Ciudad Jardín, cien años del vecindario burgués que innovó en el urbanismo español

Mila Méndez Otero
Mila Méndez A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

La Semana da Arquitectura 2021 se fijó en su singularidad y también en la del barrio de las Flores, que cumple cinco décadas

02 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La Semana da Arquitectura 2021 se fija este año en dos de los vecindarios tal vez más opuestos pero también más singulares de A Coruña. La celebración, con motivo del Día Mundial de la Arquitectura, este 4 de octubre, repite en la ciudad herculina con una programación de actividades hasta el día 8 que incluyen exposiciones en María Pita y en la Fundación Luis Seoane, charlas, cine y visitas a los dos barrios.

«Son un magnífico contrapunto», define Carlos Quintáns, arquitecto y profesor de la Escola de Arquitectura de A Coruña, organizadora de la iniciativa. «Este año coinciden de una forma clara el centenario de Ciudad Jardín y los 50 años de la finalización de los coletazos del barrio de las Flores. Definen dos modelos de ciudad muy distintos», apunta.

Sin embargo, tienen características comunes. «Ambas foron construídas de maneira unitaria, levantáronse máis aló dos límites da cidade e contan con pezas arquitectónicas de grande interese», resume Plácido Lizancos, el director de la escuela de la UDC. Hay un tercer aspecto. «Teñen en común o seu alto descoñecemento polo conxunto da cidadanía, situación que imos intentar paliar», avanza Lizancos.

Un callejero de villas

Casonas, villas con nombre y palacetes coronados con torreones. Sin embargo, lo que hace única a esta colonia no son precisamente las casas que la habitan. «La singularidad frente a otras ciudades jardín en España, solo residenciales, reside en que esta tiene desde el principio un componente equipamental importante. Como si cogiéramos un círculo y lo cortáramos a la mitad por la avenida de La Habana, por un lado están los equipamientos deportivos y escolares y, por otro, el área residencial», detalla el profesor de UDC José Ramón Alonso Pereira, encargado de coordinar las charlas y trabajos en torno a esta urbanización en la Semana da Arquitectura.

La aportación coruñesa

«Es una auténtica aportación de A Coruña a lo que se estaba haciendo en España. Se pretendía que fuera una ciudad completa, con usos residenciales, zonas verdes, centros de trabajo, deportivos y educativos. A Coruña se lo planteó con fuerza, pero el desarrollo de la Ciudad Escolar tuvo que continuar fuera del anillo a comienzos de los 40 por cuestiones económicas ante el encarecimiento de los terrenos», contextualiza Alonso Pereira.

«La publicidad de la época decía que era para las clases medias, nosotros podemos decir que era para la media alta, incluso en las cooperativas de la Domus, promovidas para el funcionariado», aclara Alonso Pereira.

Cien años después, Ciudad Jardín todavía se sigue construyendo, ahora con viviendas nuevas que sustituyen a los chalés que sucumbieron ante el deterioro.

Un modelo habitacional pionero en Galicia que tuneó al original británico

«Compre usted en el mejor lugar de la ciudad», rezaban los viejos anuncios. El origen de este barrio exclusivo se remonta a los años veinte del pasado siglo. Ciudad Jardín fue una iniciativa de la Sociedad Coruñesa de Urbanización inspirada «na inventada no século XIX por un inglés, Ebenezer Howard. Impúxose un concepto de saúde, de salubridade, coa idea de poder vivir en contacto coa natureza ao carón da cidade, de aí o seu carácter periférico», apunta el arquitecto Carlos Henrique Fernández Coto, presidente de Apatrigal (Asociación para a Defensa do Patrimonio Cultural Galego).

Cada parcela tenía estipulada una extensión media de 500 metros cuadrados y la construcción de las viviendas se hizo de forma rápida y, principalmente, en dos fases. «Convertiuse na zona residencial de baixa densidade (25 vivendas por hectárea) máis importante da Galicia da época, unha experiencia única», comenta el también arquitecto y profesor Xosé Lois Martínez, que subraya su carácter pionero.

«Trátase dunha iniciativa ligada ás elites coruñesas e á súa aposta pola cidade-balneario en torno ao areal de Riazor, por primeira vez, coa vontade de dignificalo», añade Xosé Lois Martínez. «Eran vivendas unifamiliares illadas. Había un catálogo de casas, en función do orzamento», matiza Martínez, de ahí que muchas se parezcan entre sí.

Al final, hicieron su propia versión tuneada de la Ciudad Jardín de Howard. «Máis ben foron unhas barriadas xardín, porque aquí non hai nin comercios ou empresas nin é todo dun único propietario», aclara Martínez.

Corrales y Fernández-Albalat fueron algunos de los arquitectos que diseñaron sus unidades vecinales

Es un modelo de crecimiento contrapuesto a Ciudad Jardín. Aquí las protagonistas no son las clases pudientes, sino la obrera. Sin embargo, este no es un condicionante que le reste valor urbanístico al barrio donde todas sus calles llevan el nombre de una planta y sus plazas el de un árbol. «Cuando viene un colega arquitecto a A Coruña le enseño la torre de Hércules, el Museo de Belas Artes (de Manuel Gallego) y el barrio de las Flores», afirma el profesor de la Escola de Arquitectura Fernando Agrasar Quiroga.

El docente coordina la publicación de un estudio sobre el barrio que se presenta estos días en la Semana da Arquitectura, celebración en la que trabajan los grupos de investigación de Historia da Arquitectura e de Composición Arquitectónica e Patrimonio del campus de Zapateira.

La belleza y la riqueza patrimonial del vecindario cuyas últimas viviendas se construyeron en 1971 pasan desapercibidas. Circunstancia de la que es consciente Agrasar Quiroga, que justifica así el contraste entre lo que aprecian los especialistas y los transeúntes. «La calidad de sus espacios públicos y de su arquitectura respondían a los criterios urbanísticos de la época».

Movimiento moderno

«El barrio de las Flores es patrimonio arquitectónico. Es un ejemplo muy notable de la arquitectura del movimiento moderno. Pocas ciudades tienen una muestra tan contundente», justifica Agrasar Quiroga. A grandes rasgos, su diseño se caracteriza por la apuesta por los espacios verdes, por los edificios en bloques laminares (altos y estrechos donde no hay patios y las viviendas dan a dos fachadas) y las calles ciegas (sin salida, siendo su objetivo facilitar el acceso a los inmuebles a los vecinos). Delimitado por la avenida de Monelos y la ronda de Camilo José Cela, no es posible el tráfico rodado dentro del barrio, a no ser que sea para aparcar e ir a una casa.

Los equipamientos comunitarios como un ambulatorio, un pabellón, una iglesia, centros asociativos o de la tercera edad son también distintivos. El barrio se divide en cinco unidades vecinales y en ellas participaron arquitectos como Andrés Fernández-Albalat, Ignacio Bescansa, Jacobo Losada o José Luque Sabrini.

Premio Nacional

La más celebrada fue la número tres, la de la calle Violetas, que firmó el Premio Nacional de Arquitectura José Antonio Corrales. Sin embargo, hoy el barrio necesita un plan especial, que se está redactando, y una considerable inversión para introducir criterios de revitalización contemporánea. Eliminar las barreras arquitectónicas, instalar comercios y hostelería frente a su hiperespecialización en las viviendas o mejorar los estándares de confort en los bloques, sin ascensores, son su materias pendientes.

Un vecindario levantado sobre un poliducto sobre el que sigue pesando la «leyenda negra»

Nació en los años 60 ante la carencia habitacional para acoger a los trabajadores del puerto y de la industria que se estaba asentado en A Coruña. La aluminera que hoy se llama Alu Ibérica y, sobre todo, la refinería. En total se levantaron unas 2.000 viviendas en una superficie de 17 hectáreas cuya densidad poblacional es casi cinco veces mayor a la de la media de la ciudad.

Claudia Ares

Su diseño fue innovador y estuvo condicionado a una infraestructura que no se ve: el poliducto. El barrio de las Flores se levantó sobre este conducto subterráneo que transporta el crudo desde el puerto hasta la planta de Meicende. Sin embargo, ninguno de los bloques descansa sobre las tuberías. El dibujo que trazan se puede intuir por la diagonal verde que atraviesa el vecindario.

La unidad vecinal de José Antonio Corrales fue una actuación urbanística basada en la Carta de Atenas de Le Corbusier. Se desarrolló bajo una perspectiva moderna y funcionalista avanzada, pero que quedó anticuada. «Los vecinos, cada vez de mayor edad, sufren y disfrutan el barrio. Tiene una topografía complicada, con una inclinación importante y los criterios de accesibilidad de los 60 no son los de hoy. Hay muchas escaleras o muritos de contención» enumera Agrasar.

También pesa «la leyenda negra en el imaginario de la ciudad. Los años 80 fueron muy difíciles», desliza Fernando Agrasar. Con todo, antepone «las enormes posibilidades de un lugar donde vive mucha gente. Al lado tenemos un desarrollo opuesto, Matogrande. Pisos muy caros pero, ¿dónde están ahí los espacios verdes?», se pregunta.