—La principal ventaja para el paciente es la pronta recuperación, ¿no?
—Los pacientes se recuperan muy rápido. La gran ventaja del robot, que no deja de ser una cirugía mínimamente invasiva, es que sufren menos dolor, sangran menos, incluso estéticamente tienen menos cicatrices, y se recuperan antes, con lo cual pueden volver antes a su trabajo y a su actividad normal. Todo esto se ha ido acelerando, un paciente puede irse a casa en 48 horas, a veces incluso en 24, en función de lo que se opere. En operaciones de próstata tiene que llevar sonda una semana, pero con un pequeño tumor renal en dos días está en su casa sin nada. De hecho, a veces tenemos que insistirles en que no hagan esfuerzos durante 10 días porque se encuentran tan bien que algunos ya quieren hacer deporte y de todo.
—¿La próstata sigue siendo la principal intervención con el Da Vinci?
—Sí, pero también hacemos cada vez más tumores en riñón para hacer cirugía conservadora, es decir, dejando el resto del riñón. Antes había que extirparlo entero, pero hoy se puede hacer una cirugía más precisa con el robot e incluso de tumores más grandes. La siguiente intervención en cuanto a volumen es la de tumores de vejiga, sobre todo cuando hay que hacer una reconstrucción con un trozo de intestino; es una operación muy laboriosa, con muchas suturas, que el robot facilita mucho. Y también hacemos prolapsos de órganos pélvicos, matriz, vejiga… Con la reconstrucción de todo por vía abdominal la recuperación es mejor y son raras las complicaciones que sí se dan con las mallas.