten, que no es el momento, que no están preparadas, que están incómodas o que algo les está haciendo mal, que intenten parar o que pidan ayuda a una profesional. A mí, honestamente, me ha servido mucho tener un buen entorno de cuidados, con unas amigas estupendas. Si puedes respaldarte en tu familia mejor, pero creo que, desgraciadamente, no es una opción para la mayoría de personas. Ese es mi kit básico.