—¿Cuántos retratos tiene?
—No lo sé. Una burrada. Los hice en dos fases. Primero, desde dentro de la barra, estuve unos cinco años tomando fotos robadas de la gente, que después les enseñaba y les pedía permiso para publicar. Me escondía y esperaba el momento preciso, que tuvieran un buen gesto. De esa parte tengo unas 5.000 fotos, de las que llegué a subir la mitad, más o menos. Y últimamente lo que hago son retratos en la calle, siempre en la misma posición, en medio de la carretera. Las hago en blanco y negro. Me dio por volver ahí quince años después.
—¿No se expondrán todas esas fotografías?
—Lo que más me gustaría es editar un libro con ellas. Serán varias generaciones, se verán las diferentes épocas, la crisis, las modas, la irrupción del teléfono móvil, cómo se pasó de fumar en el interior a estar prohibido... Una pena, porque el humo quedaba muy bien en foto. Igual que las luces, ahora tenemos unas luces led a las que no les pillo el truco. Al final es una crónica visual de la ciudad. Pero es una cantidad de material enorme. Me va a llevar lo suyo hacer una selección. No le pongo fecha al libro, por ahora, pero espero que llegue.