
Un edificio de galerías reformado en María Pita; cuatro viviendas restauradas que salieron a la venta esta semana... Parece un anuncio perdido en el mapa inmobiliario coruñés, pero es mucho más que eso: la galería es el ADN de nuestra ciudad.
Hace casi dos siglos, en 1842, se publicaban estas líneas: «Es indecible lo que esta población se va embelleciendo de día en día (...). Infinitas son las obras de casas particulares que se van haciendo en el presente verano. Lindas y variadas fachadas, a la par que sólidas y costosas algunas, se embellecen muchas calles de la ciudad. Los antiguos balcones de hierro, llamados corridos por lo largos que son, se van sustituyendo por blancas y encristaladas galerías, auténticas solanas, solaz y recreo» (recogido en Medio siglo de vida coruñesa, de Jorge García Barros).
Era aquel un momento de eclosión arquitectónica; y en el caso de María Pita, apoyada en un plan de enorme relieve que había empezado dos años antes: el derribo de la muralla que separaba la Ciudad Alta de la Pescadería.
El acto oficial para el inicio de la demolición tuvo lugar el 3 de octubre de 1840, ante «una inmensa concurrencia de todas clases» y mediante una alocución a los coruñeses del secretario de la Junta de Gobierno de la Provincia, Pedro Andrés Mourin.
Un día antes se redactaba la resolución de la Junta para «derribar toda la muralla desde Puerta de Aires a la Real, rellenando el foso (...) hasta quedar un ancho y hermoso campo». Las galerías de María Pita ya tenían el camino expedito. ¿Cómo se planteó el pago de la obra de demolición del baluarte? Pues así: la Junta «confía en que todos los vecinos pudientes de esta capital se prestarán gustosos a contribuir con la cantidad que puedan».