Con esa lógica inquietud, solo atenuada por el apoyo de sus padres y su pareja, Elena regresó a Londres tras el covid y unas Navidades para olvidar. No volvió hasta abril, ya para ser intervenida en el San Rafael. «Vine porque Diego me dijo que aquí había gente que podía hacer esa técnica», insiste. «Llegué el 6, el 8 fue mi cumpleaños y el 13 me operaron… ¡Solo estuve cuatro días en el hospital!; ¿la recuperación? De un día para otro noté la evolución. A mí me daba igual el impacto estético, no me preocupaba para nada, lo que sí me preocupaba de la cirugía abierta era el postoperatorio, tres meses sin poder levantar ni un kilo de azúcar… Horroroso física y emocionalmente afrontar que vas a estar seis meses condicionada… puff!». No quiere ni pensarlo.
«Yo me esperaba lo peor… ha pasado por otras operaciones y siempre muy mal», explica ahora sobre su sorpresa cuando el postoperatorio se pasó «sin dolor, cada día mejoraba a pasos agigantados, casi sin calmantes, no me lo creía, ¡no me dolía!». Tal es la diferencia que Elena asegura que «no me parecía real» haber podido optar a una técnica tan poco agresiva. A las 48 horas estaba sentada, y luego ya empezó a caminar.