Daniel Casares: «Ver un vídeo de John Coltrane me cambió la vida para siempre»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

EDUARDO PEREZ

El músico coruñés parte en agosto hacia Denver para hacer un doctorado en jazz

09 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Intentar seguir al guitarrista, compositor y productor de jazz Daniel Casares (A Coruña, 1995) en su periplo formativo y creativo es complicado. Graduado en el Berklee College of Music de Boston con honores Summa Cum Laude, acaba de terminar un máster en la SOAS University de Londres y está a punto de partir hacia Denver para hacer un doctorado en jazz en la University of Northern Colorado. Y a esto hay que sumarle que en este tiempo de pandemia ha sacado una retahíla de discos que ha encontrado su colofón con la publicación del larga duración Moon Race. Y todavía no ha cumplido los treinta.

—Lo suyo con la música viene de lejos.

—Ya con ocho o nueve años me gustaba mucho la música, aunque cosas más populares, y mi madre me aconsejó que me metiese en el Conservatorio. Por esa época, gracias a mi tío, conocí a los Beatles, Eric Clapton... Y me enamoré de esa música. Empecé a tocarla con la guitarra de forma rudimentaria y con 15 años hice mis primeras grabaciones y producciones. Ahí fue cuando tuve claro que quería dedicarme profesionalmente a la música.

—¿Y cuándo descubrió que el jazz era lo suyo?

—Fue con un vídeo de John Coltrane que me puso un compañero en Berklee. Aluciné, me cambió la vida para siempre. En ese momento decidí que quería dedicarme al jazz al cien por cien.

—¿Cómo fue estudiar en Estados Unidos?

—A Berklee fui inicialmente con la intención de formarme para ser productor. La parte más dura era la competencia que había. Había mucha gente que tocaba jazz a un nivel muy alto, y yo entonces estaba casi empezando a navegar. Eso se me contagió y me ayudó a tomármelo todo más en serio. Tenía la ilusión constante de tocar con esta gente tan buena.

—¿No tuvo la tentación de quedarse en Estados Unidos?

—Sí, claro. Al terminar me fui a Nueva York. Con el visado de Berklee te permiten quedarte en el país un año más trabajando. Mi idea era terminar pidiendo un visado de artista, pero fue una experiencia dura. Fue un año fantástico, pero trabajé muchísimo, invertí mucho esfuerzo en una escena, la del jazz en Nueva York, que era demasiado agresiva para mí en aquel momento. Así que cuando tocaba renovar el visado decidí regresar a Galicia.

—Y aquí se puso a componer y grabar sin descanso, porque, ¿cuántos discos ha grabado desde que volvió a casa?

—Tres álbumes completos y seis epés. Aquí reconecté con mis años adolescentes, cuando producía canciones, y volví a ello aunque solo fuera para pasármelo bien en un principio.

—¡Vaya derroche creativo!

—Es que me meto en un proyecto, trabajo en él unas semanas, lo termino y ya inmediatamente me pongo con otro proyecto.

—No le da tiempo a presentar en directo tanto disco.

—De alguna forma me he planteado eso como dos cosas separadas. Doy conciertos en los que la mitad son composiciones propias, improvisaciones, y la otra mitad estándares del jazz, sobre todo el jazz experimental. Y por otro lado está mi carrera como artista discográfico, aunque en el futuro me gustaría ir juntando ambas partes e ir presentando mis proyectos con una banda estable.

—Si graba todos los instrumentos en sus discos, ¿cómo lo lleva al directo?

—Ahí está parte del problema. Muchas veces, por culpa de mi falta de paciencia, compongo un tema y lo grabo pero después no tengo partituras.

—En sus canciones encontramos más que jazz.

—La verdad es que no pienso en los géneros cuando estoy componiendo o grabando. Simplemente sale una mezcla que a veces tira hacia un lado y a veces al otro. Pero a medida que voy avanzando creo que cada vez es todo más jazz y más experimental.

—¿Qué tiene el jazz de especial?

—Que es una música muy honesta, aunque suene a tópico. Por suerte o por desgracia no es una música muy comercial, así que los artistas de jazz pueden sentirse más libres. Eso hace que conecte con su música con una intensidad enorme. Es algo mágico.

«En A Coruña hay una buena escena y se nota que el público aprecia lo que escucha»

A su vuelta de Estados Unidos Daniel Casares se encontró con el ambiente musical de A Coruña: «Aquí hay una buena escena de jazz. He conectado con bastantes músicos, con muchos he tocado y tienen un nivel increíble. Y poder tocar en el Filloa es una maravilla. Incluso durante la pandemia, que tenía el aforo limitado, había un ambiente increíble. Se nota que el público aprecia realmente lo que está escuchando», asegura el guitarrista.

—Pero todavía no da por concluida su formación.

—En agosto me voy a Denver para hacer un doctorado en interpretación de jazz. Estoy buscando ahora alojamiento, y mi idea es encontrar algo en lo que pueda montar un estudio pequeño, poco a poco ir comprando equipo e instrumentos para, mientras estoy con el doctorado, dando clase e investigando, poder ir grabando cosas. Obviamente el objetivo siempre es que mi música llegue a la gente hasta el punto de poder vivir de ello, pero siendo realista sé que hay que compaginar una cosa con la otra y seguir dando clases.

—Resulta paradójico que una música tan intuitiva y libre como el jazz necesite de tanta preparación.

—Cuando llegué a Berklee tocaba sobre todo cosas en plan Eric Clapton, y se me daba bien. Al menos daba el pego. Pero cuando me puse con el jazz la cosa cambió. Me pasó un amigo una partitura y no sabía lo que tenía delante. Estaba perdido. Lo pasé mal, llegué a sentir que no valía para la música porque aquello era enfrentarse a algo muy duro. Y estuve así un par de años, trabajando duro, hasta que poco a poco fui viendo que la cosa empezaba a funcionar, que iba teniendo sentido. Pero siento que todavía me queda muchísimo por aprender.