Las galerías, guía de la nueva fachada de A Coruña

M.C: A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Arquitectos e historiadores del Arte estiman que cualquier actuación que se lleve a cabo en Batería y Calvo Sotelo deberá guardar la imagen que identifica a la ciudad portuaria desde hace siglos

06 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

De O Parrote a Linares Rivas y al menos desde la Edad Media, A Coruña construyó su identidad como ciudad portuaria a través de una formidable fachada marítima a la que ha de someterse cualquier intervención en los muelles liberados. «Por historia, por carácter, por entidad y por belleza», afirma el catedrático de Historia da Arte de la Universidade de Santiago Alfredo Vigo Trasancos. Esa «franja ciertamente majestuosa que crea una marca, una identidad y un enorme potencial» debe seguir ocupando el espacio abierto al mar que reclamó en sus orígenes. «Hubo una voluntad de edificar viviendas delante —explica el profesor de la USC Jesús Ángel Sánchez García—, pero la propia ciudad acabó reflexionando, porque necesitaba paseos públicos y por la presión de los propietarios de los Cantones y Linares Rivas, que perdían la condición de primera línea y el valor de sus viviendas».

La fachada histórica nace porque alguien la ve. «El alzado de las casas de Paredes y la plaza de la Aduana que se levanta en el siglo XVIII, las galerías, el rascacielos del Banco Pastor, la configuración de las plazas de Mina y Ourense... Ahí está la vista desde el agua, la intención estética de la fachada desde el mar con la que se trabajó durante siglos como unidad histórica y que se abandona en los últimos desarrollos al cerrarse el puerto y crearse esa frontera con la ciudad», apunta la arquitecta y coordinadora del grado de Paisaxe de la UDC Cristina García Fontán.

Los jardines se concibieron como espacio público de disfrute y a la vez de transición, «la alfombra verde a partir de la que van surgiendo los tentáculos, que son los muelles y los diques», anota Vigo, y «un elemento de transferencia entre el agua y la zona construida», indica García Fontán. Pero bien entrado el siglo XX esa fluidez se interrumpe con una nueva línea de edificios entre Méndez Núñez y el puerto, y ya en el XXI, con los muelles cerrados a los vecinos, la desconexión se certifica con el edificio Alas de Gaviota. «Las ciudades durante siglos le dieron la espalda al mar y no hay más que pensar en Riazor para verlo, pero lo curioso aquí es que sea la Autoridad Portuaria la que da la espada a la ciudad, colocando una barrera y levantando ese mamotreto», apunta Jesús Sánchez. 

Eliminar obstáculos

¿Cómo se recupera ahora la primacía de la fachada histórica? «Hemos cometido el error abominable de los Cantones Village y no puede repetirse. Es el pecado mortal del urbanismo coruñés», lamenta Alfredo Vigo, que sugiere soluciones con la ironía acostumbrada: «Bombardearlo en un momento en que no haya nadie dentro».

«También suprimiendo se hace arquitectura», advierte Roberto Costas, presidente de la delegación coruñesa del Colegio de Arquitectos, que llama a extremer el cuidado de la escala y la integración. «Arquitecturas mínimas, por supuesto bajas, y a ser posible ninguna, ni de las buenas», zanja Vigo Trasancos. Y de hacerse, sugiere Jesús Sánchez, mirar a los edificios de los jardines, desde donde se fue extendiendo la concepción del espacio público «que hoy nadie cuestiona, y tomar nota de lo que funciona, edificios pequeños, bajos, con volúmenes alargados, perfiles variados, amables, que invitan a acercarse. Ahora no hay más que cajones bloqueando las vistas. Por suerte los de los trasatlánticos ven las galerías detrás».

¿Y en qué lenguaje? ¿Cuál es el vocabulario contemporáneo? «A lo mejor puede hablarse de un lenguaje moderno nacido en las vanguardias europeas de principios del siglo XX, entre guerras, con el que, desde mi humilde punto de vista, no ha habido ruptura», apunta Costas, que aprendió de Albalat que los condicionantes del lugar y la historia «son los aliados del arquitecto y sus amigos; el enemigo es el papel en blanco», y recalca que «afortunadamente el lugar guía, provoca y reta, aleja de un ejercicio de soberbia prescindible». Tal vez las galerías no estén tan lejos de las cajas de cristal de Mies y Albalat. «No es descabellado. Las búsquedas creativas e intelectuales eran distintas, pero los materiales, las técnicas y los objetivos eran parecidos. La frase ‘menos es más’ significa la máxima expresión con la mínima materialidad, remite a la eficiencia. Las galerías lo son», cuenta Costas, y aprovecha para recordar «la galería maravillosa del asilo de Adelaida Muro, donde pasó lo que tenía que pasar» y la muralla maltratada en el cuarto de atrás del Oceanográfico. «Si reducimos la identidad de la ciudad a las galerías seremos más pobres. Parece que nos hemos autoetiquetado, pero hay mucho más», subraya.

«Crear verde urbano y reconectar, y no desconectar, la ciudad con el agua, el mayor disfrute de la ciudad», demanda Cristina García Fontán. «Los jardines se han quedado ridículos, atosigados por la arquitectura —considera Alfredo Vigo—. Hay que ampliarlos, generar anchura y actuar de manera coherente con un planteamiento unitario, que fluya, y no con un conglomerado de cosas que no se entienden. Tenemos que despejar la fachada histórica, es la que le da el carácter y la dignidad a la ciudad».