María Casares y Albert Camus

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

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Cuando María y Albert descubren que no podrán separase jamás, cuando saben de su certeza y aceptan su destino, el premio Nobel se muere en un accidente

04 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha sido una alegría saber que Coruña se volcará el próximo año en celebrar el centenario de María Casares y pagar esa deuda contraída con la actriz, que tuvo que exiliarse en Francia. La hija de Santiago Casares Quiroga, el último jefe de Gobierno de la República, salió de su casiña de A Coruña a los 14 años junto a su madre y el amante de su madre (esa es una buena historia), para salvar su vida y transformarse en la gran intérprete que fue. En Coruña, María era María Victoria, Vitola y, sobre todo, Vitoliña, el apelativo cariñoso que salía de la boca de su padre. En la maleta de Vitoliña viajan con ella obras de Shakespeare, la Constitución, tenedores, cuchillos, un disfraz de chinita, una capa de cibelina..., los bártulos que le abrirán una vida en París y que la llenarán de recuerdos. Como ese que la sitúa por la tarde en el jardín de su casa coruñesa, subida al árbol, inventando historias.

No sé lo que le contaría María Casares a su amor, Albert Camus, de su Coruña querida, qué le haría llegar en todas esas noches de pasión y en todos esos días de entrega. Pero si quieren saber de esa relación intensa, encendida y trascendente en la vida de María, tienen que leer la biografía de Anne Plantagenet: La única, María Casares. Ella es una furia desbocada en el escenario y un pajarito delicado en los brazos de Camus, a quien persigue alocadamente. Y Albert también a María, aunque él la compartiese con su esposa y otras amantes. Cuando María y Albert descubren que no podrán separase jamás, cuando saben de su certeza y aceptan su destino, el premio Nobel se muere en un accidente. María, desangrada, sobrevive con la ilusión de pisar alguna vez su tierra cuando Franco ya no viva. Casi lo consigue. Pone un pie en Madrid, pero su casiña duele demasiado. Para Vitoliña Coruña siempre será un recuerdo.