Pura Fernández: «Tengo 91 años pero soy la más marchosa de las escuelas deportivas»

Loreto Silvoso
Loreto Silvoso A CORUÑA / LA VOZ

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Purificación Fernández Casal, decana de las Escuelas Deportivas Municipales de A Coruña, con su monitora Isa y sus compañeros de gimnasia del poliderportivo de la Sagrada Familia
Purificación Fernández Casal, decana de las Escuelas Deportivas Municipales de A Coruña, con su monitora Isa y sus compañeros de gimnasia del poliderportivo de la Sagrada Familia MARCOS MÍGUEZ

Fue homenajeada en la Cena del Deporte coruñés por ser una de las usuarias más longevas

03 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El deporte no entiende de edad. 91 años tiene Purificación Fernández (Cortiñán, Bergondo, 1931) y ahí la tienen, en forma como la que más. «Lo de esta mujer es pura genética», suspira una usuaria del polideportivo de la Sagrada Familia, en A Coruña, mientras en clase de gimnasia todos saltan, flexionan las piernas y estiran los brazos. Igual tanto ejercicio tiene algo que ver.

—Último día de clase en las Escuelas Deportivas Municipales. ¿Lo va a echar de menos, Pura?

—¡Pues sí! Menos mal que ya hemos quedado todos para pinchar algo y pronto volveremos a vernos. [«Sí, ahora toca gimnasia de mandíbula», apunta una compañera. Otra empieza a repartir bombones a modo de despedida. «¡Dale a la reportera a ver si nos pone página y media!», corean].

—¡A este paso se les va a ir lo comido por lo sudado!

—Ay, esto lo hacemos por salud, eh, que este peso hace muchos años que lo tengo y con ese tema ni voy ni vengo [ríe].

—¿Engancha más el ejercicio o el café de después con las amigas?

—A mí esto me gusta porque haces ejercicio, te permite conocer gente, relacionarte con las compañeras y lo pasas muy bien. Aquí somos todas una piña.

—En buena hora se apuntó.

—Fue lo mejor que pude hacer, porque esto te obliga a salir de casa y siempre te mueves más. Estoy encantadísima.

—¿Recuerda cómo empezó?

—Yo cosí toda la vida y, al estar tanto tiempo sentada, no hacía mucho ejercicio. Un día, una conocida me dijo que había estas clases de gimnasia, vi que me vendrían bien y hasta hoy.

—¿Sigue cosiendo?

—Algunos arreglitos hago; pero para vestidos, ya no tengo humor.

—¿Le gustó que la llamaran del Ayuntamiento por ser una de las usuarias más longevas?

—¡Sí! Fue el sábado pasado en la Cena del Deporte. Pero no pensé que tendría que subir al estrado. ¡No contaba yo con tanta cosa!

—Fue un momento muy bonito.

—Lo fue, pero a mí nunca me gustó ser protagonista. Soy muy metidita para dentro. Ji, ji...

—Dicen sus compañeros de clase que es usted muy bailonga.

—¡Eso sí! Tengo 91 años, pero soy la más marchosa de la clase.

«Eso de quedarse en casa viendo la tele toda la tarde para mí no vale»

Lo de pasar la tarde viendo la televisión no va con ella. Cuando dan las seis y media, se enfunda la camiseta de las Escuelas Deportivas Municipales y enfila cuesta arriba para el polideportivo de la Sagrada desde la estación de tren de San Cristóbal. «Cuando llegamos arriba, ¡ya llevamos media gimnasia hecha!», bromea Pura.

—No aparenta la edad que tiene.

—No parece, ¿verdad? Pero bueno, los 91 ahí están. Eso sí, como yo de mayor, no hay ninguna en mi clase de gimnasia. Todas son más jóvenes. ¡Es que mis años ya son muchos!

—Se la ve fenomenal.

—¡Vamos yendo! Siempre hay cositas, pero bueno. Ahora, eso de quedarse en casa viendo la tele toda la tarde para mí no vale.

—¿Cómo llevó la pandemia?

—Fui un poco para abajo. Tengo tres hijos, ocho nietos y ocho bisnietos y no poder verlos te afecta mucho. A mí me pasó eso.

—¿Siguió yendo a gimnasia?

—Con la mascarilla, en grupos de cuatro y menos tiempo, pero sí, casi fuimos igual.

—¿Cuál es su monitora favorita?

—Con Isa llevamos tres o cuatro años y estamos encantados con ella. [«¡Que no nos la cambien, por favor!», añade una voz desde el fondo de la clase. ¡Isa es nuestra!», exclaman].

—¿Nunca le da pereza ir?

—Pereza, no. Solo si llueve bastante o hace frío. Cuando es mucho invierno, casi vas de noche.

—¿Ha probado otros deportes?

—Fui a la piscina de Elviña muchos años. Me encanta nadar. Y me gusta mucho el bádminton, que lo practicamos en clase.

—¿Se considera afortunada?

—Sí, pero enviudé muy pronto. Tenía 58 años. Ahí se te marcha un poco de la vida. Me quedó el consuelo de los hijos, los nietos y, ahora, los bisnietos. Vivo sola, pero solita no estoy.