Más de 170 vallas para un tramo de cien metros en las obras del Sol y Mar

Lucía Cancela
lucía cancela OLEIROS / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Obras en el cruce del Sol y Mar (Oleiros), en un punto en el que han puesto 172 vallas.
Obras en el cruce del Sol y Mar (Oleiros), en un punto en el que han puesto 172 vallas. Ángel Manso

Algunos vecinos y empresarios protestan por la lentitud de los trabajos

19 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La odisea de las obras del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma) en el cruce del Sol y Mar continúa. La margen derecha de la AC-12 en dirección entrada a la ciudad de A Coruña, está cercada desde hace dos meses por más de 170 vallas de obra.

Los operarios del Mitma trabajan actualmente en la segunda fase del proyecto. Este segundo asalto comenzaba a mediados de julio. Volvían los cortes a la vía y se levantaba el pavimento de las aceras para proceder a la reposición de los servicios afectados. O lo que es lo mismo, reubicar las líneas subterráneas de teléfono, de luz y de gas. Este proceso, comentan algunos vecinos, se está alargando más de lo previsto: «Están esperando a que acudan las empresas correspondientes a hacerse cargo de sus tuberías». Mientras tanto, el tiempo no ha pasado en balde para los usuarios de la zona.

Lo cierto es que el tramo que se extiende en sentido a A Coruña desde la parada de autobuses situada a la altura de la calle Beiramar hasta la calle Areal es «una jungla» en la que conviven 172 vallas, polvo y varias máquinas de obras. Y si llueve, se les une el barro.

Celia Pedreira, responsable de la tienda Luznorte, demanda más agilidad y apunta los perjuicios de la obra en el comercio local. «Los clientes ya no saben por dónde entrar y a uno de los escaparates no podemos llegar desde fuera para limpiarlo».
Celia Pedreira, responsable de la tienda Luznorte, demanda más agilidad y apunta los perjuicios de la obra en el comercio local. «Los clientes ya no saben por dónde entrar y a uno de los escaparates no podemos llegar desde fuera para limpiarlo». L.C.

Celia Pedreira es la responsable de Luznorte y define la situación sin miramientos: «Esto no resulta nada cómodo». Aquellos que vivan o trabajen en este tramo deben pasar por una plataforma de metal. No hay acera. Por eso, dice: «Los clientes ya no saben por dónde entrar». Y si el ruido del taladro ya era algo «insoportable», ahora se le deberá sumar el riesgo de las precipitaciones: «Con las inundaciones del otro día, el sótano parecía una cascada», y añade, «como el edificio no cuenta con la superficie de la acera, la estructura queda expuesta, al aire libre».

El mantenimiento, con el polvo y el barro, es otro de los grandes problemas: «No limpiamos uno de los escaparates porque no podemos acceder a él desde fuera». La situación para otros empresarios es todavía más complicada: «Tengo la mampara exterior en el aire. La viga del edificio está casi por fuera. Y con las lluvias del otro día, el cristal de mi escaparate se salió de la estructura y se tambalea». Celia es consciente de que las obras son necesarias, pero eso sí, «deberían acelerarlas», reclama.

El hecho de tener 172 vallas por delante de sus negocios no facilita que los clientes pasen y vean: «Nos quita visibilidad», cuenta uno de los integrantes del tejido empresarial.

Ana Varela no solo es encargada de una de las tiendas de esta recta, sino que también es vecina: «Reconozco que todo el proceso es algo tedioso. Cuando voy a Santa Cristina prefiero ir caminando por el paseo que estar saltando vallas y operarios». Pese a la queja, no duda en precisar sus palabras: «Las obras aportan un beneficio más que justificado». Mario Paulino también trabaja y reside en la zona: «Si que es cierto que interfieren en el paso, pero es una mejora del entorno y hay que aguantarse».

Mari Carmen Martínez y Aníbal Tamarasco se quejan de la lentitud de la obra y las molestias ocasionadas por las vallas. «Tendrían que doblar los turnos», sugieren.
Mari Carmen Martínez y Aníbal Tamarasco se quejan de la lentitud de la obra y las molestias ocasionadas por las vallas. «Tendrían que doblar los turnos», sugieren. L.C.

La principal demanda de Mari Carmen Martínez y Aníbal Tamarasco es el tiempo: «Van superlentos. Tendrían que doblar los turnos». A ambos, las vallas les resultan molestas. Aunque, eso sí, «lo serán sobre todo para los que vivan ahí. Un peligro si alguien resbala», comentaba Mari Carmen haciendo referencia a cuando ese tramo se moja.

El futuro de las obras

El proyecto tiene una duración prevista de 28 meses. Cuando esta intervención finalice, el Mitma comenzará la ejecución de los muros de pantalla, su posterior excavación y la instalación de las losas superiores e inferiores que compondrán el nuevo enlace. Un futuro cada vez más cercano.