Y entonces volví a Soweto...

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

Lo bueno de los «afters» era la mezcla extraña de personas y de ambientes, en una alegría común que te confirmaba que en ese momento justo convivíamos «lo peor de cada casa»

16 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Con tantas restricciones una pierde la cuenta ya de si puede salir, hasta qué hora, con cuántos, dónde y en qué circunstancias. Así que debe ser por eso, por la acumulación de normas, que, cuando en medio de una conversación surge un nombre que me recuerda la vida sin límites, me vengo arriba. De pronto alguien dice «Soweto» y se me asoma en la cara una sonrisa que me lleva directamente a aquellas noches sinfín en que lo bueno surgía al amanecer. Porque a Soweto te encaminabas cuando ya el cielo se descubría de color, aunque la noche, en realidad, no hubiera acabado para ti. Y en esa incertidumbre de no saber muy bien en qué día vivías, si ya era sábado o domingo, Soweto te recibía como una puerta oscura a la continuidad de algo. Porque lo cierto es que a las seis o siete de la mañana, una lo único que sabía era que quería seguir ahí, en esa conversación que no se acababa, en esas risas infinitas, en el abrazo de los amigos o en esa duda de saber qué pasará a continuación... Ay, en Soweto no había restricciones, por eso no me puedo imaginar lo que es tener esa edad en que te comes todo lo que se te viene encima y frenarte en el límite del «no va más». Lo bueno de los afters como Soweto, La Terraza, Recreo o el Rus, era la mezcla extraña de personas y de ambientes, en una alegría común que te confirmaba que en ese momento justo convivíamos «lo peor de cada casa», que éramos los mismos que al día siguiente, desde luego, tendríamos mucho más que contar.

Pero ese mundo se ha esfumado y hoy resulta casi inimaginable reencontrarse en aquella nebulosa de música, copas, cigarrillos y risas. Es otra vida que se quedó colgada en un punto concreto de nuestra historia. Soweto se inauguró en la calle Magistrado Manuel Artime en el 86 y cerró en el 2012. En su lugar hoy hay una lavandería.