Ese fabuloso laberinto llamado «Agnes»

A CORUÑA CIUDAD

XOAN A. SOLER

La novedad del coruñés Javier Peña es una gran novela que solo se termina de montar al final. Nada que ver con «Infelices»... salvo que elige de nuevo las calles de Santiago

15 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Está muy bien que desde el principio, desde la propia portada incluso, Javier Peña (A Coruña, 1979) nos avise de que Agnes es una novela. Porque cualquiera que le eche un ojo pensará que se está ante un sudoku, un laberinto en el que no está dispuesto a perderse. Esta introducción viene al caso por si algún potencial lector se echa atrás ojeando la obra, y por si el que empieza a meterse en la trama resulta que no entiende nada pasadas las primeras cincuenta páginas y decide cerrar el libro.

Y eso sería un error que lamentaría.

Porque Agnes es una novela. Y aun diría más, una gran novela. Es una novela construida a trozos que solo se termina de montar -como sucede con los libros bien pensados- cuando se llega al final. Final que no se va a contar aquí, claro.

Conviene apuntar otra cosa antes de hablar de Agnes. Que esto no es Infelices, aquel chispeante debut de Peña que nos devolvió a tantos a las calles de piedra y agua de Santiago cuando finalizaba el siglo XX. Agnes, también ambientada aquella ciudad, es otra cosa, tanto en su historia como en la intención.

El título lleva el nombre de la protagonista, una periodista que por su afición a tener la lengua suelta se queda sin empleo, pero con un reto puesto encima por su editor: escribir la biografía de un autor de éxito mundial a quien (y ahí está el desafío) nadie conoce. Solo sabemos que se llama Luis Foret, y en algún momento tuvo otra identidad. A partir de esa original idea, la trama se podría haber construido de forma lineal. Pero Peña decide plantear otro reto: que el lector vaya construyendo el relato jugando con tres herramientas: la voz de Agnes, la del propio escritor y los relatos de este último. Cuando uno termina de leer Agnes, se da cuenta de que el creador gallego tuvo que darle muchas vueltas a la cabeza para armar este armazón literario. Y que lo resuelve muy bien.

Siendo esta peculiar construcción algo esencial, no lo es menos la historia. Hay aquí trazos de novela negra y ese género propio que se llama Paul Auster y que podríamos definir como el juego de las casualidades imposibles. Esas pequeñas cosas que contadas parecen improbables, pero que narradas por ese genio de Nueva York resultan asombrosamente creíbles. Uno ignora cuánto ha influido Auster en esta obra, pero resulta fácil advertir que a Peña le gustan esas cosas que, por imposibles, son las más factibles.

Agnes funciona muy bien en conjunto porque, además, hay un grupo de secundarios muy bien traídos. Las mujeres de Foret, sobre todo, tan bien narradas y con tantos ángulos que algunas darían para un spin-off. También los paisajes; desde aquella isla griega en la que se enamoró Leonard Cohen de Marianne hasta la costa oeste de Estados Unidos, algunas villas perdidas en Francia y, claro, de nuevo las calles de Compostela. Quizá le sobren algunas reflexiones gratuitas que distraen de la lectura, pero al final Javier Peña tiene un hilo del que tirar al lector.