Pablo Nieto Mengotti, fiscal: «En una sala de justicia puedes ver a gente al límite por sus intereses, sus lágrimas, sus peleas...»

Tamara Rivas Núñez
T. rivas A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

EDUARDO PEREZ

Presentó en A Coruña «Elogio de los abogados escrito por un fiscal», un libro en el que entremezcla relatos reales de la abogacía con otros traídos del cine y la literatura

04 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Trabajar en diferentes ámbitos de la abogacía —empezó en el turno de oficio, llevó los servicios jurídicos de destacadas empresas y desde el 2012 ejerce como fiscal— le ha servido a Juan Pablo Nieto Mengotti (Gijón, 1958) para adquirir una visión global de la Justicia que ahora ha plasmado en un libro, Elogio de los abogados escrito por un fiscal (Ediciones del Viento). La obra, en la que se entremezclan relatos reales con otros traídos del cine y la literatura, se presentó este jueves en el Colegio de Abogados de A Coruña..

—¿Qué es lo que el lector se va a encontrar en el libro?

—No es un libro académico, es una narración de vivencias propias y de lecturas de lo que son los interiores de la abogacía y de cómo se vive la profesión. Explicar qué hace un abogado, cómo lo vive, cuáles son sus miedos, sus preocupaciones, sus referencias…

—Y esas vivencias son inherentes a la profesión, cualquier abogado del mundo las comparte.

—Claro. Por eso he intentado encerrarme en un paraíso de abogados que admiro, a algunos incluso los conocí personalmente en juicios, y a otros, sobre todo los extranjeros, por lecturas. Me gusta mucho esto de hacer como un patio conjunto de lo que es la abogacía de varios países, que es transversal. La abogacía que se hace en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, España o Italia tiene mucho en común, pero la barrera del idioma separa más que en otros oficios.

—¿Hasta qué punto?

—Un cirujano alemán puede venir mañana a A Coruña y operar sin saber palabra de español ni gallego, pero en la abogacía no pasa eso. Está la barrera del idioma y eso separa mucho, aunque el derecho sea universal. Pero he querido resaltar eso, que todos los abogados, sean de donde sean, tienen los mismos miedos, ilusiones, intereses, problemas con los clientes, con las autoridades, con la opinión pública...

—Clarence Darrow, Dupond-Moretti, Cobo del Rosal… ¿qué es lo que le atrajo de estas figuras para incluirlas en su libro?

—Su personalidad y también el sentido de la libertad y la independencia que tienen. Es gente que no necesita proclamar su independencia a los cuatro vientos, es algo que se ve. Y se ve en esas defensas sin miedo de casos individuales impopulares, esos que tienen la antipatía de la opinión pública, que al fin y al cabo es el gran test del abogado. Y ante eso me quito el sombrero. Y que además lo hagan dignamente, sin ofender, intentando encajar las piezas.

—¿Es complicado hacer frente a esa animadversión?

—Lo sea o no, son abogados que han sabido hacerlo con valentía. En el caso de Darrow, por ejemplo, hizo que no pudiese salir a la calle en Chicago. También Dupond-Moretti se ganó los odios de parte de la sociedad y ha sabido salir con dignidad y ahora es ministro de Justicia en Francia.

—Figuras así consiguen atraer tanto a los profesionales del derecho como al público en general, ¿no cree?

—Eso dicen los que lo han leído. No es un libro corporativo en absoluto ni tampoco pretende serlo. Lo que hacen los abogados tiene valor en tanto en cuanto interesa a la sociedad y estos perfiles tienen interés e impacto social. Me ha dado seguridad que lo publicase Ediciones del Viento y es el único título cercano al derecho que tiene la editorial.

—Se le ve un apasionado de su profesión.

—Cuando escribes es porque desbordas pasión. En una sala de justicia hay una gran tensión emocional e intelectual. Lo que pasa es auténtico. Puedes ver a gente al límite por sus intereses, sus lágrimas, sus peleas… Si no vives esta profesión con pasión, no tienes sentido.