La pluma o el misal de Pardo Bazán, al alcance del público

Lucía Cancela
Lucía Cancela A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

El retrato pintado por Joaquín Vaamonde. Retrato de Emilia Pardo Bazán realizado en 1896 por Joaquín Vaamonde. Segunda obra del autor para la escritora, que fue su mecenas y lo animó a trasladarse a Madrid. Una vez allí se convertiría en un destacado retratista de la técnica del pastel. El pintor pasó sus últimos meses de vida en el pazo de Meirás, donde lo cuidó la madre de Emilia.
El retrato pintado por Joaquín Vaamonde. Retrato de Emilia Pardo Bazán realizado en 1896 por Joaquín Vaamonde. Segunda obra del autor para la escritora, que fue su mecenas y lo animó a trasladarse a Madrid. Una vez allí se convertiría en un destacado retratista de la técnica del pastel. El pintor pasó sus últimos meses de vida en el pazo de Meirás, donde lo cuidó la madre de Emilia. MARCOS MÍGUEZ

La exposición que alberga el Museo de Belas Artes recoge su enorme legado

06 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La tercera planta del Museo de Belas Artes de A Coruña alberga la muestra El legado de Emilia Pardo Bazán, que podrá visitarse hasta marzo del 2022. El centenario del fallecimiento de la escritora gana así un nuevo frente, mostrando las donaciones que hicieron al museo la hija de Emilia Pardo Bazán, María de las Nieves Quiroga y Pardo Bazán, y la hermana de su nuera, María Esteban-Collantes y Sandoval. «De esta forma, contextualizamos todos los objetos personales de Emilia, que no son fáciles de encontrar», explica el equipo del museo, comisario de la exposición.

Esta parte de una fotografía de 1917 en la que se puede ver a la intelectual acompañada de artistas de la época. De ahí que no solo se exhiban objetos de la ilustre coruñesa, «sino también obras de todos los personajes que tuvieron algo que ver con ella que ya teníamos en el depósito», cuenta el equipo.

La fotografía en cuestión pertenece a la inauguración de la Exposición de Arte Gallego en el Palacio Municipal de A Coruña. Pardo Bazán acudía en sustitución del ministro de Instrucción Pública para presidir el acto de apertura. Entre los rostros conocidos que la rodeaban estaban José Seijo Rubio, Manuel María Puga y Parga, Picadillo; Manuel Abelenda, Emilio Madariaga y Rojo o Alejandro Barreiro Noya, entre otros. «Se trata de un perfecto ejemplo de los círculos en los que se movía doña Emilia. Las acciones culturales en aquel momento tenían que ver con tertulias que los propios ilustres montaban en sus casas», señala el equipo técnico del comisariado.

La muestra se organiza en dos plantas. En la superior está el legado principal y más directo. Las cosas que pertenecieron en vida a Emilia Pardo Bazán. La sala de exposiciones se abre a una construcción arquitectónica en forma de cubo. Fue elaborada por Mihura Arquitectura y sus paredes externas están decoradas con espejos para aumentar la sensación de espacio «e incrementar la relación que todas las obras tengan con el legado». En su interior se encuentran las donaciones realizadas por la familia.

El cubo da la bienvenida a través del conocido perfil de la autora realizado en 1896 por el pintor Joaquín Vaamonde, para quien Emilia Pardo Bazán hizo de mecenas. «Cuando el artista enfermó, fue la madre de Pardo Bazán quien lo cuidó en el pazo de Meirás», cuenta una de las técnicas. «Se trata de un pastel muy delicado».

Colección de monedas y misal

Con un pie dentro de la estructura cúbica, un retrato de la escritora elaborado por Xesús Rodríguez Corredoyra se topa de frente con el público. Se hizo en 1915 «y, por la fecha, se trata de una Emilia más madura». Lo sigue una colección de 215 monedas. Después llega el misal «que utilizó ella el día de su boda con José Quiroga y Pérez de Deza», explica el equipo. La pareja contrajo matrimonio en 1868, en la capilla del edificio familiar Granja de Meirás, que la escritora acabaría por convertir en el pazo actual.

Entre las joyas de la corona, la vitrina del cubo también expone una escribanía familiar, marcada con las iniciales de sus abuelos; una de sus plumas, el manuscrito original sobre la obra de Goya y un diminuto estuche con una plumilla de oro. En la tapa de este objeto aparece representada la alegoría de la fama con una trompeta, a la vez que se lee el nombre de Emilia Pardo Bazán en el horizonte, como símbolo de su éxito. El borde de la superficie alberga los títulos de algunas de sus obras: Los pazos de Ulloa o La piedra angular.

Doña Emilia, mecenas del pintor Joaquín Vaamonde, experto en la técnica del pastel

El espacio exterior del cubo de la exposición merece mención aparte. Enmarcado en el legado de la autora que sus familiares donaron al museo, se encuentra el tapiz Speculum humanae vitae. Sobre esta obra, Emilia Pardo Bazán comentaba lo siguiente en una entrevista concedida en 1918: «Es del siglo XV. Flamenco-gótico, en camino del Renacimiento. Representa la danza macabra. Se lo compré a un yanqui que lo encontraba triste. Y vea usted, a mí su contemplación me inspiró un capítulo de La sirena negra». «El tapiz es de iconografía funeraria y se utilizaba de fondo en las construcciones de este tipo», señala el equipo del comisariado. La simbología es directa: «La muerte llega por igual a un rico que a un pobre», explican.

Entre las figuras ilustres que acompañan a Pardo Bazán, aparece el nombre de doña Herminia Rodríguez-Borrell Feijoo. Si bien los técnicos del Museo de Belas Artes no pueden precisar cuán cercana era su relación, sí consideran que podría ser bastante próxima. La hidalga celebró su puesta de largo en el pazo de Meirás.

Su vida siguió los pasos transgresores de la escritora coruñesa. Herminia Rodríguez-Borrell fue la primera mujer española en sacarse el carné de conducir, en montar en bicicleta o en vestir unos pantalones.

Los objetos curiosos y anecdóticos de la exposición son varios. Entre 1910 y 1920 figura un abanico de la ensayista dedicado a su nuera, mujer de su hijo Jaime. La dedicatoria se firmó en el Balneario de Mondariz, lugar al que Emilia Pardo Bazán acudió todos los veranos desde 1887 hasta el final de su vida.

Hay nombres comunes en esta exposición y El reto de la modernidad, ubicada en el Kiosco Alfonso. Uno de ellos es el del pintor Joaquín Vaamonde Cornide. En ambas muestras se exponen retratos de la ilustre escritora elaborados por el artista. Los une una relación de mecenazgo. Es más, fue la propia Pardo Bazán quien lo animó a mudarse a Madrid y a convertirse «en un destacado retratista especializado en la técnica del pastel», precisan desde el museo.

La exposición del Museo de Belas Artes también recoge cómo la novelista lo utiliza de inspiración para crear a un personaje de su obra La Quimera, el pintor Silvio Lago.