Hasta que le dijeron de qué se trataba, «nunca había oído hablar nada de nada del mieloma aquiescente, así como del melanoma sí, del mieloma nada de nada», recalca sobre el desconocimiento de una patología de la que, opina, poco se habla. De ahí que este empleado de la Xunta ya jubilado no dudó en acudir cuando lo llamaron para participar en las reuniones de cara a elaborar información dirigida a los pacientes que vengan detrás.
Por ahora y en su caso, no necesita tratamiento. «Estoy ahí-ahí, entre Pinto y Valdemoro, en el límite, pero por ahora sigue dormido», describe. Aún así, se teme que antes o después le toque. «Al cien por cien no estoy, tengo días con un cansancio que antes no tenía; supongo que la edad influye, tengo 71, pero algo tendrá que ver el mieloma también».
Eso piensa Santiago, deportista desde chaval y que aún ahora no perdona subirse a la bici dos veces a la semana. «¡Y seguiré mientras pueda!», enfatiza. Antes lo hacía a diario, pero ahora «descanso, dejo un par de días en medio, no tengo la misma fuerza».
«Yo pensé que me quedaba poco, pero no, me dijeron que esto no era para morirse»
«Estuve bien cinco o seis años», recuerda Eulogio Cribeiro Muíño. Porque, como él aclara, «los mielomas no se curan, están medio dormidos hasta que vuelven a despertar».
Fue en el 2011 cuando un dolor de espalda «al lado de las caderas», describe, lo dejó tan tocado que «casi no me podía mover». Fue al internista y «ya me dijo que tenía una velocidad de sedimentación en sangre impresionante». Y se confirmó el mieloma múltiple. Eso fue cuando ya era jubilado de Repsol, con 59 años. «Siempre digo que uno no se puede retirar, que es cuando viene todo», bromea ahora.
Hasta aquel momento, jamás había oído la palabra mieloma. «Pensé que me quedaba poco, pero no, me dijeron que había que tratarse, pero que no era para morirse». Así que en otoño del 2012 se sometió a un autotrasplante. «Me quitaron bastante sangre y la congelaron», describe de la reserva que le permitió afrontar años después la recaída que lo asaltó en marzo del 2020, «justo cuando empezaba el covid».
«Hay cosas bastante peores que estar 21 días aislado», valora Eulogio. Aunque en su caso tuviese que pasarlo dos veces. «Cuando algo es para mejorar», dice, es relativo lo de tener que pasar por un proceso en el que «te quitan primero todo, quedas a cero de defensas, un simple catarrito puede acabar contigo, por eso tienes que estar aislado; otros tienen que estar meses hasta que la médula empieza a funcionar».
«Ahora mismo estoy bien, me encuentro muy bien», dice este vecino de A Coruña. Y aunque todavía tiene material sanguíneo criopreservado, «no pueden hacerme más trasplantes, buscaremos otros métodos si me vuelve», explica. Con la perspectiva del tiempo, valora que «es difícil comprenderlo», de ahí que acudiese sin reservas a colaborar con su experiencia para «dar a conocer este problema».