Análisis
La fragmentación política dificulta que se adopten medidas concretas
En el 2015 y el 2019, los coruñeses apostaron en las elecciones municipales por corporaciones fragmentadas, en las que ningún partido obtuvo mayoría absoluta para gobernar. En los primeros de esos comicios, cuando irrumpieron la Marea Atlántica y las demás formaciones «rupturistas», esa fragmentación se defendió como la panacea, porque obligaría a negociar cualquier acuerdo.
La negociación, efectivamente, se ha demostrado como imprescindible en estos ocho años. Nunca se habló tanto y de tantas cosas en el pleno. Pero nunca se decidió tan poco. Sin mayoría, los gobiernos de la Marea y el PSOE no han aprobado ni un presupuesto en fecha, y en tres ocasiones han tenido que prorrogarlos. También han tenido problemas para aprobar modificaciones con el fin de abordar las necesidades que fueron surgiendo.
Los grandes proyectos de ciudad, como la fachada marítima o el Novo Chuac, también esperan a las cuentas. El gasto medio en inversiones, aunque ha aumentado en este mandato, sigue muy por detrás de los mejores años de los gobiernos con mayoría.
La fragmentación alcanza a otros aspectos. El discurso del actual gobierno local es firme en materia de okupación, que considera siempre un delito. Pero está condicionado por sus aliados de izquierdas, que hacen matices. Es inevitable que los ciudadanos perciban que no hay unidad y fortaleza política para aplicar una solución, la que fuese, con firmeza. Y si hubiese unidad acerca de la solución, aún habría que negociar su financiación.