Angélica Figueroa: «Trabajo en mi sueño, diseñar un fármaco contra el cáncer y que llegue a los pacientes»

R. D. SEOANE A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Angélica Figueroa, investigadora en el Inibic
Angélica Figueroa, investigadora en el Inibic CESAR QUIAN

Coruñesa de adopción, la bióloga ha logrado apoyo para lanzar al mercado una terapia para frenar la metástasis

29 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El primer día que llegó a A Coruña «no llovía», bromea Angélica Figueroa Conde-Valvís (Madrid, 1974), bióloga responsable del grupo Plasticidad Epitelial y Metástasis del Instituto de Investigación Biomédica (Inibic) del Chuac. De eso hace ya 12 años en los que, entre otras cosas, se ha convertido en madre de gallego y en el alma máter de un proyecto que la Xunta acaba de seleccionar para impulsar la salida al mercado de un nuevo fármaco contra el cáncer de colon.

— ¿Siempre quiso dedicarse a lo que hace?

— Me gustaban las ciencias y cuando tocó elegir carrera, no dudé. Tenía claro que sería bióloga de bata, no de bota, que lo mío era el laboratorio, no el trabajo de campo. Estudié en la Complutense, me decanté por la biología sanitaria. Al terminar, quería ser científica y empecé a buscar grupos para la tesis. Había uno muy potente en cáncer en el Instituto Alberto Sols de la Autónoma, el de Alberto Muñoz, que ya entonces colaboraba con clínicos en hospitales y con Pharmamar. Siempre he tenido presente la importancia de trasladar la investigación a la clínica e innovar.

— Y después... a emigrar.

— Las oportunidades nunca se deben dejar escapar y durante el doctorado pude hacer dos estancias en el extranjero, en el NIH de EE. UU. y en Brisbane, en Australia. No solo adquirí nuevas técnicas y conocimientos, sino que aprendí de otras culturas. Trabajé con japoneses, alemanes, argentinos, franceses... Viajar es una de mis pasiones y esta carrera me ha dado la posibilidad de conocer mundo.

— Y vivió también en Londres.

— Creo que soy luchadora y peleo y trabajo duro por lo que quiero. Cuando pensé a dónde debía irme a hacer un posdoctorado, sopesé mis metas profesionales y mi vida personal. Tenía claro que debía ser una ciudad grande, dinámica, cargada de energía y alicientes culturales. Aunque Nueva York me atraía mucho, me di cuenta de que era más familiar de lo que creía. Coger un avión a EE. UU. no tiene nada que ver con volar a Londres. Allí trabajé con el doctor Fujita, uno de los popes en este campo. Coincidió además que otros seis amigos de la tesis también se decantaron por Londres. Fueron cinco años de grandes vivencias. Ahora son jefes de investigación en centros punteros de Londres, Irlanda, Barcelona, País Vasco...

— ¡Y usted de A Coruña!

— ¡Soy la única que me vine a vivir a Galicia! Solicité un contrato de reincorporación de talento de la Xunta que me permitiera formar mi grupo y tener mi propio laboratorio. Cuando llegué A Coruña, me encantó la ciudad. Los gallegos son muy cálidos y vi que era un lugar donde podía crecer. Fue decisiva la posibilidad de trabajar en un instituto de investigación acreditado por su excelencia por el Carlos III y asociado a un gran hospital como el Chuac, con fuerte vocación en orientar la investigación hacia las necesidades clínicas. Era un contexto favorable para avanzar e innovar. Galicia me ha dado grandes oportunidades.

— ¿Cree que llegará a ver cómo se frena la metástasis?

— ¡Me considero superjoven y tengo energía para aburrir! Creo que es importante soñar, y yo trabajo en mi sueño. Este es mi gran sueño y mi meta, que los fármacos que diseñamos puedan estar en el futuro en el mercado y llegar a los pacientes para mejorar su vida. No todo lo que haces en el laboratorio acaba transfiriéndose, hay que buscar mucho y dar con algo que sí llegue. Sería un gran éxito lograr frenar la metástasis y vamos a hacer todo lo posible para que así sea.

«Investigar es sacrificado, sí, pero... ¿en algún trabajo regalan algo?

Angélica Figueroa coincide en que «la financiación en España para investigar no es la que desearíamos todos», pero también subraya el apoyo creciente de distintos sectores. «Si se implementasen beneficios fiscales para las empresas que invierten en I+D se favorecería la movilización de más entidades», apunta.

— Mucho sacrificio y poco beneficio. ¿Qué le diría al cerebro que esté pensando en fugarse?

— Hay que fomentar las vocaciones científicas... Cuando tienen claro que es lo suyo, en general consiguen su sueño. La científica es una carrera sacrificada, sí, pero... ¿quién dice que no lo son otras? ¿En algún trabajo regalan algo? Conozco a gente de muchos sectores y todos requieren mucho esfuerzo y dedicación, todos parten de algo pequeño que van cultivando. Les diría que si su sueño es investigar, no desistan. Si algo te hace feliz, encontrarás tu lugar.

— ¿Su grupo no necesita gente?

— Ahora mismo necesitamos más espacio y más personal cualificado, más talento. Por eso estamos muy contentos de que en el Novo Chuac ya esté previsto un edificio propio. Y desde ya vamos a incorporar más gente.

— ¿Y más financiación?

— Este último impulso del plan Ignicia es clave. Luego, más adelante, habrá que captar inversores de capital riesgo.

— Investigadora... y empresaria.

— ¡Estoy en ello! Mi hermana siempre dice que consigo todo lo que me propongo... Esto no depende solo de mí, no estoy sola. Está la Fundación Novoa Santos, el Gain, otras fundaciones, expertos en patentes, en transferencia de resultados, en desarrollo de fármacos, en diseño de ensayos... y mi equipo. En laboratorio somos siete y cinco colaboradores clínicos. Jóvenes supertrabajadores, inteligentes, con mucha ilusión y ganas. Con currículo y sobre todo con actitud, que es en lo que más me fijo cuando busco perfiles. Conseguiré esto si seguimos todos a una. Esto es un trabajo de equipo.

— ¿Se atreve a dar un plazo?

— No podemos predecir el ¡Eureka! Esperamos en dos años tener un candidato óptimo para ir a la fase regulatoria y lograr autorización para probarlo en humanos. Si todo va bien, en 4 o 5 años podríamos empezar un ensayo clínico en fase 1.

Bióloga «de bata, no de bota». Lo suyo es más el laboratorio que el trabajo de campo.

Galicia calidade. Aunque madrileña con orgullo de serlo, asegura que «Galicia me ha dado grandes oportunidades, los gallegos son muy cálidos, y estoy contentísima viviendo en Coruña, tanto que mi hijo es gallego. Así que sí: Galicia calidade».