La culpa es del silbato

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

M.MORALEJO

El poder enloquece a algunos individuos que, con un poco de mando en sus manos, se convierten en algo así como un Macbeth de palleiro

15 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay un dicho empresarial que asegura que si quieres saber cómo es alguien de verdad, prueba a darle un cargo y espera a ver cómo se comporta con sus subordinados. Muy cierto. El poder enloquece a algunos individuos que, con un poco de mando en sus manos, se convierten en algo así como un Macbeth de palleiro.

Pero yo afinaría la frase un poco más: si quieres saber cómo es alguien, dale un silbato y ponlo a soplar. Esa es la auténtica prueba de fuego de la psicología social. Porque el amor a los despachos ha hecho descarrilar muchas biografías de personas que parecían razonables hasta que un día olieron en las moquetas la sangre del poder y desde entonces ya no se sacaron el cuchillo de la ambición de entre los dientes. Vale. Pero esas maniobras de pasillo de oficina son cosa de guardería comparadas con lo que puede llegar a hacer un hombre con un pito entre las manos.

El dinero, el poder, el sexo, todo eso hace desvariar al ser humano hasta extremos inimaginables. Pero un simple silbato causa estragos que casi ni se pueden nombrar. Usted agarra al amable vecino de rellano, un bondadoso jubilado de banca, le pone un pito en la boca y lo deja silbando en el cruce de plaza de Mina y, sin saber muy bien cómo, se forma el apocalipsis. Los conductores se vuelven locos, forman un atasco de la Rosaleda a Santa Cristina, atruenan las bocinas, los peatones aporrean los semáforos para ver si se ponen en verde de una vez y, lo que es peor, nuestro querido vecino jubilado adquiere maneras de dictador del Nodo. ¿Todo por el pito? Todo por el pito.

No sé, pero un instrumento que solo usan los árbitros, los policías locales, los sargentos de instrucción y los profesores de gimnasia (perdón, de educación física) resulta muy inquietante.