Habla Carmen Ramil en nombre de todo el equipo que dirige para subrayar el significado del reconocimiento público de la familia. «Para nosotros, que valoren nuestro trabajo, que estén contentos, nos anima a continuar. Intentas hacerlo bien siempre, pero no siempre sale bien. En el caso de Berto, sí. Estamos muy agradecidos», reiteraba ayer. La doctora, cuatro décadas haciendo quiebros a los adioses prematuros, recuerda perfectamente al pequeño de Laxe que, en palabras de sus padres, «resucitou dúas veces». «Era un niño muy vivo, con mucha gracia, ¡cuando se recuperó, claro!; y lo padres, encantadores», resume la jefa de la uci.
Con nueve años, todo se torció para Berto en pleno covid. Agosto del 2020. «Había muchas restricciones, pero a pesar de eso buscamos una vía intermedia, examinamos a los padres para que al menos uno de ellos pudiera estar siempre con él», cuenta Ramil. Su unidad, que dirige desde hace diez años, es desde los 90 una uci de puertas abiertas. «Aparte de porque nos parece que es una cuestión de humanización, es un derecho del niño», señala la especialista, que no solo agradece la colaboración que prestan las familias, sino la oportunidad que proporciona que estén dentro para tenerlos al tanto de la evolución más allá de la hora fijada para la información médica. «Poder explicarles hace que se sientan más arropados, estar presentes hace que comprendan mejor las técnicas, el proceso asistencial, acaban entendiendo nuestro trabajo y, aún a pesar de que a veces son situaciones de riesgo vital, se empatiza».