Destrozan el interior del antiguo Club Financiero de A Coruña

caterina devesa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Dos conatos de incendio en dos semanas completan el deterioro de las instalaciones, accesibles ahora desde la calle, desmanteladas y en donde, según indican los bomberos, había personas dentro

17 jun 2022 . Actualizado a las 20:00 h.

Triste final para la que fue una de las instituciones más importantes de A Coruña. El interior del antiguo Club Financiero, ubicado en el número 76 de la avenida Salvador de Madariaga, está dos años después de su cierre completamente destrozado. El espacio permanece en ruinas con restos de mobiliario destrozado, cristaleras estalladas, paredes destruidas y documentación tirada por el suelo.

La alerta de que la propiedad podría haber sido allanada saltó el martes de la semana pasada cuando los bomberos acudieron a las 6.30 horas tras recibir la llamada de un vecino. A su llegada, los efectivos de A Grela comprobaron que las llamas procedían de la chimenea de lo que fue el salón principal de la institución, donde se estaban quemando algunas maderas y papeles. Este martes la alarma se repitió, ya que el equipo antiincendios recibió el aviso de un particular que vio salir humo de la edificación y en donde, según recogen en el parte de la actuación, había una pareja dentro a la que la Policía Local identificó. Los agentes señalan que se trata de dos personas que, según la declaración de un testigo, «andan por la zona con frecuencia», pero «no se puede concluir que estuviesen okupando el club».

Made with Flourish

En las instalaciones se observan restos de productos como cerveza, leche, agua, yogures, avena o botes de detergente. Los responsables de los destrozos accedieron a la finca, cercada, por el lado izquierdo en donde una de las vallas, rota, permanece abierta. Una vez dentro del terreno, utilizaron una puerta negra del lateral del edificio, ya que los accesos están tapiados, para poder adentrarse en un inmueble que conserva el olor a quemado.

El Club Financiero disponía de restaurante con comedor privado, varios despachos, salón de usos múltiples, sala de squash, peluquería y espacio para masajes, entre otros servicios. Ante el cierre, la institución emprendió un proceso para la venta de los activos de la entidad (mobiliario, bienes materiales o el famoso piano de cola), de forma que los objetos de gran valor ya no estaban en la propiedad. Sin embargo, los allanadores aprovecharon para llevarse todo aquello susceptible de ser vendido como tuberías, porcelana procedente de los lavabos de los baños y cables de cobre.

En el salón principal no hay ni rastro de los elementos de las antiguas celebraciones empresariales y solo quedan botellas vacías y extintores, que previsiblemente fueron usados para extinguir el fuego originado en la chimenea la semana pasada, cuya piedra ahora está completamente cubierta de ceniza y polvo. No obstante, en el resto de estancias todavía permanecen algunos muebles, restos de artículos decorativos, como la escultura de una jirafa, e incluso algunas camisas colgadas en el antiguo vestuario del personal de restauración. Asimismo, en la parte de la cafetería se conservan varias tazas de café, bandejas, botellas vacías, además de algunos manteles. Los visitantes tampoco tuvieron piedad con las oficinas, en donde vaciaron todos los armarios de forma que ahora los papeles procedentes de las carpetas en las que se guardaba la documentación cubren por completo la estancia.

Una institución que nació hace treinta años para conectar a los empresarios

«El Club Financiero Atlántico se creó en el 1989 con el objetivo de ofrecer un innovador espacio que facilitara a empresarios y profesionales un clima de bienestar adecuado para desarrollar sus relaciones comerciales y personales a través del intercambio de ideas y experiencias orientadas a la consecución de objetivos comunes». Así describe la página de LinkedIn de la institución el origen de una entidad que durante más de treinta años acogió conferencias, entregas de premios y desayunos informativos, entre otros eventos. El declive llegó en el 2019 cuando la junta decidió solicitar un concurso voluntario de acreedores tras llegar a una situación económica compleja, con una deuda de 300.000 euros.

Ante la crisis, los socios, en ese momento 270, asumieron una derrama extraordinaria de mil euros cada uno, pero no fue suficiente para afrontar las sucesivas obligaciones que correspondían a entidades ajenas en material laboral, de Seguridad Social e incluso de mantenimiento de las infraestructuras, lo que desembocó en el cierre del espacio.

Los accionistas mayoritarios de la propiedad convocaron una reunión de la junta el año pasado para acordar el arrendamiento del solar a una empresa de alimentación. De momento, las instalaciones siguen abandonadas a la espera de que comiencen las obras para levantar un supermercado.