Contar intrusos en el Copacabana

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

En los albores de mi vida, prehistoria de Mario Bros, TikTok y Fortnite, el Copacabana y su entorno eran el parque de atracciones de Coruña

30 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo, en aquella primera infancia, en que el mundo se dividía entre los devotos de la Fanta de naranja y los inconscientes que, de manera inexplicable, la preferían de limón. Bueno, supongo que estos pensarían justo lo contrario. El caso es que en aquella niñez de reminiscencias cítricas arraigan mis recuerdos primigenios de la cafetería Copacabana.

En los albores de mi vida, prehistoria de Mario Bros, TikTok y Fortnite, el Copacabana y su entorno eran el parque de atracciones de Coruña. En aquellas sillas blancas de la terraza nos sentábamos en familia los sábados de verano después del baño matinal en Riazor, y, atravesando una atmósfera densa, de fritura, aparecía el camarero con el refresco de naranja y una fuente de aceitunas y patatas (tengo que admitir que nunca fui fan de los calamares del Copacabana a pesar de su fama). Entonces, desde nuestro sitio jugábamos a contar intrusos, que era como llamábamos a las botellas de Fanta de limón que había sobre las mesas.

El aperitivo saciaba el deseo acumulado durante la semana y, aun así, era solo el preludio de las maravillas que atesoraba Méndez Núñez. Después del festín estaban garantizadas un par de vueltas en el tiovivo, y había más que codazos para elegir caballito.

Pero el colofón eran los coches de caballos a pedales en los que recorríamos el jardín a la sombra del palmeral, desde Entrejardines hasta la estatua de Curros. Una autopista infinita por la que circulaba nuestro entusiasmo.

La inminente reapertura del Copacabana me llena de recuerdos, como a tantos coruñeses. Y ya me tarda el momento de sentarme en la terraza con unas patatas y unas aceitunas, dispuesto, una vez más, a contar intrusos.