Mató de un tiro a la esposa de su amante tras descubrir que él nunca se separaría

alberto mahía siro A CORUÑA / LA VOZ

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Una joven de 25 años asesinó en 1991 de un disparo en la sien a una mujer tras seguirla desde su panadería a su domicilio para «tener el camino libre»

07 ago 2021 . Actualizado a las 11:22 h.

Esta es la historia de una mujer que perdió la cabeza por un hombre casado que no tenía intención alguna de abandonar a su familia por ella. La chica, que ya no podía vivir viendo como su amante le era infiel con su propia esposa, pensó que los que se levantaban aquel otoño de 1991 eran ya demasiados muros para su relación. Así que decidió derribarlos. Se echó la manta a la cabeza y mató a la otra para tener el camino libre. Semejante barbaridad merecía el peor castigo y así fue.

La asesina tenía 25 años. Una joven que aspiraba a ser peluquera y terminó aspirando a ser la única mujer de un hombre que le doblaba la edad, casado y padre de tres hijas. Lo quería. Se enamoró de él, pero no él de ella. Durante los cinco años que mantuvieron relaciones se entregó a su amante con locura. Pero no soportaba compartirlo. Hizo lo indecible para convencerlo de que se divorciara. Cuando cayó en la cuenta de que su enamorado jamás haría tal cosa, el 5 de octubre de 1991 cogió una pistola, siguió a la esposa del hombre hasta su casa y en el ascensor le pegó un tiro en la sien.

La ilusa pensó que jamás la atraparían y que el viudo terminaría casándose con ella. Pero ni lo uno, ni lo otro. La asesina fue detenida tres semanas después y en 1992 la Justicia le impuso 27 años de prisión. Hoy está libre y, como tal, su nombre no puede hacerse público. Mucho menos el de la víctima, por respecto a su familia.

En un principio se pensó que se trataba de un atraco. Que un toxicómano atrapado por el mono siguió a la víctima desde su puesto de pan en el mercado de Monte Alto hasta su domicilio, en la calle Perpendicular de Orillamar, para robarle la recaudación de aquel sábado.

Pero con el paso de los días, con buen olfato policial, salió a la luz lo que algunos ya intuían. Que la autora del crimen y el marido de la fallecida se llevaban viendo mucho tiempo. Una relación que ella misma reconoció. En el juicio, cargó las tintas contra él. Dijo que la acosaba a llamadas, que incluso la había ido a visitar a Mallorca en uno de sus viajes. Aparte de negar culpa alguna en el crimen, afirmó que no conocía de nada a la víctima. Y que si la había visto en alguna ocasión, no sabía que era su mujer, «porque como andaba con tantas».

En una entrevista realizada al viudo por el periodista de La Voz Manuel Guisande, aquel dijo respecto a la relación que había mantenido con la asesina: «la gente habla demasiado, como si yo saliera todos los días a la calle a buscar chicas por ahí. Ocurre que al ser peluquero se conocen a muchas personas, tanto hombres como mujeres, y entonces la gente habla y no sabe lo que dice». Reconocía, además, que había tenido sus «amigas», pero hizo hincapié en que «¿quién no ha tenido una? No es tanto como se dice, no es tanto», repetía una y otra vez.

Uno y la otra se conocieron cuando la joven apenas tenía 21 años. La asesina, natural de Albacete, se había desplazado a A Coruña y comenzó a estudiar peluquería en una academia de la calle Noia, donde estuvo un año. El hecho de que el marido de la víctima fuera por entonces miembro de la Asociación de Peluqueros de A Coruña le sirvió para contactar con numerosas jóvenes que aprendían el oficio, entre ellas, la que terminaría siendo su ruina. Durante los años que la asesina estuvo trabajando en la ciudad se vio con el esposo de la fallecido numerosas veces, quien le ayudó a conseguir varios empleos. El último de ellos seria en una peluquería de la calle Linares Rivas.

En la sentencia que la condenó se pusieron de manifiesto las contradicciones en las que incurrió. Sobre todo en lo que concierne a dónde se encontraba en el momento en que se cometió el crimen. En este sentido, cuando fue detenida en Albacete, la mujer declaró en un juzgado de aquella ciudad que desde el 9 de septiembre no se había ausentado de tierras albaceteñas. Posteriormente afirmaría lo contrario, diciendo que el uno de octubre, cuatro días antes del asesinato, se encontraba en A Coruña.

Otra de las contradicciones en las que incurrió fue en lo referente a la causa por la que el uno de octubre decidió trasladarse de Albacete a A Coruña. Según la sentencia, la asesina manifestó que su viaje a la ciudad tenía como motivo recoger unos papeles del paro para entregar en Albacete, aunque luego se demostraría que los papeles ya habían sido presentados un mes antes.

Además, cuando fue detenida comentó a un inspector de policía que había sido ella quien había disparado contra la víctima y añadió ante dos funcionarios que por lo sucedido le iban a caer 20 años.

También aparece en la sentencia una referencia a la relación entre la procesada y el marido de la víctima. Se dice que la primera «albergaba esperanzas de que el hombre se separara de su mujer y se casara con ella. Ello aparece acreditado por las manifestaciones de ella que constan en el acta de careo con el viudo.

La asesina

Con 20 años, esta albaceteña se desplazó a A Coruña para hacer un curso de peluquería y trabajar en el sector. Se enamoró de un hombre que le doblaba la edad y, tras casi cinco años de relación, decidió acabar con la vida de la esposa del amante. Quería casarse con él, pero él no estaba dispuesto a romper con su mujer.

La víctima

Tenía 50 años y regentaba una panadería en el mercado de Monte Alto. Casada y madre de tres hijas, el 5 de octubre de 1991, tras acabar la jornada, se dirigió a su domicilio en la calle Perpendicular de Orillamar. Al llegar al ascensor, una mujer entró con ella y le disparó un tiro en la sien.

El viudo y amante

Este peluquero que entonces tenía 50 años ayudó a la asesina a encontrar trabajo. Luego mantuvieron una relación a escondidas del mundo. Ella quería que se divorciara para iniciar juntos una vida en común. Tras la negativa del hombre, la acusada tomó la decisión de matar a su esposa.