Una biblia, tres lápidas y un templo escondido, el rastro judío en A Coruña

A CORUÑA CIUDAD

María Gloria de Antonio Rubio, investigadora del Instituto Padre Sarmiento (CSIC-Xunta), estudia las comunidades hebreas gallegas desde hace más de 15 años y es autora de la obra «Los judíos en Galicia (1044-1492)», editada por la Fundación Barrié y considerada el rabajo referencia en el estudio de las juderías medievales
María Gloria de Antonio Rubio, investigadora del Instituto Padre Sarmiento (CSIC-Xunta), estudia las comunidades hebreas gallegas desde hace más de 15 años y es autora de la obra «Los judíos en Galicia (1044-1492)», editada por la Fundación Barrié y considerada el rabajo referencia en el estudio de las juderías medievales PACO RODRÍGUEZ

El posible hallazgo de un baño hebreo en la calle Sinagoga traería luz al conocimiento de la aljama medieval de la Ciudad Vieja, importante en personajes y restos pero escasa de documentos

23 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos bienes son todo lo que ha quedado de la importante aljama o comunidad hebrea que echó raíces en A Coruña en los últimos siglos de la Edad Media hasta la orden de expulsión dictada por los Reyes Católicos en 1492. La suntuosa Biblia Kennicott, que 627 años después de su azarosa salida por mar rumbo a África regresó a Galicia en el 2019 para formar parte de una excepcional exposición que el covid clausuró a destiempo, y tres lápidas funerarias halladas en A Palloza en 1874, frente a la denominada isla de los Judíos, y depositadas en el Museo Arqueológico Nacional.

Restos contados pero cruciales para avalar la trascendencia de la judería coruñesa, asentada en la Ciudad Vieja y casi con toda seguridad en la calle Sinagoga, según el documento que sacó a la luz y transcribió la historiadora María Dolores Barral Rivadulla. «... de una casa que es syta açerca de la porta dos Sares [actual puerta de Aires] açerca de donde solia ser juderia», recoge la carta de foro de la Colegiata de Santa María, que echa por tierra las teorías que negaban la presencia de población judía dentro de las murallas.

Aquí, en el corazón del recinto medieval, en el 4 de la calle Sinagoga donde los arqueólogos han descubierto un aljibe que según los informes remite a los baños hebreos, podría estar encerrada la primera señal (si no de la sinagoga) de los desconocidos espacios íntimos de los primeros plateros de la ciudad.

M.ª Gloria de Antonio Rubio: «Aún en 1800, la tradición sigue refiriéndose a esa casa como la casa de la sinagoga»

María Gloria de Antonio Rubio, historiadora de referencia en el estudio de las comunidades judías en la Edad Media en Galicia, no oculta la emoción por el posible hallazgo de un baño hebreo en una casa de la calle Sinagoga. «Sería increíble, el único que habría en Galicia. Si tiene escaleras para bajar al agua [como apuntan las excavaciones del 2019]... podría ser, porque así eran», dice la investigadora del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento.

—¿Cómo era un «mitvé» y qué función cumplía?

—Bueno, yo soy historiadora, un arquitecto podría responderle mejor. La ventaja de los judíos es que copian los modelos. Arquitectónicamente son todos iguales, con estructura y medidas idénticas. Acogían ritos de purificación. Las mujeres se sumergían antes de casarse, después de tener la regla o de tener un hijo. También los hombres lo usaban.

—¿Podría ser la sinagoga?

—En 1800 la tradición sigue refiriéndose a esa casa como la casa de la sinagoga, estamos hablando ya del siglo XIX. Lo que ocurre es que no hay ni un solo documento que hable de dónde se encontraba. Yo estoy convencida de que estuvo la rúa Sinagoga. La comunidad de A Coruña fue muy importante y dejó muchos restos, pero pocos documentos.

—¿Muchos restos?

—Existen tres lápidas depositadas en el Museo Arqueológico Nacional halladas en A Palloza, tenemos la Biblia Kennicott, que se terminó en la ciudad, y la calle Sinagoga. Tuvo cementerio y personajes muy importantes.

—¿Cuántos miembros?

—Los judíos pagaban un tributo especial de 45 maravedíes por familia o varón mayor de 20 años y en 1464, el año que más se recaudó, cotizaron 4.270 maravedíes, que dan como resultado 95 familias. El problema es que A Coruña, Betanzos, Ribadeo y Pontedeume tributaban juntos, por lo que no podemos saber cuántas pertenecían a cada comunidad.