La cuesta que no estaba ahí

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

Durante los últimos 50 años viví convencido de que Fernando Macías era una calle horizontal, pero resulta que hacia el final tiene una leve inclinación que, cuando uno va tocado del ala, se transforma en la pared del Tourmalet

26 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El covid-19, si consigues sobrevivir a él, te deja los pulmones como el mocho de la fregona después de limpiar el suelo de Soweto una madrugada de sábado de los noventa. Con los bronquios al ralentí, te pones a pasear por A Coruña y de pronto descubres que hay cuestas donde tú pensabas que la ciudad era plana. Es más o menos lo que nos pasa cuando llega la factura de la luz: estamos convencidos de que ponemos la lavadora en el horario barato, pero luego llega la patada en la entrepierna del recibo y averiguamos que lo llano era punta y el valle era el mismísimo Everest.

Como uno anda sin resuello después de pasar el virus, empieza a descubrir que A Coruña no es que sea Vigo, que tiene más cuestas que calles, pero sí oculta muchas rampas disfrazadas de planicie. Y uno no lo detecta aplicando la trigonometría por las esquinas, sino porque a media acera le falta el aire y las piernas dimiten. Aquella calle que parecía inofensiva en realidad es un repecho que con el coronavirus aún humeando en los alveolos y en el miocardio convierte un humilde paseo coruñés en el ascenso a los lagos de Covadonga (pero sin bici).

Me pasó hace unos días caminando por Fernando Macías desde Maestro Mateo hacia Ciudad Jardín. Durante los últimos 50 años viví convencido de que Fernando Macías era una calle horizontal, pero resulta que hacia el final tiene una leve inclinación que, cuando uno va tocado del ala, se transforma en la pared del Tourmalet.

Así que, como María Pita anda siempre escasa de mano de obra, le propongo al Ayuntamiento que me suelte por las calles de A Coruña para que levante la nueva topografía de la ciudad y descubra cuestas y orografías secretas que solo los mayores de 95, yo mismo y otros pasajeros del coronavirus sabemos que están ahí.