La escena es la siguiente: un niño de 14 años pregunta qué es eso del Grietax, qué pasa con el Grietax, cuando ve la noticia del cierre del pub del Orzán en La Voz. Y su padre, con un acento koruño que revela toda una identidad, le responde en alto para que todos lo oigamos: «¡Pero si María Pita ya iba al Grietax!». Y claro, la carcajada no puede ser más grande. Tiene razón este coruñés, que por edad coincide con la generación que ya ha cumplido los 50, en que hemos sido muchísimos los que hemos pasado la noche por allí como para que a estas alturas sigamos a vueltas con la novedad del ruido de los garitos del Orzán. Porque mira que llevamos años con la polémica a cuestas, sin que todavía haya una solución que satisfaga a esos vecinos que sufren el follón todos los fines de semana. Es esa una difícil batalla, que tal vez hubiera ganado María Pita, pero que sigue enquistada en la ciudad sin que contente a nadie.
El Grietax cierra ahora porque no tenía en orden los papeles, pero seguro que volverá a abrir, en este vaivén constante en que se ha ido moviendo la noche coruñesa siempre. El Orzán ha pasado sus más y sus menos, y esa esquina de Grietax ha visto bailar y beber a generaciones y generaciones que hoy peinan canas. Ahora, en esa herencia mimética, son los hijos de los hijos los que descorchan la alegría los sábados para tortura de unos vecinos que también, generación tras generación, han visto cómo se cocía la movida en la zona. El Grietax ha cerrado, la noche puede estar algo más tranquila unos días en las calles limítrofes, pero los pubs del Orzán siguen siendo un reclamo como antes lo fue toda la zona de Juan Flórez, cuando Pirámide y Fox Trot (qué mayor voy) ardían. Si te toca un pub debajo de tu casa, vas jorobado. Pero María Pita ya se subía a los bafles del Orzán.