La vecina de A Coruña sitiada por los okupas: «Me da pena irme de esta casa, porque aquí fui feliz, pero ahora podremos dormir»

Elena Silveira
Elena Silveira A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Lourdes Lustres Marcos, la inquilina de renta antigua se sufrió un calvario en la calle Montevideo, donde residía desde 1973, ya realizó la mudanza a su nueva vivienda en Os Castros

23 nov 2021 . Actualizado a las 12:02 h.

«Estamos muy contentas. Ya está todo arreglado. Por fin tendremos tiempo para dormir». Lourdes Lustres Marcos, la última inquilina de renta antigua que quedaba en el número 10 de la calle Montevideo, realizó este jueves la mudanza a un piso nuevo en la zona de Os Castros. Recuerda que durante el último año y medio, ella y su hija sufrieron un auténtico calvario, ya que los okupas que se metieron en el edificio les hacían la vida imposible: «Es que ni siquiera la última noche pudimos descansar de tanto follón que armaron. Hicieron muchísimo ruido en las escaleras. Estamos cansadísimas, pero bueno, por fin todo se ha solucionado», explicaba entre bolsas y cajas, con voz de fatiga y apoyada en su bastón.

ANGEL MANSO

El camión de la mudanza no paró de hacer viajes durante todo el día, trasladando los enseres que desde el año 1973 esta mujer acumuló en una vivienda de 85 metros cuadrados. Dice que ella y su hija Sandra aprovecharon para hacer limpieza y tiraron muchas cosas, porque no todo tendrá espacio en el nuevo piso. «Me da pena irme de esta casa, porque aquí fui muy feliz. Pero, por otro lado, nos vamos a otro sitio en donde por fin podremos dormir y descansar», contaba. De hecho, según explica, dejará para dentro de unos días la ardua tarea de ordenar todas sus cosas en el nuevo inmueble. «Lo primero será dormir toda una semana seguida. Después ya iremos colocando todo poco a poco», explica. Dice que en la entreplanta del número 10 de la calle Montevideo pasó lo mejor de su vida, porque allí crio a sus cinco hijos a pesar de las dificultades y altibajos que tuvo que hacer frente. «Aquí vivimos siete personas. Así que dejo muchos recuerdos. ¿Cómo no me va a dar pena dejar mi casa? Aquí fui feliz, a pesar de lo que vino después [en referencia a la presencia de los okupas]». Lourdes explica que, finalmente, pudo escoger el piso al que ella quería mudarse de entre todas las opciones que le dio la empresa propietaria,Testa Residencial Socimi S.A. «Sí, sí. Me voy al que yo prefería. Un primer piso en la calle José Echegaray». Lo que más le gusta es que tenga ascensor y trastero, aunque también dispone de garaje. A pesar de que la cocina está totalmente amueblada, Lourdes quiere llevarse sus electrodomésticos, especialmente el horno y la vitrocerámica, la nevera y la lavadora, ya que son de buena calidad y sabe manejarlos. También se lleva sus muebles, la vajilla, una lámpara a la que le tiene mucho aprecio, las camas, los sillones, una bicicleta estática, libros, cuadros... Vamos, que dejará muy pocas cosas dentro. Tan solo quedarán en el edificio los okupas que tantos quebraderos de cabeza le han dado. 

Nuevo contrato de alquiler, pero manteniendo las condiciones de 1973

El despacho de abogados Miguel Estévez Campos S.L. Servicios Jurídicos se encarga de los asuntos legales de la Asociación de Inquilinos de A Coruña, a la que pertenece Lourdes. Ellos confirman que, inicialmente, la empresa inmobiliaria no contemplaba en el nuevo contrato los derechos adquiridos de la inquilina, sin tener en cuenta el derecho de subrogación de la hija por tiempo indefinido. Por este motivo tuvieron que remitirles el certificado de discapacidad del 68 % que tiene Sandra. «Finalmente se hizo una renovación del contrato del año 1973, con las mismas condiciones y con subrogación forzosa por la discapacidad de la hija, pero cambiando el objeto, es decir, en vez de ser el piso de la calle Montevideo aparece el de la calle José Echegaray», indicaron. Verónica Urreaga Iza, la abogada de la asociación y que forma parte del despacho de Miguel Estévez, fue la que llevó todas las negociaciones. Aunque otros vecinos acabaron dejando el edificio aceptando una indemnización, Lourdes no quería dinero a cambio de dejar su casa, sino que arreglasen el inmueble o bien que la trasladasen a otro en condiciones de habitabilidad, pero respetando su renta antigua. De hecho, el dinero que le ofrecían no sería suficiente para pagar durante años un alquiler de precio libre en A Coruña (pocos bajan de los 400 euros, cuando la renta antigua de Lourdes es de 103 euros al mes). Y, además, buena parte de la indemnización se iría en pagar impuestos y el IRPF. 

Una mudanza con 76 años

Todavía con los nervios a flor de piel, Lourdes y su hija, se veían este jueves superadas por todo lo que les estaba pasando. Una amiga que les ayuda con la mudanza, comenta que cualquier traslado ya supone una complicación, pero afrontar grandes cambios a ciertas edades implican un trastorno mucho mayor. «Para ellas es un inconveniente tener que marcharse, porque aquí tienen todos sus recuerdos. Pero la zona a la que se van tiene todos los servicios y es bastante tranquila», comenta. Y Lourdes intenta, con esfuerzo, ver el lado positivo: «Por lo menos este invierno tendremos calefacción y no nos lloverá en la habitación». También intenta olvidarse ya de lo mal que lo han pasado estos últimos 16 meses. De hecho, Sandra asegura que los okupas o la gente que subía y bajaba por las escaleras, les mearon la pasada semana en el felpudo. Y, hace meses, otro de los últimos inquilinos se encontró heces en la puerta de su casa. «El portal y las escaleras están llenas de basura. Y también nos encontramos jeringuillas». También se conectaron a la luz de forma ilegal, lo que provocó en verano un incendio en el inmueble. «Pero gracias a todos los que nos ayudaron, hoy [por este jueves] ya podremos dormir tranquilas», dice Sandra, hecha todavía un manojo de nervios.